Todos los intentos para detener el avance de la candidatura de la Trump en la Convención Republicana fracasaron: durante el primer día, el sector republicano anti Trump perdió la votación para que los delegados pudiesen actuar según su conciencia e impedir, así, que votaran de acuerdo al mandato dado por la primaria, en cada uno de los Estados.
Como muestra de desacuerdo con el candidato, no asistieron los dos ex Presidentes, Georges Bush, padre e hijo, como tampoco el gobernador de Florida, Jeb Bush y el ex candidato presidencial Mit Romney, es decir, la plana mayor dinástica del Partido Republicano.
En el segundo día, Ted Cruz se negó a apoyar a Trump, (quien había acusado a su padre de haber sido cómplice en la conspiración que asesinó a J.F. Kennedy), con el consiguiente abucheo de los fanáticos seguidores del megalómano candidato.
A Trump poco le importa el Partido Republicano, mucho menos la cúpula histórica que ha dominado este Partido: el centro de la Convención es él y su familia, que determinaron el espectáculo de la Convención con sendos discursos – el de su mujer, Melanie, (acusada plagiar a Michelle Obama), y en el último día su hija Ivanka se encargó de presentar a su padre, recalcando su aspecto humano -.(A diferencia de Hitler no está casado con Alemania sino con varias mujeres y se ha divorciado otras tanto bonitas y modelos).
Donald Trump se abanica con las críticas, tanto de los dirigentes del Partido, como de sus rivales, pues lo único que le interesa es colocar, de manera nítida, el clivaje entre el cambio (Trump), y el statu quo, (Clinton). Trump designó a su vicepresidente, Mike Pence, muy conservador e integrista y anti gay, esta última característica lo diferencia del candidato Trump, que acepta a los gays.
El mesianismo le ha proporcionado buenos dividendos al candidato republicano: “yo soy el único que puede sacar a Estados del marasmo, soy la voz de los sin voz, soy el representante norteamericano, aplastado por el régimen de los Clinton y los Obama, soy la expresión más pura del norteamericano medio, que pretende la seguridad, el orden y la ley”.
Sería una insensatez despreciar a este “Hitler” norteamericano, como ocurriera antaño, llamándolo “el hombre del bigotito”. Trump es mucho más allá de ser un payaso, pues logro excitar los aspectos más estúpidos de la naturaleza humana, como un nacionalismo exacerbado que en nada diferencia el grito de “una América poderosa” con el de “Alemania para todos”.
En el discurso de “coronación”, Trump repitió, uno a uno, sus postulados desarrollados durante su campaña, tal vez el único punto en que moderó el discurso fue al omitir la petición de cárcel para Hillary Clinton, como lo solicitaban sus seguidores a gritos.
“Ley y orden” fue la esencia de su política interior, exagerando la sensación de inseguridad reinante y, a su vez, alabando a la policía y prometiendo la instauración de medidas coercitivas, propias de un Estado policial.
En política exterior, volvió a plantear la implementación de un muro en la frontera sur del país, que fuera financiado por los propios mexicanos, culpando a los inmigrantes ilegales de la inseguridad y crímenes que asolan el país. Esta estrategia del miedo es muy útil para ganar al norteamericano medio, cuya tontería llega a límites inconmensurables. Todo su discurso está dirigido a estas capas medias, (yo denomino “fascistas pobres”), y que acogen, encantados, ese chauvinismo aislacionista y mediocre.
El ataque a su contendora, Hillary Clinton, fue contundente y despiadado: la acusó de haber destruido Túnez, como también de haber promovido el triunfo de los Hermanos Musulmanes, en Egipto, “felizmente corregido por la intervención militar- según sus propias palabras -, y de haber defendido el régimen sirio, que ha provocado la guerra civil, y de haber favorecido a Irán, para que se convirtiera en una “potencia nuclear” y, por último, la culpa del crecimiento del Estado Islámico.
Donald Trump es un hombre extremadamente rico, pero muy ignorante: achaca a Bill Clinton la firma del Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos, el NAFTA. La verdad es que lo firmó el ex Presidente republicano George W. Bush. Es innegable que la repactación de este Tratado y la revisión de otros, firmados con distintos países del mundo, es muy atractiva para el trabajador norteamericano, que achaca los bajos salarios y la cesantía a la competencia de los demás países.
El ahora candidato republicano aprovecha la promesa de ruptura con los Tratados de Libre Comercios, a fin de ganar votos entre los seguidores de Bernie Sanders, quien denunció también lo nocivo de estos Tratados para la clase trabajadora norteamericana. Basta leer la historia de este país para constatar que el aislacionismo ha sido muy apoyado en cada una de las elecciones de este país. (Woodrow Wilson ganó la elección presidencial gracias al aislacionismo).
Trump logra el apoyo de la clase media al prometerle trabajo, como también un decidido combate decisivo contra el Estado Islámico.
Donald Trump ha aprovechado muy bien el desprestigio de la clase política norteamericano al planear, claramente, el quiebre entre los políticos de Wall Street y el ciudadano de a pié, además, en la práctica, ser independiente del Partido Republicano, que le aporta más apoyo que rechazo.
Es posible que Tump logre ganar la elección presidencial, sobre la base de varios aspectos que lo favorece en el apoyo popular:
Representa el cambio- (aunque regresivo) – respecto al clivaje con el statu quo que encarna la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton.
Desarrolla temas atractivos para el americano medio.
Plantea una utopía de una América poderosa y aislada del mundo exterior, sinónimo de corrupción para él.
La anti política le es muy favorable a su discurso chauvinista, megalómano y aislacionista.
El rechazo de China y sus trampas
El estado policial que elimine el delincuente
El fin del libre comercio y la protección de los trabajadores (poco le importa la oposición de la dirección del partido republicano )
La destrucción del Estado Islámico
El muro en la frontera sur es atractivo para un sector de las capas medias Americanas.
El apoyo de los presbiterianos le es favorable, incluso, plantea su derecho a intervenir en política, (postulado contrario a la Constitución norteamericana).
La mantención de la Enmienda 4 de la Constitución permitiendo el uso y compra-venta de armas.
El vice Presidente Mike Pence atrae a los protestantes y los republicanos del partido del The Party.
El desprestigio que él hace de la señora Clinton lo favorece sobre todo respecto al asunto de los e-mail
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
23/07/2016