Casi 40 años pasaron para que la justicia dictara sentencia en uno de los casos emblemáticos de violación a los derechos humanos durante la dictadura: el de Marta Lidia Ugarte Román.
El ministro Miguel Vásquez, de la Corte de Apelaciones de Santiago, condenó a 28 agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), y al comandante del Batallón de Aviación del Ejército en 1976, Carlos Mardones, por su responsabilidad en la autorización para que pilotos, copilotos y mecánicos de su unidad realizaran vuelos para lanzar cuerpos de opositores al mar.
El cuerpo de Marta Ugarte, 42 años, fue el único que el océano devolvió a la costa, en la playa La Ballena, en Los Molles, donde fue encontrado el 12 de septiembre de 1976.
El “método” consistía en amarrar los cuerpos a rieles cortados. Eran asesinados acribillándolos o inyectándolos. En este caso se decía a los presos que los iban a vacunar. Sin embargo, Marta Ugarte no murió después de ser inyectada con una sustancia letal. Su cuerpo aún se movía, por lo que un agente soltó uno de los alambres que la sujetaban al riel para ahorcarla, lo que permitió que quedara mal atada y se soltara su cadáver.
Marta Ugarte, profesora y modista, fue secretaria de la ex diputada Mireya Baltra, encargada nacional de educación del Partido Comunista y jefa provincial en Santiago de la Junta de Abastecimientos y Precios (JAP) de la Dirección de Industria y Comercio (Dirinco).
Después del 11 de septiembre de 1973 se ocultó en callejón Lo Ovalle 908, comuna de La Cisterna, en el domicilio de Elvira Solari Ahumada, una anciana que le permitió una buena fachada durante casi tres años. Era miembro del comité central y de la comisión de organización del PC.
Fue detenida el 9 de agosto de 1976. Tenía planificado ir donde el médico comunista Iván Insunza Bascuñán, debido a la mordedura de un perro. Sin embargo, Insunza (detenido desaparecido), había sido arrestado hacía cinco días y en su consulta estaba la Dina.
Marta Ugarte fue asesinada por los equipos dirigidos por Germán Barriga Muñoz y Ricardo Lawrence Mires. Barriga se suicidó el 17 de enero de 2005 y Lawrence está prófugo desde febrero de 2015.
EN VILLA GRIMALDI Y EN
EL CUARTEL SIMON BOLIVAR
Marta Ugarte fue traslada a Villa Grimaldi. Allí fue vista por Juana del Carmen Vicencio Hidalgo en las estrechas celdas de La Torre. Le contó que la habían torturado mucho, tenía heridas en las muñecas, producto de haber permanecido colgada y una pierna vendada, declaró Vicencio. También fue vista por Rosa Elsa Leiva Muñoz quien conocía a Marta pues había sido enlace de la comisión de organización del PC. Otro de los testigos fue el militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Luis Humberto Fuentes Urra.
El ex militante del MIR Leonardo Schneider, quien se transformó en colaborador de los organismos represivos (murió de un infarto cerebral en octubre de 2012), la vio un sábado repartiendo almuerzo con otras mujeres detenidas.
Respecto de los detenidos del PC, Schneider recuerda que “llegaron a Villa Grimaldi dos grupos, uno de los cuales fue durante el periodo de detención de Víctor Díaz (subsecretario general del PC, detenido desaparecido) y el otro, durante el periodo de detención de Marta Ugarte en el invierno de 1976, detenidos que venían con señales evidentes de haber sido torturados en otro lugar”, indicó. Al respecto, el ex agente Eduardo Alejandro Oyarce Riquelme sostuvo que estaba en el cuartel Simón Bolívar y “en una oportunidad, después de que había estado detenido cierto tiempo el Chino Díaz (Víctor Díaz) llegó una detenida que supo que se llamaba Marta Ugarte, la que vio pasar en dirección a su celda”. Oyarce dijo que no volvió a verla
El macabro sistema de lanzar cuerpos al mar se inició en 1974 en los helicópteros Puma SA 330 apostados en el aeródromo de Tobalaba, donde funcionaba el Batallón de Aviación del Ejército. Se usaban esas naves porque poseían una escotilla que se podía abrir durante el vuelo.
TESTIMONIOS DE QUIENES LANZARON CUERPOS AL MAR
Durante el proceso fueron interrogados numerosos miembros del Comando de Aviación del Ejército, entre ellos Juan Carlos Molina Herrera, mecánico, quien se enteró en 1974 que se estaba lanzando gente al mar e incluso supo que en algunas oportunidades se lanzaron vivas, porque se movían en el interior de los sacos paperos en que iban.
A los helicópteros subían dos o tres agentes que transportaban los cuerpos. “En dichas operaciones actuaba un grupo que sabía cómo operar desde el helicóptero para hacer los lanzamientos”, puntualizó Molina.
Juan Domingo Pérez Collao manifestó que este “tipo de operaciones era de conocimiento del personal del comando. Recuerda que Villa Grimaldi quedaba al costado del Aeródromo, que estaba comunicado por un portón por donde ingresaban los vehículos tipo van, con vidrios polarizados, los que se dirigían hasta el lugar de estacionamiento de los Puma. Personal del servicio de inteligencia cargaba el helicóptero con bolsas, en cuyo interior era sabido que habían cuerpos de personas”. En una oportunidad, le correspondió tripular una aeronave y lanzar cuerpos a la altura de Santo Domingo. Aseguró que las “operaciones se realizaban comúnmente a primeras horas de la mañana”.
Rigoberto Saavedra Navarro, de la sección mantenimiento y conservación de la mecánica de los helicópteros, indicó que quienes trasladaban bultos con cuerpos también lo hacían “en horas de la tarde, casi oscureciéndo”. También hay testimonios de que se realizaron vuelos nocturnos y desde otros lugares, como el aeropuerto de Cerrillos o sectores apartados de la Región Metropolitana.
José Miguel Cabezas Flores participó “en dos operaciones de ese tipo, a fines de 1974 y principios de 1975; tuvo que sacar los asientos del helicóptero, dejando un par de laterales, sin estanque auxiliar de combustible. Tenía una autonomía de vuelo de 2:30 horas”. Cabezas relató que en una oportunidad se dirigieron al recinto militar de Peldehue. Allí tomaron contacto con agentes de civil, “quienes se movilizaban en dos o tres camionetas Chevrolet modelo C-10 con toldo en su parte posterior, de donde sacaban bultos envueltos en sacos, poniéndolos en el piso del helicóptero… Una vez adentrados al mar por unos 15 a 20 minutos, el piloto les indicaba a las personas que se encontraban en posición, por medio de señales, que tiraran los bultos (…) Una vez en la base, en una formación habitual de la compañía de helicópteros, se les instruyó, por el comandante de la nave y en otra por el propio comandante de la base, Carlos Mardones, que las operaciones que habían realizado eran secretos militares y que no debían comentarlas ni siquiera con la familia”.
INYECCION MORTAL EN PELDEHUE
Gabriel Enrique Saldaña, mecánico tripulante de mantenimiento de la Compañía de Exploración y Reconocimiento señaló al juez Vásquez que “además, había preocupación porque una radio rusa daba a conocer la matrícula del helicóptero y el nombre de la tripulación completa de la misión que lanzaba los cuerpos al mar”. Saldaña hace referencia al programa Escucha Chile, de radio Moscú, que transmitió solidaridad a los chilenos a través de emisiones en onda corta.
Cada vez que se realizaban lanzamientos al mar “se instruía al personal de guardia en lo relacionado al perímetro de seguridad y, se sabía, que a la llegada de los helicópteros los tripulantes tenían que limpiar la sangre del piso”, precisó Saldaña.
La fecha de muerte de Marta Ugarte se estableció alrededor del 9 de septiembre de 1976. Para esclarecer su destino final, el ministro Vásquez incorporó la declaración de un testigo bajo reserva de identidad. Este sostuvo en un relato escalofriante que “el capitán Germán Barriga ordenó subir a cinco o seis detenidos a una de las camionetas que utilizaba el grupo. Los detenidos iban con la vista vendada y con esposas o amarras en sus manos en la parte posterior (…) Participaron el capitán Barriga, el sargento Heriberto Acevedo, el carabinero Claudio Pacheco Fernández, otro apodado “El Elefante” (Juvenal Piña Garrido) y un sujeto conocido como Doctor, (Osvaldo Pinchetti Gac, fallecido en 2007). Los vehículos se dirigieron al sector de Peldehue, pasando el recinto de la Nasa hacia el interior, unos tres o cuatro kilómetros, llegando a terrenos eriazos… En dicho lugar, son bajados de a uno, se le desatan las manos sin sacarles la venda y son inyectados en la vena de la muñeca con una sustancia desconocida que de inmediato les producía la muerte y, una vez muertos, eran puestos al interior de un saco papero, que era atado con alambre, poniéndoles un riel al interior”, aseveró el ex agente de la Dina.
“Mientras los cuerpos eran puestos en sacos -prosiguó-, identificó a una mujer que hablaba con Víctor Díaz en Villa Grimaldi. El procedimiento era muy rápido, los cuerpos eran subidos a un helicóptero militar, modelo Puma. Allí el capitán Barriga le preguntó si había viajado en helicóptero, por lo que al responderle que no, le ordenó subir a dar una vuelta, helicóptero que despegó y se dirigió al norponiente, llegando a una zona costera en donde al cabo de unos minutos el piloto abrió una escotilla y lo ayudó a arrojar los cuerpos al mar, existiendo en la aeronave dos pilotos, oficiales de ejército. Al finalizar esta tarea, el helicóptero se dirigió a Santiago, aterrizando en Tobalaba, quedando con la tarde libre para dirigirse a su domicilio”, detalló el testigo ante el magistrado.
En la sentencia el ministro Vásquez señaló que “la muerte de Marta Ugarte Román se ha producido con ensañamiento y premeditación conocida, puesto que fue producto de una planificación previa de quitarle la vida, una vez que se cumplieron los fines que motivaron su secuestro, que era lograr información acerca de los militantes del Partido Comunista que trabajaban en la clandestinidad, por medio de la tortura”.
APARATAJE COMUNICACIONAL:
EL ENVIADO ESPECIAL
PABLO HONORATO
El magistrado resaltó que cuando Marta Ugarte “fue entregada por el mar, se montó un aparataje comunicacional para desviar las evidencias físicas que arrojaron las autopsias practicadas en la época”. Al respecto, el juez Vásquez incorporó al proceso fotocopias del periódico Las Ultimas Noticias, a partir del 14 de septiembre de 1976, cuyo enviado especial era Pablo Honorato, actual reportero en tribunales de Canal 13 y mencionado en otros casos de crímenes de la Dina y CNI. Pablo Enrique Honorato Mazzinghi fue citado a declarar el 3 de noviembre de 2003. Reconoció que la publicación titulada “Brutal homicidio en sector de Pichidangui”, correspondía a su redacción.
En la sentencia se transcriben textos publicados por Las Ultimas Noticias en los cuales se señala que “la teoría barajada (sobre el crimen), dice relación con la presencia de un peligroso maniático sexual. Con fecha 15 de septiembre de 1976, el mismo periódico establece que a Santiago envían las huellas del cadáver, que los autores podrían ser drogadictos, que el cadáver fue arrojado en la playa La Ballena, que la muchacha presentaba signos de haber ingerido estimulantes con pinchazos en sus brazos, que podrían corresponder a agujas utilizadas por drogadictos para inyectarse, donde el ensañamiento quedó demostrado”.
La versión de un crimen pasional fue ampliamente difundida por El Mercurio, La Segunda y La Tercera.
LAS CONDENAS
12 años para Carlos José López Tapia, jefe de la Brigada de Inteligencia Metropolitana de la Dina y para Ricardo Víctor Lawrence Mires, como autores de homicidio calificado. Lawrence deberá purgar también 4 años como autor de secuestro simple.
8 años de presidio para Carlos Gregorio Evaristo Mardones Díaz, comandante del Batallón Aéreo del ejército en 1976, como cómplice del delito de homicidio calificado.
10 años y un día para Heriberto del Carmen Acevedo y Claudio Enrique Pacheco Fernández como autores de homicidio calificado y 2 años por secuestro simple.
5 años y un día de presidio para Emilio Hernán Troncoso Vivallos como coautor del delito de homicidio calificado y un año como autor de secuestro simple.
A 5 años Antonio Palomo Contreras y Luis Felipe Polanco como encubridores del delito de homicidio calificado.
A 4 años Pedro Espinoza como autor del delito de secuestro simple.
A 1 año de presidio, Eugenio Jesús Fieldhouse Chávez, Pedro Mora Villanueva, José Alfonso Ojeda Obando, Juvenal: Alfonso Piña Garrido, alias “El Elefante”, Víctor Manuel Alvarez Droguett, José Mario Friz Esparza, Pedro Segundo Bitterlich Jaramillo, Orlando del Tránsito Altamirano Sanhueza, Eduardo Patricio Cabezas Mardones, Jorge Iván Díaz Radulovich, Guillermo Eduardo Díaz Ramírez, Orlando Jesús Torrejón Gatica, Carlos Enrique Miranda Mesa y Carlos Eusebio López Inostroza, coautores del delito de secuestro simple.
A 61 días de prisión: José Javier Soto Torres, Jerónimo del Carmen Neira Méndez, Roberto Hernán Rodríguez Manquel, Leónidas Emiliano Méndez Moreno y José Domingo Seco Alarcón como cómplices de secuestro simple. Ante las últimas sentencias, por considerarlas muy bajas, la parte querellante apelará.
CARLOS ANTONIO VERGARA
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 856, 22 de julio 2016.