Noviembre 17, 2024

¿El asesinato masivo en auge? ¿Qué camino seguir?

Como viene siendo costumbre, otro fin de semana tormentoso por la tragedia. En esta ocasión le tocó el siniestro turno a la Promenade des Anglais, que es sin duda una de las más bellas, elegantes avenidas en cualquier parte del mundo.

 

 

Pero ahora con una insólita arma, un gigantesco camión de 8 toneladas que recorrió 2 km a las 11 de la noche, a toda velocidad (90 km. por hora), sembrando sangre y muerte entre la multitud inerte de paseantes que escuchaban música junto al mar (en la celebración francesa de la Toma de la Bastilla) ¿Resultado? (al menos provisional), 84 muertos y 202 heridos. Noche de carnicería, muerte  y sufrimiento para quienes el desfile debió estar lleno de alegría y de atractivos.

Por supuesto que se trata de una forma de locura cuyas características ahí fueron y la historia espantosa del atropellamiento masivo, utilizando otra vez un producto humano como instrumento de asesinato; naturalmente no me atrevo a realizar ningún diagnóstico (por ignorancia), pero sí sabemos que se trata de un desequilibrio por muchas causas, sin excluir  probablemente  una profunda depresión acompañada de un hondo autodesprecio, rematado este cuadro de quiebra de la condición humana por una “señal” o una serie de “señales” de que la misión compensatoria y la “realización” se cumplirían a través de un acto de esa naturaleza, que dejara su “marca” en la comunidad o inclusive en la historia de nuestros días, de ahí probablemente la idea del enorme camión y de su destino devastador.

Lo que parece ser aun una incógnita es si el personaje fue “guíado” de antemano por otra voluntad o mente, o tomó la iniciativa de manera personal, sin duda inducido por un ambiente en que priva esta forma de venganza o desafío.

He escrito ya más de una vez que en el fondo de estos actos subsiste una suerte de conflicto civilizatorio por el hecho de que los pueblos islámicos han sufrido durante siglos el dominio colonial e incluso la opresión, la explotación y el desprecio concreto y agresivo de los colonizadores, en este caso el pueblo francés. A mi modo de ver, estas reacciones, individuales o colectivas, mejor organizadas o espontáneas, tienen su origen en esta violación histórica que muchos de los sujetos de los pueblos oprimidos, y violados y saqueados, viven y sienten como algo actual. En todo caso, con los balances y proporciones que se quiera, me parece que este es un ingrediente absolutamente presente en esta reacción.

Reacción que implica, según se ve, y aparte del fenómeno singular de los llamados “lobos solitarios”, un nivel o un grado de organización que no se sospechó durante mucho tiempo pero que ahora parece estar en el corazón de lo ocurrido y de lo que muy probablemente ocurra en el próximo futuro. Los países europeos ex colonialistas están en la mira, o en lapicota, y no es fácil batallar contra tal situación, por difusa y amplia “mente arraigada”.

Es obvio que lo dicho quiere ser una explicación y de ninguna manera una justificación. Lo que ocurre es que cerca de la mitad del mundo vive hoy bajo amenaza y sin encontrar una fácil salida. Los dirigentes han optado por el contraataque y la retaliación, lo cual no parece hacer avanzar la solución del problema, al contrario, parece tener el efecto de una provocación.

Quiero entender las dificultades del caso, pero tal vez habría que intentarlo a fondo: el camino de la negociación diplomática, del diálogo y tal vez de la compensación, en vez de anteponer una violencia que inevitablemente genera más violencia. Difícil el camino (y tal vez imposible) pero tal vez habría que intentar ahora lo que no se ha hecho en el pasado. No sale sobrando intentarlo, aunque debe reconocerse que el sentimiento en contra de los antimusulmanes de hoy y del pasado está tan arraigado que no será fácil erradicarlo. Grandes gestos reconciliatorios tampoco saldrían sobrando.

Nos encontramos pues ante uno de los conflictos más graves y más difíciles de resolver en la historia, pero por eso mismo el  “civilizado occidente” deberá hacer un esfuerzo excepcional y gastar mucha plata que, por lo demás, ha extraído ampliamente a lo largo de siglos de colonialismo.

¿O me equivoco? Porque algunos dirán que el problema es más complejo aun porque trasciende a lo político y a lo económico, y aun lo cultural, ya que su naturaleza es marcadamente religiosa, y que en ese campo no hay espacio para la discusión y los acuerdos. Es probable que sea así, y sin embargo insistimos en la necesidad de procurar el diálogo y la negociación precisamente por la gravedad del problema y porque, además, existen infinidad de ejemplos en la historia en que religiones aparentemente irreductibles se han visto en la imperiosa necesidad de subsistir, como una exigencia no sólo general de las propias religiones sino para la permanencia física y espiritual de sus respectivos fieles.

No es posible entonces abandonar o renunciar a la convivencia urgente de resolver tan grave cuestión por vía del acuerdo y la aceptación. ¿Es posible aun? En todo caso me parece el intento más lógico y viable, en vez de asumir plenamente como único camino el de la violencia sin límites que sólo origina más violencia, como lo están viendo ya los propios países europeos que seguramente sufrirán doblemente de persistir por ese camino.

De cualquier manera el mundo ha entrado a una fase que no tiene precedentes, e intentar lo imposible apenas es una necesidad que exige la sobrevivencia misma de la humanidad. ¡Emprendámosla porque de otro modo puede llegarse a situaciones mucho más graves sin retorno! ¡Incluso está en juego la supervivencia misma de la humanidad!

 

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