La detención de ex Comandante en Jefe del Ejército ha sido posible por la denodada lucha de los familiares de detenidos y desaparecidos, como también de valientes defensores de los derechos humanos, entre ellos el Padre José Aldunate, los abogados Nelson Caucoto, Eduardo Contreras, Carmen Hertz y de Roberto Garretón, entre otros muchos luchadores por la dignidad humana .
Los gobiernos de la Concertación no sólo padecieron el síndrome de Estocolmo, sino que también terminaron entregándose a la idea del “punto final” y al predominio de las cenizas del olvido, en nombre de una ridícula reconciliación que suponía que las víctimas de los genocidios perpetrados por los militares en el poder terminaran aceptando los hechos sin exigir verdad, justicia y reparación por su actuar en pro de la destrucción de la sociedad chilena, actuando como un ejército de ocupación en contra de sus propios conciudadanos desarmados.
Los líderes de la Concertación comenzaron, una vez conquistada la democracia, compartiendo con sus verdugos y, posteriormente, se convirtieron en sus cómplices y salvadores – no hay que olvidar que Eduardo Frei Ruiz-Tagle y su ministro del Interior, trajeron de vuelta al tirano Augusto Pinochet, que bien debería haber terminado con sus huesos en una cárcel española – y, luego, el mismo Presidente Frei se negó, durante todo su mandato, a recibir a los familiares de detenidos desaparecidos.
Si consideremos la degradación moral a la cual han llegado los líderes de la Concertación respecto a la condena de militares acusados de crímenes de lesa humanidad, no nos debe extrañar las irracionales declaraciones de algunos de estos personeros en favor del ex general Cheyre, acusado – hasta ahora – de cómplice del asesinato de 15 personas, acaecido en los primeros días después del golpe de Estado, en el Regimiento Arica, de La Serena, donde el teniente (¿o capitán?) era el directo colaborador del general Ariosto Lapostol Orrego.
El que Jaime Ravinet diga tantas insensateces, no es de extrañar, pues en este proceso de deterioro ideológico y moral ya ha devenido en un derechista y defensor de los genocidas de tomo y lomo, pero que salgan a hacer declaraciones en favor de Cheyre, pero que los concertacionistas, entre ellos el ex Presidente de la República, Ricardo Lagos, sostenga tantas estulticias, incluso errores jurídicos al exculpar al general Cheyre por el “nunca más en Chile…”, al hablar ante la Prensa que el teniente Cheyre, “en esa época, sólo tenía 25 años”, deslizando el mensaje de que “debía someterse a la obediencia debida”. Semejante torpeza no llevaría a afirmar que la responsabilidad penal sólo podría aplicarse con más de 25 años. Por su parte el dirigente democratacristiano, Genaro Arriagada, salió con la tontería de comparar a Cheyre con los “padres de la patria”, recordando que O´Higgins podría haber sido acusado del asesinato de los hermanos Carrera y de Manuel Rodríguez, y que Diego Portales, de los fusilamientos de Curicó. Si estos llamados héroes salieron incólumes de los crímenes que se les imputa no es deseable que la misma impunidad se extienda al ex comandante en jefe del ejército. (Por lo demás, O´Higgins fue castigado con el destierro en la Hacienda de Montalván, donde murió, y Portales fue víctima de un magnicidio, en el Cerro Barón, de Valparaíso).
Los testimonios en contra de Juan Emilio Cheyre son indesmentibles: el entonces niño Ernesto Lejderman, abandonado por Cheyre en un convento de Monjas, en La Serena, luego que sus padres – una pareja de mejicano y argentina fueran asesinados a mansalva por “los valientes soldados” – ahora adulto, en un cara a cara en Televisión Nacional, enrostró al ex comandante en jefe su complicidad en la muerte de sus padres. Otros muchos testimonios se han agregado a este caso conmovedor: el de Nicolás Barrantes, cuyo hermano Marco Enrique fue masacrado en la visita de la “caravana de la muerte”, quien asegura haber reconocido la voz y la forma de la boca de Cheyre mientras era salvajemente torturado, cuando contaba apenas contaba con 17 años.
El Ministro en Visita, Mario Carroza, para ordenar el procesamiento y detención, en la Base Militar de Peñalolén, no sólo consideró el sinnúmero de antecedentes de testigos, víctimas y familiares que lo acusan, sino también la reconstitución de escena. El mismo Ministro sostiene que Cheyre tenía conocimiento de cuanto estaba sucediendo en el Regimiento – tanto es así que llevó un bando militar a los Diarios locales en el cual se daba una versión falsa de la masacre contra 15 personas, torturadas antes de morir, por los militares de la “caravana de la muerte” -.
El famoso “nunca más” del entonces comandante en jefe del ejército no lo exime de sus responsabilidades penales cuando se desempeñaba como colaborador directo del general Lapostol, en el regimiento Arica, de la Serena. Por lo demás, el pacto de silencio por parte de los militares se ha mantenido hasta ahora y Cheyre hizo para denunciar y avanzar en el esclarecimiento de los crímenes, torturas y desapariciones, perpetrados por el ejército de ocupación.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
11/07/2016