Bachelet expresó en entrevista a El País que la crisis política “es universal”. Lo hizo para no asumir responsa bilidades ni deberes (¿no es acaso el primer deber de los gobernantes políticos responder por el mal gobierno antes de exigirles “deberes” a los ciudadanos sin poder, o achacarle el problema a un indefinido mal universal?).
En lugar de lo anterior debió haber dicho “global”, puesto que con sus dichos defendería a pie juntillas la “globalización neoliberal” propugnada por las empresas y los Estados; que no nombra, claro, pero que aprueba (“La globalización es un hecho, no va a desaparecer porque no me guste. Estamos conectados por todos lados. Tenemos desafíos enormes que no podemos resolver solos los países”).
Además se guardó de decir que la “crisis” es la crisis de instituciones políticas que surgen del capitalismo neoliberal aplicado a sangre y fuego (el caso chileno) o de aquellas que experimentan la embestida gradual o frontal de las políticas de las oligarquías neoliberales que controlan el planeta (el caso de la Unión Europea). Ex funcionaria de la ONU, tendría que saberlo.
El de la Presidenta no es un análisis socialdemócrata en el sentido estricto del término, sino el de una neoliberal “progresista” camuflada. De aquellos/as que dicen (como ME-O) que el “progreso no puede detenerse”. Es la misma ideología de la “modernidad capitalista” y de la educación mercantil del Rector Peña de la UDP y de la ministra de Educación Adriana Delpiano. El del fatalismo tecnológico y del conocimiento instrumentalizado al servicio de las dinámicas del capital.
Además, Bachelet y cuánto político se refiere al tema, olvida decir que una de las razones —y no la menos importante— de la crisis de legitimidad de la política dominante y de las instituciones de los sistemas representativos liberales es el no respeto o incumplimiento de las promesas inscritas en los programas de los gobiernos que se hacen elegir y que recuperan las justas demandas ciudadanas y de los trabajadores para desvirtuarlas. Como en Francia, dónde el hecho es patente.
El Gobierno actual del presidente socialista François Hollande prometió “atacar el poder financiero y conectarse con las mayorías”. Hoy hace todo lo contrario (lo mismo que la Nueva Mayoría): promueve los intereses del capitalismo empresarial con la ley del trabajo “El Khomri” que propone un retroceso enorme en las conquistas del movimiento sindical francés. Éste ha reaccionado masivamente (a diferencia de Chile donde la CUT ha acatado sin chistar —ni movilizarse— el consenso neoliberal del cual ella misma es parte; el pataleo de la cúpula no logra ocultar su obsecuencia ante el empresariado). Y el presidente galo aplica los planes “austericidas” impulsados por los poderes de la Unión Europea; planes, que en Chile se aplican desde la época de la dictadura (basta con constatar la situación de los pensionados actuales y futuros para entender la dimensión social catastrófica generada por las AFP; uno de los pilares estructurales de la “modernidad capitalista” y del modelo neoliberal chileno, vitrina hoy resquebrajada).
La globalización capitalista ha impuesto tratados e instituciones neoliberales que comienzan a ser rechazados por los pueblos
Nada de qué extrañarse entonces que sectores populares de las naciones del viejo mundo quieran salir de la camisa de fuerza neoliberal impuesta por las instituciones de la Unión Europea. Sectores importantes de la izquierda europea ya habían propuesto la salida del Euro, una Europa con una Constitución social y el desacato a las medidas impuestas por la Unión Europea con el fin de reapropiarse de los mecanismos soberanos de los estados nacionales. Precisamente para aplicar políticas anti austeritarias. La humillación que los poderes e instituciones europeas le impusieron al pueblo griego después del referéndum en que éste rechazó los diktats de la troika europea y su memorándum reveló la brutalidad de la lógica del capital (sobre todo del alemán) y la apatía de los estados y de las instituciones de la Unión Europea por el futuro de la democracia y el pueblo heleno. De esto el dispositivo mediático no habla, ni tampoco de la feroz represión del Estado mexicano del PRI contra maestros y estudiantes que se oponen a la reforma educacional de corte neoliberal.
Las extremas derechas se apropian de las demandas populares ante el fracaso de las nuevas derechas ex socialdemócratas
Han sido las extremas derechas las que se apropiaron de la demanda de salida del Euro y de las políticas monetarias de la UE ante la incapacidad de las socialdemocracias neoliberalizadas y de las izquierdas anticapitalistas divididas e impotentes. El resultado fue el triunfo del voto Brexit que a algunos despistados se les olvida contextualizar. Cabe señalar, que aunque inteligente y mordaz a veces, el periodista Oscar Contardo de La Tercera no se tomó el tiempo de investigar esta vez, al calificar el voto del Brexit como “triunfo del monstruo populista”. Es así como avanza el leit motiv de los 1 a 5 % que gobiernan el planeta y de los tecnócratas a su servicio: la consigna que la desigualdad social es el precio que hay que pagar —es el nuevo relato totalizador o la utopía neoliberal— por el avance de la globalización de los mercados bajo el signo neoliberal, como en la UE (muchos jóvenes europeos están dispuestos a trabajar en empleos inestables y mal pagados con tal de “viajar”; un neoproletariado globalizado, desarraigado y explotable). Considerada la globalización como algo ineluctable “que no va a desaparecer” según la presidenta, pero que a la larga es … buena …(quizás para cuando no quede árbol parado ni pez por pescar). Poco importa que la globalización neoliberal no conozca límites en la depredación de los modos de vida comunitarios y el saqueo del planeta y que sean 147 corporaciones multinacionales que la dirigen y cooptan los centros de poder (*Ver: Susan George, State of Corporations (El ascenso del poder ilegítimo y el desafío para la democracia). Ni la destrucción de los equilibrios ecológicos de la bioesfera de la cual dependemos en tanto que ellos son la matriz estructural y condicionante de toda vida digna sobre la Tierra (cabe reflexionar acerca de la estulticia cortoplacista y de la falta de visión ecológica de los que gobiernan Chile al culpar a los “asados” de la contaminación, para así, esta vez, no pensar de manera holística, es decir realmente global).
La Presidenta evita hablar de los estragos de la corrupción política
La presidenta de Chile olvidó hablar en su entrevista a El País de los efectos de la corrupción política o de la captura de la política institucional chilena por el dinero empresarial para explicar la crisis de “su” política. Omite que ha sido la casta del duopolio que gobierna Chile desde la expulsión por el pueblo de la dictadura neoliberal pinochetista del poder la que ha roto con los valores y la institucionalidad republicana. Esta brutal ruptura de los parlamentarios y de funcionarios del Estado con la moralidad y la ética republicana así como con sus virtudes democráticas de probidad, honestidad, prudencia y transparencia han corroído la fe pública y la confianza popular en los mecanismos de la representación. Tal situación y el sentimiento de impunidad de la que gozan los corruptos sólo puede ser reparada esta vez con una ruptura ciudadana con los partidos del régimen y la institucionalidad salida de la dictadura (que, por ejemplo, nunca ha regulado la puerta giratoria entre empresas y función pública que ha permitido que un operador de la laya de Enrique Correa influya, moviendo sus peones, con la complicidad de toda la casta en los destinos de una nación entera) Y cabe el mérito a Mónica Echeverría el haber puesto el acento en la responsabilidad que le cabe a un tránsfuga de la política y operador de la transición en la crisis de legitimidad de la política duopólica.
Una nueva constitución que remedie en algo lo mal hecho sólo emergerá de un auténtico proceso constituyente que conduzca a una Asamblea Constituyente cuya mitad debe ser electa y la otra resultado de un sorteo donde cualquier ciudadano podrá ser elegido. La casta y sus políticos ya no pueden invocar un “savoir faire” o conocimientos de tipo legal o político específicos para gobernar o legislar. El resultado está a la vista: más ganan, más se alejan de la vida del común y más corrompibles son. Si la codicia es un “pecado capital”, lo es porque la forma dinero coloniza la subjetividad; se convierte en una pasión destructora de la vida social. Quienes se dejan capturar sus afectos por el dinero (los Orpis, Insunza, Correa, Golborne, Piñera, Novoa etc,) significa que han interiorizado la lógica del Capital; (en lenguaje de Lacan, sus afectos y subjetividad han sido capturados por el Significante Amo: el dinero como manifestación del capital y del poder de la oligarquía propietaria).
Cabe preguntarse entonces si el pueblo soberano y sus movimientos sociales (trabajadores, estudiantes, pensionados, pueblos-naciones sometidos) no deben autonomizarse (recuperar la soberanía para sí y no delegarla) hasta que no aparezca una alternativa política viable, creíble y salida de las luchas sociales reales y desconfiar mientras no existan en una nueva Constitución instituciones de control popular para impedir la corrupción y las trampas de la representación política que implica desposesión del poder político de la multitud en manos de un puñado de poco confiables “representantes”.
(*) Ver: Susan George, State of Corporations (el ascenso del poder ilegítimo y el desafío para la democracia). https://www.tni.org/files/download/state_of_corporation_chapter.pdf