En el oficio más constante de la política, cual es sacar cuentas respecto de los próximos desafíos electorales, la multiplicidad de expresiones que se encuentran fuera del llamado establishment también discurre qué hacer respecto de los próximos comicios municipales. Pero al igual que los grandes conglomerados con representación parlamentaria, todos estos partidos, movimientos, grupos o “referentes” sociales están, por sobre todo, preocupados de lo que podría pasar con ellos en las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales.
Se asume, ahora, que los altos niveles de abstención ciudadana podrían ser una oportunidad para estas expresiones, cuando la fatiga provocada por el oficialismo y la derecha se hacen ya tan ostensibles.
En las matemáticas electorales, hay quienes hoy sacan cuentas muy alegres: si todos los grupos que han competido por fuera y dispersos se unieran, posiblemente acaudalarían una buena cantidad de sufragios. Mal que mal, son estos grupos los que demuestran tener la más alta convocatoria social al momento de las movilizaciones estudiantiles, laborales y poblacionales. Aunque su gran problema ha sido el de la división constante, el caudillismo suicida y también, por supuesto, la corrupción de no pocos de sus dirigentes.
Recordemos: en las últimas elecciones presidenciales podríamos decir que también tuvimos como candidatos a siete figuras tales como la de Marco Enríquez Ominami, Franco Parisi Marcel Claude, Alfredo Sfeir, Roxana Miranda, Ricardo Israel y Tomás Jocelyn Holt… ¿Se acuerda usted? Siete candidatos que y estoy ordenando de acuerdo a los sufragios que obtuvieron, casi todos asumidos como de izquierda, aunque algunos de ellos solo se animaron a competir por su aversión a la derecha y la Concertación, la hoy llamada hoy Nueva Mayoría. Siete candidatos presidenciales que, dicho sea de paso, colaboraron mucho con su dispersión a consolidar el llamado “duopolio político” que se enseñorea todavía en el Parlamento y en La Moneda. Sin embargo: siete candidatos que sumaron más de un 28 por ciento de los votos lo que en Europa, por ejemplo, y otros países, sería una cifra muy apetitosa, con la cual poder aspirar perfectamente a un gobierno, posicionarse muy bien en el Poder Legislativo y acceder a buenas alianzas tácticas o estratégicas con los partidos tradicionales.
Con menos de este 28 por ciento, los comunistas se unieron al oficialismo y hoy se ve a sus militantes en los diversos ministerios y reparticiones públicas, además de destacar una bancada propia en la Cámara de Diputados. Con mucho menos, hay expresiones escindidas de los dos más conocidos partidos de la Derecha que tienen diputados y senadores y se hacen querer como socios electorales.
Lo difícil, sin embargo, es lograr que confluyan todas estas expresiones izquierdistas o rebeldes en un frente amplio o algo que se le parezca, aunque ya hay varios que así lo están proponiendo. Es posible que en las municipales estas siete vertientes electorales y otras nuevas puedan verse reducidas nada más que a unas tres o cuatro distintas, pero aún parece muy improbable que todas confluyan en un candidato único presidencial. Desde luego, los partidarios de Marco Enríquez Ominami se resisten a cualquier posibilidad de que sea otroel abanderado, cuando fue, sin duda, el que obtuvo más apoyo. Y otros, como nos consta, descartan cualquier proceso unitario que incluya al líder del PRO, después de que se descubrieran sus oscuras relaciones con la empresa de Julio Ponce Lerou.
Se sabe, asimismo, que Jocelyn Holt, con su 0.19 por ciento de apoyo sigue decidido a repostularse en un año más y reúne firmas con tal propósito. Lo mismo se rumora sobre Marcel Claude y Roxana Miranda, con sus 2.81 y 1.27 por ciento obtenido en las últimas presidenciales. En conclusión, hasta ahora la principal traba a la unidad tan demandada serían estas mismas figuras, más otras que han emergido en los últimos dos o tres años, como la de los diputados Giorgio Jackson y Gabriel Boric, aunque por su corta edad todavía no podrían aspirar a cruzarse la banda presidencial.
Con todo, existe una percepción generalizada en cuanto a las enormes posibilidades que podría tener la consolidación de un solo referente electoral de izquierda, como ha ocurrido en España y Grecia, donde algunos auténticos líderes están desafiando la histórica hegemonía o duopolio de los partidos socialista y conservador. Pero aquí el caudillismo vanguardista parece por ahora irreductible, sobre todo con la sospecha de que algunos de éstos aparecen suficientemente financiados y digitados para persistir en su atomización, favoreciendo, con ello, a las expresiones que han protagonizado toda la posdictadura. De ello habla que mantengan sus organizaciones y distintivos, que puedan viajar con fruición por el país y hacia el extranjero y, en lo personal, se los vea mucho mejor parados que la inmensa mayoría de los chilenos.
Se sospecha que algunos de los gastos reservados del Gobierno, como ciertas dádivas de los gobiernos de izquierda de América Latina, del Asia y del África pudieran estar colaborando con esta atomización. Algunos empresarios han reconocido, incluso, que les resultaría mucho más barato apostar a la división de estos grupos que contribuir a las campañas electorales de los que de todas maneras los van a favorecer mientras estén en el poder.
La experiencia de todos estos años nos dice que es muy poco probable, si no imposible, que todos estos partidos, grupos y caudillos puedan conciliarse en un único referente aunque fuera meramente electoral, como los son la Nueva Mayoría y el Chile Vamos, cuyas querellas internas suelen ser tanto o más fratricidas que la de los sectores vanguardistas. Porque al menos estos coinciden en la necesidad de una Asamblea Constituyente, derribar la orientación neoliberal de nuestra economía, como en apoyar los demandas populares ahogadas en los 26 años que han seguido a la Dictadura.
Cualquier observador puede dar crédito del “cabreamiento” nacional con la clase política gobernante que, además de sus incumplimientos y fracasos, ha demostrado tanta falta de probidad. Así como todo el mundo puede comprobar las continuas y crecientes explosiones sociales que podrían llevarnos a una serie confrontación como a un nuevo quiebre institucional. Pero, ni así, la llamada izquierda extraparlamentaria es capaz de proponerse la unidad como objetivo fundamental.
Ello hace que algunas figuras de la política, de la propia academia, del mundo social y cultural se sientan tentados a levantar un referente y destacar a un conjunto de líderes o, incluso, proponernos un abanderado que salga a competir con los revenidos partidos y referentes actuales que, en su sequía ideológica y despobladas organizaciones, parecen condenados a volver a postular a La Moneda, justamente, a los dos más cuestionados y obstinados ex presidentes de la República. Pensamos en figuras morales que podrían disponerse patrióticamente a irrumpir en la arena política y apelar al voto de esa mayoría de los ciudadanos que ya no concurre a las urnas. En la confianza, además, de imponerse a ese fatal divisionismo de la izquierda y a la terrible posibilidad de que quienes nos gobiernan logren, además de su impunidad, seguir aferrados a las instituciones públicas.
¿Será posible nuestra tercera vía?