La Unión Europea es el último de los imperios o entidades supranacionales creadas en la historia reciente de la humanidad. Su diseño y construcción utilizó un mecanismo y metodología totalmente diferente al proceso de construcción de imperios utilizados en los últimos 10 mil años de historia humana.
De acuerdo con Nicolás Maquiavelo, todos los imperios que se crearon exitosamente antes del siglo XVI fueron entidades políticas formadas por distintos pueblos, naciones y grupos étnicos. En este proceso de creación imperial, fue siempre el poder político y militar la fuerza o motor básico que permitió el nacimiento de estas entidades supranacionales. Detrás de todo este proceso de creación siempre existió un individuo superior poseedor de extraordinarios talentos políticos y militares y que gracias a su enorme sabiduría, astucia y gran fuerza física, juntó razas y pueblos de distintas etnias, ideología política, lengua, religión e identidad nacional.
Después de Maquiavelo, el único imperio que se creó en forma colectiva y mediante un proceso de interminables discusiones fue la Unión de los Estados Unidos de América. Después de la guerra de independencia, donde las tropas británicas fueron finalmente derrotadas y forzadas a abandonar el país, los ciudadanos estadounidenses pasaron más de 10 años discutiendo la formación de una nueva identidad política. De esta forma, la mal hecha confederación inicial de las 13 colonias, se transformó finalmente en nuevo gran Estado federal y su constitución terminó por escribirse a fines de 1778. Después de este exitoso ejemplo, casi todos los esfuerzos por unificación supranacional terminaron en profundo fracaso. Por ejemplo, la Unión Europea deseada por Napoleón a fines del siglo XVIII terminó en guerra total y devastación generalizada. La Unión Hispanoamericana iniciada en 1810 por Simón Bolívar, también terminó en un triste fracaso. Mejor suerte tuvo la unión brasileña y esto gracias a que la casa imperial portuguesa se trasladó al Brasil y la pericia política de los emperadores portugueses, facilitaron mucho este crucial proceso.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se fundó sobre las ruinas del viejo imperio zarista, imperio que tardó varios siglos en desarrollarse y consolidarse. Además fue la enorme pericia politológica de Lenin, la que facilitó el traspaso del poder de una fracasada elite imperial a una nueva y vigorosa elite comunista. Después de la desastrosa primera guerra mundial, los europeos una vez más intentaron la unificación del continente. Esta vez bajo la potente fuerza y astucia de Hitler. Pero una vez más, la fortuna no sonrió a Europa y el experimento nazista terminó en un rotundo y catastrófico fracaso. Algo parecido al fracaso que sufrió Napoleón a comienzos del siglo XIX. Es importante recordar que en ambos intentos de unificación europea por la fuerza de las armas, la oposición del imperio británico fue crucial en la derrota de las fuerzas que buscaban la unión continental.
Caso diferente fue el esfuerzo de unificación de China. El viejo imperio se transformó en república a comienzos del siglo XX. La brutal y despiadada lucha entre fuerzas burguesas y fuerzas proletarias duró varias décadas. Sin embargo, gracias a los excepcionales talentos politológicos de Mao Tsé-tung, las fuerzas comunistas triunfaron y así se creó la República Popular China, nuevo imperio que ocupó el lugar de la vieja China imperial.
Después de la segunda guerra mundial, los líderes de Alemania y Francia, decidieron iniciar un proceso de unificación continental, no partiendo primero por la unión política, sino basándose en un gradual proceso de unificación económica y comercial. Se pensó, siguiendo una vieja idea marxista, que la economía era más importante y poderosa que la política, y que si se creaba un sólido tejido de relaciones económicas en la Europa de post guerra, este enramado de intereses económicos, iba, inevitablemente a producir, la ansiada unión política. Fue así como en la década de los años 50 del siglo XX se creó la Comunidad del Carbón y del Acero entre Francia y Alemania. A partir de entonces siguió una cascada de tratados y compromisos de unificación económica, tales como el Mercado Común Europeo, la creación del la moneda única, el euro, y finalmente la creación de la Comunidad Europea.
Esta opción al parecer, ha resultado ser una estrategia fatal. Esto pues la política siempre es mucho más importante que la economía. Sin potentes lazos militares y políticos en sus inicios, un imperio armado sobre una plataforma de tratados económicos y acuerdos comerciales estaba condenado a un eventual fracaso. Las uniones económicas sólo duran mientras la economía anda bien. Pero si se produce una gran crisis económica, los lazos comerciales existentes entre las elites económicas que forman la Unión, siempre terminan por cortarse. Un imperio continental unido por un poderoso sentido de identidad compartida y espíritu de comunidad, puede resistir con éxito, las peores crisis económicas, políticas y militares. Esto es así, pues la inmensa mayoría de la población se siente miembro y parte de la comunidad y es precisamente esta fuerza la que impide la desintegración. En cambio cuando los lazos son puramente económicos y ellos son sólo favorables para las elites de cada unidad que conforma el imperio, las fuerzas de cohesión social son mínimas y ellas no pueden impedir la desintegración social, política y económica.
La gran depresión de 1929 no destruyó a los Estados Unidos de América ni tampoco destruyó a Brasil. En cambio la gran crisis del año 2007 (y que aún continúa) está destruyendo la Unión Europea. Es curioso que una vez más sea el Reino Unido (ex Imperio Británico) el que iniciará el proceso de desmoronamiento cuando sus ciudadanos decidan por votación política, salirse de la Unión Europea en los próximos días. Si todo esto llega a ocurrir, y eventualmente la Unión Europea deja de existir, se cumplirá la ley politológica ideada por Maquiavelo y que señala que sólo una poderosa cohesión social y verdadero espíritu de comunidad, es la potente fuerza que mantiene unida a una sociedad sea ésta una ciudad, un país o un imperio. La unión política es siempre más poderosa que la unión económica. Para ilustrar su tesis, Maquiavelo utilizaba la metáfora de una familia. Una familia unida por verdadero amor y amistad es siempre más estable, resistente y duradera que una familia unida por sólo intereses monetarios. De esta metáfora Maquiavelo concluye que la gran familia que es el Estado-nación debe mantenerse férreamente unido por su cohesión social y el poderoso espíritu de comunidad, simpatía y cariño de sus miembros. En la Unión Europea, sólo existe espíritu de comunidad en la oligarquía gobernante de Bruselas. Pero las masas populares europeas que son la inmensa mayoría de la población, predomina un sentimiento de lealtad a sus propias naciones y la lealtad hacia la oligarquía dominante es mínima e insignificante. Esta oligarquía se ha hecho enormemente rica, pero las masas populares cada día que pasa pierden derechos y beneficios. El ciudadano promedio de clase media y clase trabajadora, viviendo en el norte de Europa tiene un estándar de vida inferior al que tenía 30 años atrás. El ciudadano europeo de clase media y clase trabajadora viviendo en el este y sur de Europa, ha caído en la pobreza. Este es el fenómeno que ha gatillado el inicio de la desintegración del continente europeo.
Europa cometió el gravísimo error de creerse una superpotencia mundial y junto con los Estados Unidos han invadido parte importante del planeta. Han destruido ciudades y pueblos en el medio oriente, Asia Central y el Norte de África. A su vez, esta destrucción ha creado una marea humana de pobres inmigrantes que por todos los medios posibles tratan de llegar a Europa para evitar ser masacrados en sus propios países. La crisis económica de Europa más la invasión de inmigrantes han creado una tormenta perfecta ante la cual el barco europeo le será sumamente difícil salvarse.
F. Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt, Junio 2016