El título corresponde a la definición de una monarquía parlamentaria. En Chile tenemos la degeneración exacerbada de este paradigma vía el presidencialismo ridículo y autoritario. Pocos Presidentes de la República han tenido un comienzo tan auspicioso como el de Michelle Bachelet que ha sumado al poder ejecutivo la mayoría parlamentaria, sólo comparable con el de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), y las diferencias entre ambos períodos radica en que el Frei Montalva lo constituyó un partido único, en que la oposición se anidó en la misma Democracia Cristiana.
En el caso de la Presidenta Bachelet la combinación política que la ha apoyado va desde democratacristianos a comunistas, y la más fiera de las oposiciones la ejerce el clan Walker.
La Presidenta Michelle Bachelet, en este último período, ni reina, ni gobierna, pues quien lo hace por ella es el ministro del Interior, Jorge Burgos – cuyo calado político no le alcanza para “Premier”, y ni siquiera es un buen recadero de los opositores al gobierno, cuyos principales líderes son los Walker-Martínez a su vez, que no son ni la sombra de los jefes conservadores que derrocaron a Balmaceda -. No podemos afirmar que hay un vacío de poder y, a modo de ver, lo que existe es una profunda crispación, crisis de confianza, de credibilidad y una depresión política que conduce al nihilismo.
La filtración de las conversaciones telefónicas de Juan Díaz, un operador político de la UDI Popular – métodos que no se diferencias de los empleados por el PPD – pertenecen, no cabe dudad, a una especie de maquinación de la derecha, con el fin de desprestigiar a la “reina”. Si volvemos a los ejemplos de la Revolución Francesa – algo así como el asunto del collar, que tanto desprestigió a la reina María Antonieta -, afortunadamente, en esta ocasión la misma Presidenta Bachelet reaccionó oportunamente ante la canallada calumniosa de la publicación en la Revista Qué Pasa, de pretender implicarla en asuntos de dinero, en el caso Caval, y amenazó con emprender acciones legales en defensa de su honor.
El daño que su propio hijo, Sebastián Dávalos, y su nuera, Natalia Compagnon, han hecho a la Presidenta no sólo es irremontable, sino también de una magnitud sin límites, pues la nuera, movida por la ambición y rápido enriquecimiento, ha atraído a raíz del conocimiento del caso Caval lo peor del lumpen que rodea la actividad político-comercial del repugnante Chile neoliberal, cuyo característica principal es la anomia, expresa en una visión de la vida y el mundo, cuyo real objetico es el de enriquecerse sin importe los medios para lograrlo, sean lícitos o ilícitos- como decía Gardel, Siglo XX cambalache, maquiavelos y estafados, lo mismo un burro que un gran profesor -.
Muchos ciudadanos comparan la situación actual de la política chilena con la del Brasil, país donde se ha aprobado el comienzo del juicio político contra su Presidenta, Dilma Rousseff, sin embargo, hay varias diferencias: en primer lugar, los políticos asaltaron y robaron en la principal empresa del Estado, Petrobras, mientras que en el caso chileno los políticos han sido comprados por empresas privatizadas durante la dictadura de Augusto Pinochet y mantenida incólume por los traidores de la Concertación; en segundo lugar, los políticos ladrones brasileños – en su mayoría, senadores y diputados – reconocen haber impulsado, exitosamente, el juicio político y la eventual salida de la Presidenta Rousseff, a fin de ejercer su poder para lograr la amnistía en los casos de corrupción – lo reconoce el corrupto ministro de “Transparencia” de ese país – (afortunadamente estamos a años luz del golpe blanco de Estado contra la Presidenta Dilma Rousseff), pero sería bueno no escupir al suelo.
Es notable que en casi todos los casos de corrupción política aparezca un gran personaje, que no es Julio Ponce Lerou, como podría pensar la mayoría de los ciudadanos, sino el gran lobista, “el padre José”-( personaje que encarnó el papel de la “eminencia gris” en la monarquía, durante la regencia del cardenal Armand Jean du Plessis Richelieu, ) y que en Chile este “monseñor” está a la sombra de todos los procesos de políticos, económicos, comerciales y mercantiles que ocurren en este Chile hipócrita y transaccional, cuyo apelativo es Enrique Correa Ríos, que si no llegó a ostentar el título de “Monseñor”, pero comenzó sus estudios para tal cargo, en el Seminario de Ovalle. Correa tiene la habilidad para estar siempre detrás del trono, oportunamente y en el lugar adecuado, y puede ser a la vez un allendista puro y duro, como también el gran asesor de los millonarios pinochetistas – en este plano, es un buen discípulo de Joseph Fouché y Charles Maurice de Talleyrant -. Por otra parte, hay que reconocer la genialidad de Ponce Lerou para contratar los más inteligentes y poderosos asesores y, a su vez, todo tipo de acusación culpando a su “mozo” Patricio Contesse quien, muy bien pagado, feliz se lleva todas las culpas de los negociados ilícitos de su “amo” – hay que ser muy ingenuo para creer que en Chile existe igualdad ante la ley -.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
31/05/201