Se ha inscrito como partido el movimiento Revolución Democrática, creado hace cuatro años. Diría que surge como un partido de izquierda moderada o de izquierda no necesariamente marxista. Menos, anarquista.
Su Programa es más o menos el de los movimientos sociales de este siglo.
Su figura actual más relevante es Giorgio Jackson, diputado, ingeniero de la Universidad Católica. Los observadores lo vemos a la izquierda de la alianza de gobierno Nueva Mayoría y “a la derecha” de Izquierda Autónoma, del diputado Gabriel Boric.
Los buenos para hacer o no analogías nacionales, entre ellos los viejos como yo, suelen buscar parecidos de Revolución Democrática y de Izquierda Autónoma con los movimientos políticos surgidos en los sesenta: el MAPU y el MIR.
No veo esa analogía. El nacimiento de Revolución Democrática tiene más parentesco con el de la Falange de los años treinta. Surge de destacados jóvenes universitarios de la Católica y “rompe” con el partido católico de la época o se distancia estructuralmente de él: en los treinta, el Partido Conservador; ahora el Partido Demócrata Cristiano y por cierto la UDI y el gremialismo.
Estos años del siglo XXI, además, son, en Chile, más parecidos a los de los años treinta que a los de los sesenta: como en los treinta el peso conservador es asfixiante y todas las alternativas de poder postulan más o menos diversos “modelos” capitalistas, más o menos reformas tibias del estatus quo. A mediados de los treinta, como ahora, las revoluciones estaban o están pasando de moda y no se veían ni se ven en lontananza. Nada que ver con los sesenta, en los que el MIR y el MAPU se agregaron al PC y al PS pretendiendo (insólito para hoy) una mejor revolución socialista para Chile.
Los sesenta eran años para morir por la revolución. Los actuales son para luchar por las duras reformas.
Como una extraña coincidencia, además, RD, como la Falange de los cuarenta y cincuenta, tiene un líder que parte entregando sombra mucho más allá de los límites del partido. A Frei Montalva, en esos años, se le trataba como a Jackson hoy: una palmera en un macetero.
Confiamos en que ahora los jóvenes de Revolución Democrática podrán ser claves en la conformación de una nueva izquierda para Chile y, en el próximo futuro, en una alianza de izquierda-centro capaz de recoger las banderas de cambio gravemente dañadas y pisoteadas por la corrupción política y el acomodamiento en el poder.
Son una reserva moral, no sólo política.
Por ello su primera obligación es rechazar el apoyo de los grandes empresarios y funcionar con limpieza, de cara a la gente. Criticar con dureza. Por ello habrán de plantearse, para partir, el camino propio. No sonreír ni acomodarse con los banqueros ni los otros dueños de Chile. No congraciarse con los Penta y los que vengan, los Soquimich y los que vengan, los Luksic, los Angellini, los Matte, los Piñera, los Paulman.
No pueden aliarse hoy con los demócratas cristianos de León y Pizarro, con los pepedé del G90 o de Girardi y compañía, con los socialistas de Fulvio Rossi y Enrique Correa. Sería un suicidio de juventud.
No se ahogarán si en la primera elección no les va bien. El existir ya los tiene en buen camino.
Tendrán que desarrollar algo en que hoy aparecen débiles: una política hacia los trabajadores y los sindicatos; una propuesta para los subalternos del campo y la costa; una para las viejas y los viejos; una más clara para las mujeres trabajadoras y las dueñas de casas que están al margen.
Y por cierto, una nueva política internacional.
Chile por momentos parece una isla pero no lo es. No es que no deba serlo, no lo es. La economía no es “nacional”, en un mundo en eso globalizado, y menos teniendo recursos exportables sólo de materias primas.
Interesante es considerar, sin ataduras históricas, la posible relación con los sectores radicalmente progresistas de Perú (la base de la candidatura de Mendoza), de Bolivia y de Argentina; del Frente Amplio uruguayo, de la izquierda ecuatoriana; de la izquierda inglesa que surge en el laborismo; de la española, unida hoy en Podemos e Izquierda Unida, y de la norteamericana, que tiene en Bernie Sanders un candidato mucho más radical que lo que fue Michelle Bachelet.
El macetero puede no partir grande pero debe pensar, desde un inicio, como si lo fuera.