Debimos haberla matado, se habrán repetido cientos de veces sus torturadores cuando la vieron convertirse en la primera mujer presidenta de Brasil. O hubieran querido que también como a Evita, el cáncer la desapareciera (momentáneamente, porque es inmortal) del escenario político. Hay un antes y un después de Dilma en Brasil y en América Latina. Una mujer presidente venciendo al patriarcado. A la inequidad de género. Una mujer que desde el gobierno ha creado políticas de inclusión de género. Políticas sociales que han beneficiado a millones de parias que la oligarquía solo puede ver como peones y a los que ha explotado durante siglos y quiere seguir explotando.
La vida de las mujeres siempre ha sido cuesta arriba, seguimos luchando contra el peor de los enemigos: el patriarcado, de donde se deriva la misoginia y el machismo que tanto daño nos hace como sociedad y género. Mucho más difícil aún es para las mujeres que se atreven a desafiar los límites y las normas impuestas y participan activamente en política. Ser mujer, tener arrestos y la dignidad y la capacidad de dirigir una nación se paga caro en América Latina, si lo sabrán Cristina y Dilma.
Ambas mancilladas. Muchos de los análisis post golpe a Dilma, escritos por intelectuales y analistas políticos internacionales la condenan y la culpan por ser mujer.
Análisis hechos desde el patriarcado, subjetivos, con un alto nivel de misoginia y estereotipos. Con todo tipo de insultos, menosprecio y falacias.
A Dilma este golpe fraudulento se le ha dado desde la traición, el odio, el celo, desde el sentimiento de inferioridad por esa razón ha sido con saña. Un ataque contra el progresismo y la democracia que se gestó desde que Lula llegó a la presidencia y que aumentó la dosis de odio cuando fue Dilma la que tomó la batuta: demasiadas mujeres en el gobierno, demasiados afro descendientes, algo que no soportó el clasismo y la oligarquía y mucho menos el patriarcado.
Demasiados beneficios para los más golpeados del sistema, olvidados y explotados. Demasiada plusvalía para los parias, demasiada vida para las favelas. Demasiada visibilidad para las mujeres y demasiados derechos para la comunidad LGBTI. Desde ningún punto de las ideologías, del clasismo, de la opresión, de la visión neoliberal o de la democracia se puede negar el avance que ha tenido Brasil con Dilma como presidenta.
Su gestión ha sido respaldada por 54 millones de brasileños y, golpeada por 50 votos a traición de peones del capitalismo. Una de las nuevas modalidades del Plan Cóndor: golpes a dedazo con el apoyo de medios de comunicación que manipulan y juegan el papel de entes políticos.
No existe una sola prueba que la implique y, que busquen hasta por debajo de las piedras si quieren. Su pecado capital ha sido gobernar para los mancillados y crear políticas de inclusión, desarrollo e igualdad social. Buscar hacer valer la justicia en materia de Derechos Humanos. Dar voz a los invisibles y sueños a los nadies; eso no hay oligarquía, neoliberalismo y clasismo que lo perdone y lo permita.
Cortando la cabeza de Dilma llegan al corazón de los parias, por esa razón el ataque feroz desde la traición. Porque de frente perdieron en las urnas.
No pudieron con quien ha dado techo y ha puesto un plato de comida en las mesas de millones de marginados. Quien ha creado fuentes de trabajo, invertido en educación, salud e infraestructura. Con quién ha llenado de utopías las periferias antes oprimidas. Quien le apostó a los BRICS antes que al capital estadounidense y oligárquico de la región.
Quien no ha vendido el petróleo a manos azadonas. Con quien tiene una visión futurista de integración regional. Quien quiere para la infancia brasileña un desarrollo integral en su propio país para que no se vea obligada a migrar como en países de corte neoliberal, hacia la explotación estadounidense.
Quien quiere y pelea por los derechos para las mujeres para que dejen de ser vistas como seres humanos de tercera categoría.
Los 54 millones de brasileños tienen la obligación política y humana de tomar las calles y manifestarse pacíficamente defendiendo sus derechos, Dilma no lo puede hacer sola, Dilma los ha defendido durante su mandato, con su vida desde su adolescencia: ¡que no se olvide nunca que fue torturada por los mismos que ahora la quieren destituir!
Ahora les toca hacer valer ese voto y hacer escuchar sus voces. Nadie puede defender los derechos de los parias, más que los parias mismos. Por Dilma, por Brasil, por las favelas. Por el derecho a vivir en un país que se merece florecer. Por le memoria histórica, la dignidad, la identidad, por los Derechos Humanos y laborales. Por la plusvalía. Por la justicia, por la integridad y por el amor. Por los que estuvieron, por los que están y por los que estarán.
Dilma es inquebrantable, con ella no podrán. Pero no van por ella, van por los logros del gobierno progresista, van por los sueños de los parias. Van por la belleza inaudita de un Brasil floreciente. Ningún capital, ningún opresor, ningún poderío traidor ha podido nunca con la fuerza descomunal de un pueblo herido y honrado. Brasil, tiene que demostrar de qué está hecho. Es ahora. La lucha es hoy.
Hoy y siempre, mi amor y mi respaldo a mi presidenta Dilma y a mi patria Brasil.