Noviembre 20, 2024

El 70% de los votantes estadounidenses sigue apático ante las elecciones

 

La pugna electoral sobre quién asumirá las riendas del país más poderoso del mundo se está definiendo por una pequeña minoría de electores, mientras está en duda la estabilidad del actual sistema bipartidista, al persistir lo que algunos llaman una guerra civil en el Partido Republicano y la desaprobación mayoritaria a ambos partidos nacionales y a sus dirigentes.

 

 

En lo que ya se destaca como una de las elecciones más negativas y costosas en la historia del país, en la que los medios se fascinan con declaraciones, insultos, gritos y hasta golpes que han marcado la campaña del proto-fascista multimillonario Donald Trump, tanto contra sus colegas del partido como contra la precandidata demócrata Hillary Clinton, lo que se puede perder de vista es la mínima participación ciudadana en esta contienda democrática y la crisis de legitimidad que padecen las cúpulas de ambos partidos.

Aunque los medios han ofrecido la imagen de una intensa batalla electoral, que sugiere que la población estadunidense está inmersa en la definición del futuro de su liderazgo político mientras los candidatos luchan por los votos de cada ciudadano, el hecho es que la abrumadora mayoría del electorado –aproximadamente 70 por ciento– no se ha ni acercado a una urna.

Trump ha llegado a ser el virtual candidato republicano con el apoyo sólo de 4.7 por ciento del total de los votantes empadronados de este país, y Clinton con 5.6 por ciento, según FairVote, organización especializada en votación. Aunque hay un incremento en la tasa de participación, comparada con las elecciones intermedias de 2012, menos de 30 por ciento de quienes tienen derecho al voto han participado hasta la fecha en las primarias.

Del lado republicano la tasa de participación ha sido sólo de 17.3 por ciento, y entre demócratas de 11.7 por ciento, según el Centro de Investigación Pew. Trump ha captado 21.9 por ciento de todos los votos contados en las primarias hasta la fecha; Clinton ha ganado 25.7 por ciento del total de votos emitidos este año, según FairVote.

O sea, por ahora, la pugna no refleja las preferencias masivas del electorado.

Más aún, casi 60 por ciento de la sociedad tiene una percepción negativa de Trump, contra 36 por ciento que lo ve de manera favorable; Clinton es vista desfavorablemente por 54 por ciento y tiene una percepción positiva de 42 por ciento, según el promedio de sondeos de HuffPost Pollster.

A la vez, casi todo el liderazgo legislativo y ambos partidos son vistos de manera desfavorable por la gran mayoría. De hecho, cada vez menos votantes están afiliados a alguno de los dos partidos nacionales: 29 por ciento dicen que son demócratas y 26 por ciento se identifican como republicanos, mientras 42 por ciento se identifican como independientes, según Gallup.

No es sorprendente, pues, que casi dos tercios del país (65 por ciento) creen que el país avanza en dirección equivocada, y sólo 27 por ciento piensan que las cosas van por buen camino, según el promedio de encuestas elaborado por RealClearPolitics.

En este contexto, es menos sorprendente que la pugna electoral sigue definida por el surgimiento de candidatos insurgentes contra el establishment político y el consenso neoliberal que ha imperado entre ambas cúpulas durante más de 30 años.

Trump derrocó a la aristocracia republicana al imponerse como el virtual candidato presidencial contra los deseos de toda la cúpula. Hoy continúa la guerra civil dentro del partido. Jeb Bush y el ex candidato presidencial Mitt Romney se han sumado a la creciente lista de republicanos que han rechazado apoyar a Trump y que amenazan con no presentarse en la convención nacional.

El conflicto abierto entre las dos figuras más importantes del partido: Trump y el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, sigue sin solución, aunque se anunció que se reunirán este jueves. Pero por ahora no hay indicios de que esté por resolverse la crisis que ha estallado dentro del Partido Republicano y que según algunos altos mandos podría llegar a destruirlo.

Por el lado demócrata, Bernie Sanders, el socialista democrático, sigue asustando con la ola de apoyo que ha despertado para desafiar no sólo a la reina del partido, sino a sus patrocinadores empresariales. Por ahora Sanders sigue impidiendo la coronación de Clinton, ante la gran frustración de esa cúpula.

Sanders, el candidato electoral progresista más exitoso en la historia del país, está comprometido a llevar su revolución política hasta la convención nacional. Aunque es casi imposible que logre superar a Clinton en la contienda a estas alturas –aunque no se puede descartar aún–, busca transformar ese partido para regresarlo a uno que se dedicaba a los principios del New Deal (el marido de Clinton y sus aliados fueron los responsables del giro hacia un partido más pro empresarial y promotor de la políticas neoliberales).

Nadie puede pronosticar qué sigue. Casi todos los expertos, estrategas y comentaristas se han equivocado durante meses sobre la dirección de esta pugna electoral. Lo que aseguran ellos, por ahora, es que Clinton será la candidata demócrata y que derrotará a Trump en las elecciones presidenciales de noviembre. Pero son los mismos que, al igual que las cúpulas, nunca se fijaron mucho en lo que sucedía abajo, entre eso que se llama pueblo, y como resultado, una de las palabras más usadas para describir este proceso electoral es: sorpresa.

 

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