Noviembre 19, 2024

1ro. de Mayo en contexto de atentado artero contra la clase trabajadora

Fracasó por completo la estrategia de la cúpula de la CUT que confió en el Gobierno de Michelle Bachelet-Nueva Mayoría, en las diligencias personales de la ministra DC del Trabajo, Ximena Rincón, y en el parlamento binominal para recuperar derechos conculcados por la dictadura y nunca satisfechos durante toda la transición pactada.

 

 

En el fondo, y pese a sus dichos para la galería, fue un triunfo del ministro de Hacienda, el neoliberal y PPD Rodrigo Valdés. El hombre del capital y los empresarios en el poder Ejecutivo.

El inefable Tribunal Constitucional, un engendro antidemocrático de la Constitución pinochetista del ochenta, el organismo que a sus vez representa el consenso cuoteado entre la Nueva Mayoría y las ultraderechas unidas y recicladas en Chile Vamos (lo único que pueden cambiarse es el nombre pero es imposible que cambien su actitud de enemigos de la clase trabajadora), negó en la ley laboral la titularidad sindical y la extensión de beneficios por afiliación sindical al declararlos inconstitucionales.

En otras palabras, esta Constitución y sus dispositivos permite que aumente el poder empresarial y capitalista en detrimento de los trabajadores en la negociación  —siempre desigual debido al marco capitalista— por salarios y condiciones de trabajo de estos últimos.

Durante toda la negociación en el Congreso la ultraderecha de afuera de la Nueva Mayoría se apoyó, para debilitar la capacidad de negociación sindical, en la derecha de adentro y sobre todo en los tenores conservadores de la DC-PPD. Por supuesto que también en la falta de voluntad política y las debilidades de los otros partidos de “izquierda” del oficialismo junto con la negligencia del Ejecutivo.  

Fue, y hay que reconocerlo, una derrota táctica para toda la clase trabajadora que no logró darse una estrategia de movilización unitaria ante la clase empresarial corrupta. Y sin embargo, esta última está tan deslegitimada; no cumple con sus deberes democráticos (¡los mismos que osan dar lecciones de moral al hablar de deberes!), evade y elude impuestos; transgrede las leyes de la misma república plutocrática, flexibiliza y precariza la fuerza de trabajo y además paga bajos salarios. Y ahora gana en el TC …

Es hora de decirlo. Una clase trabajadora prisionera de las tenazas del endeudamiento del modelo neoliberal hasta la tusa, precarizada y fragmentada. Incapaz aún de levantar cabeza después de la terrible derrota del 73 cuando sus miembros más activos fueron físicamente aniquilados porque osaron hablar de poder y control obrero. Sin embargo, el sindicalismo y la clase trabajadora han contado desde los 90 con el apoyo de las mayorías ciudadanas y asalariadas del país. Pero con el silencio de la intelectualidad concertacionista que la declaró haber perdido centralidad, por lo tanto ser desechable.

¿No fueron los trabajadores y trabajadoras precisamente quienes lanzaron las primeras protestas sociales contra Pinochet sobre las cuales, más tarde, se encaramaron las cúpulas concertacionistas para negociar la transición pactada con los representantes de la dictadura allá por 1983-1984?

Se desperdicia así un caudal de simpatía y se acentúa la impotencia de un actor objetivamente fundamental en los cambios a efectuar en la sociedad capitalista bajo hegemonía neoliberal.  

Cabe constatar que condiciones para dotarse de un plan unitario para reconquistar derechos democráticos como la titularidad sindical, reconocida en el mundo entero, y revertir la correlación de fuerzas convocando a los otros movimientos sociales, por supuesto que hubieron.

En el plano internacional también contaban con apoyos morales importantes para la causa de la recuperación de los derechos colectivos de los trabajadores. Las centrales sindicales mundiales existen. La OIT los sostiene. La Fórmula Rand que se aplica por ley en varios países capitalistas obliga a los trabajadores a integrarse a uno de los sindicatos titulares que existen en una empresa para poder negociar a la interna y/o por ramas. Por cierto, estas leyes son siempre el resultado de luchas unitarias que convocan a la izquierda y a los demócratas; por lo mismo son inscritas en códigos laborales. Y cuando se las busca rebajar, las movilizaciones son multitudinarias y combativas contra los gobiernos que atacan los derechos sindicales, como hoy en Francia.

Después de este gran revés táctico los trabajadores tienen la responsabilidad de reflexionar acerca de sus errores. Deben intentar por medios propios resolver sus problemas de manera democrática para salir del estado de postración y asumir su rol: el de la clase trabajadora que en las sociedades capitalistas crea la riqueza en condiciones de explotación y abuso, pero que al mismo tiempo debe luchar por darse los instrumentos (el sindicalismo entre otros) para disputarle el poder a la clase capitalista que la despoja y se apropia del fruto del trabajo; concentra la riqueza con la ayuda de sus leyes mal habidas; utiliza su dinero para capturar la política y corromper las instituciones. Y como si fuera poco, con sus proyectos depredadores, atenta contra el medio ambiente y la vida sana.

No estamos hablando de 1 empresario en particular, por más rico, “poderoso” y detestable que sea; por mucho que se llame Andrónico Luksic. Estamos hablando de una clase social propietaria, que en las sociedades capitalistas actuales responde solo a su propia lógica de acumulación de poder y riquezas, y que para los manejos jurídico-legales dispone de un cuerpo de abogados y de representantes políticos que la sirven y gobiernan para ella.   

 

 

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