A un cuarto de siglo del supuesto retorno de la democracia moderna, el único signo que nos queda de ella es el voto, la cuasi capacidad de elegir. Tampoco podemos considerar vivos los conceptos republicanos del país cuando tenemos dañados el control recíproco de los poderes, la igualdad ante la ley o la realización de la justicia y el sentido del bien común. Todos estos pilares que fundamentan la república, la cual se sustenta en el imperio de la ley, fueron y son avasallados por cada uno de los actos de corrupción política (cohecho-sobornos) y los delitos económicos (colusión-carteles) realizados por los políticos y empresarios del país y que quedaron y siguen quedando impunes.
Pero esta debacle también es nuestra responsabilidad como ciudadanos. No supimos defender un concepto básico de la república como lo es la periodicidad en los cargos. Elegimos una y otra vez, a los mismos representantes, creando con ello “clases políticas” y lo peor, promovimos la “dinastía política” eligiendo a sus hijos y parientes. En resumen, alimentamos sus egos, su arrogancia y creamos a estos nuevos monarcas de corbatas, a estos dioses del poder ejecutivo, legislativo y también judicial (aunque ésta es otra historia).
Y como tal, estos soberanos y príncipes gozan sueldos de reyes y piden más tributos para llenar sus arcas, aumentando unilateralmente sus dietas parlamentarias o amplían la cantidad de congresistas (para incorporar a otros de su estirpe) o bien, estos dioses en su calidad de tal se pagan sueldos vitalicios; roban y quedan impunes; crean leyes que reducen la prescripción de sus delitos u ofrecen infierno a quien divulgue sus espurios movimientos y al igual que los antiguos faraones, su deificación se produce con su muerte.
Entonces, de esa república democrática que soñamos construir con el derrocamiento político de la dictadura, ya no quedan los poderes republicanos; la soberanía de la ley; la responsabilidad política y de funcionarios públicos; la igualdad ante la ley ni la libertad de prensa. De esa democracia ganada, sólo nos queda el sufragio y derecho a voto. Pero, de poco sirve, si los plutócratas han sido capaces de mantener a través de sus representantes de derecha (UDI-RN) un sistema político económico que beneficia a la élite más rica sino que además, han sobornado a los políticos que buscaban terminar con la oligarquía y su sistema abusivo y desigual.
No sirve votar, si los políticos de derecha abiertamente trabajan para crear leyes que van en beneficio de las élites económicas y de los intereses de las empresas nacionales e internacionales que los contratan y pagan. No sirve votar, si el gobierno y los políticos que debiesen defender los intereses de todos los chilenos, hacen oídos sordos a terminar con la corrupción y crean leyes que sustentan la oligarquía. Es decir, nos encontramos frente a un voto que se traduce en una autocracia, donde los ciudadanos no participan en la creación de leyes que dignifiquen la democracia sino que el gobierno va constituyendo el poder desde arriba hacia abajo.
· En una república no es posible el secreto de Estado, sin embargo, la ley de transparencia de anti filtraciones, parece legalizar el secreto de los delitos políticos!
· En una república, debe prevalecer la igualdad ante la ley, no obstante, la impunidad de la corrupción de empresarios y políticos deja en evidencia que no existe igualdad. Una ley que reduce la prescripción de los delitos electorales, comprueba desigualdad!
La situación que acontece en otros países vecinos como Brasil, parece ser el futuro escenario político de Chile, y es un daño enorme que generamos a nuestras naciones, no sólo en inestabilidad y polaridad de la ciudadana sino en la credibilidad de la democracia que nos costó recuperar. Para ello voy a citar dos opiniones:
La primera del periodista uruguayo, Raúl Zibechi, “Hay una polarización social muy fuerte, en un clima de corrupción. Quiero aclarar que todo el sistema político brasileño es corrupto, también el PT, que la izquierda tenía la esperanza que no lo fuera” “Las clases denominadas A y B por ingresos en Brasil, las que ganan más de 5 salarios mínimos al mes, aglutinan alrededor de 30 millones de personas. O sea, esta nueva derecha tiene una base social importante. Y no es una derecha golpista, católica y militarista como la de las décadas de 1960 y 1970. Es más bien una derecha moderna, que usa Internet, que no censura el consumo de marihuana ni la despenalización del aborto.”
La segunda, son las palabras en Facebook de Ronaldo Gaspareto B., un ciudadano común, “no me importa el partido, no me importa si es hombre o mujer… Robó… Tiene que pagar. Quiero para mi país un lugar justo… Que yo salga en la calle sintiendo la seguridad policial, que el bandido tenga miedo, que lo incorrecto sea vergonzoso” “Usted brasileño, no se enamore de un partido, enamórese del país. Un partido no es la solución, la solución es usted, querer un país mejor y luchar por él.”
Al contrastar ambas opiniones podemos ver el inmenso daño que genera a la democracia y a la república, la corrupción. Esto es obvio, porque cuando la inmoralidad como en Chile, se va extendiendo de lo empresarial a lo político, por falta de una normativa fuerte y efectiva contra los delitos económicos (monopolio-carteles-colusión) y además, esta corrupción se desarrolla transversalmente en la política, es decir, no solo afecta a los políticos de derecha que trabajan descaradamente para estos clanes económicos sino que también involucra a gobiernos y representantes que fueron elegidos para defender la institucionalidad y el interés del país, se crea una incertidumbre nacional y caos.
Al igual que en Brasil, nuestro país tuvo una escalada de corrupción en los gobiernos de la concertación, desde Aylwin (desvíos de fondo de la Oficina Nacional de Emergencia-Digeder-Desmalezamiento de la Refinería de Petróleo de Concón-Compras de computadores-aduanas); Frei (Malversación Empresa Nacional de Carbón-Oficina Nacional de Retornos-Mineduc-Esval-INJUV-JUNAEB-Copeva-MOP) y las monstruosas cifras de Lagos (Indemnizaciones-MOPgate-Banco Central-Inverlink-Corfo-Codelco- Chiledeportes). Estos ilícitos, llevaron al triunfo de la derecha en Chile con el gobierno de Sebastián Piñera, quien ofrecía hacer en 20 días lo que la concertación hizo en 20 años y terminar con la corrupción. No sólo no cumplió, sino que hoy se ven los resultados de su gobierno en beneficio de las empresas (caso del royalty que benefició a SQM)
Y hoy, además de estas prácticas vemos soborno y financiamiento ilegal de diferentes políticos (no sólo de derecha), y lo peor es que da la impresión que se quiere ocultar. ¿Si ya fracasó la concertación por los acontecimientos señalados porque insistir? ¿Qué pasa con la nueva mayoría? Es más, no creo que todos los políticos estén involucrados, puede ser una gran mayoría. Pero es tiempo de limpiar la casa porque el desencanto ciudadano puede gatillar en rebelión, manifestación y contra manifestación, que conducen a confrontaciones, polarización, ingobernabilidad y hasta una posible guerra civil.
Por ello es importante, encauzar a nuestra patria en la institucionalidad de una verdadera república que lucha por el bien país, que establece las bases de una soberanía fortalecida y avocada a erradicar la corrupción en todos los ámbitos; una normativa que promueva la igualdad de derechos y deberes de todos y cada uno de sus ciudadanos; una república donde los poderes que la sustentan, funcionen y se auto controlen. Y eso es responsabilidad de todos los políticos probos (de cualquier tendencia, si la diversidad es necesaria, pero no una diversidad corrupta).
Los empresarios querrán siempre ganar más, su lema es “ganar, ganar”, pero el deber de los gobiernos, es controlar que lo hagan dentro del marco legal y la responsabilidad de cualquier político es la de no dejarse sobornar. Si esto no cambia, podemos señalar que nuestra república ha sido secuestrada por la corrupción. Es tiempo de enmendar rumbo e ir por el mismo sueño de ese joven brasileño que pide como deber ciudadano, seguir enamorados de nuestro país.