Diciembre 26, 2024

Tu generación y la mía unidas tras el mismo objetivo: Asamblea Constituyente

Luego de varias décadas viviendo esperanzada en concretar sus pensamientos, mi generación siente que ha comenzado a surgir un andamiaje de mujeres y hombres, todos jóvenes, dispuestos a poner atajo a tanta traición y corrupción

 

 

¿Qué edad  tienen ustedes? ¿Menos de 50 años? ¿Nacieron, crecieron, durante los calendarios de la dictadura? No se preocupen, no son un ‘caso raro’ ni tampoco una excepción a la regla. Son, simplemente, algunos más dentro de millones.

No es vuestra culpa ni vuestro pecado el que les educasen bajo los parámetros de la cultura del lucro y de la insensibilidad social, de la desinformación, la lujuria consumista, del individualismo y la tecnología como divinidad. Tampoco es mi responsabilidad haber sido formado en otra cultura: en aquella de la solidaridad, del amor a lo nuestro y al respeto por las raíces de un país pequeño y pobre, pero altivo. No es vuestra ni mía la culpa de haber sido armados humanamente en tan diferentes concepciones de mundo y de sociedad. O tal vez sí sea nuestra la maldita culpa. Vaya uno a saber.

Lo que sí sé, es que en más de una ocasión hemos pensado de manera distinta, tanto en lo cultural como en lo político. Yo provengo de una sociedad en la que ser profesional universitario ameritaba reconocimiento y respeto urbi et orbi, pues en aquellos años existían solamente nueve universidades en el país, y para ingresar a una de ellas había que empinarse alto en el desaparecido y temible Bachillerato (que terminó el año 1966), o en la Prueba de Aptitud Académica, cuya presentación en sociedad se hizo el 11 de enero de 1967. Tampoco se requería dinero para matricularse en una determinada Facultad y proseguir los estudios pertinentes. Sólo conocimientos y capacidad eran las únicas llaves.

Ustedes, en cambio, proceden de una sociedad y una época donde la exageración de ofertas de compraventa parece seguir siendo el motivo único de la existencia. Con ello, durante largas décadas, el verbo ‘transar’ se convirtió en alma del quehacer humano, ya que todo se compraba, se vendía, se alquilaba y se remataba….todo… incluyendo a las viejas ideologías que -reconvertidas a la fe neoliberal- sirvieron sólo para reafirmar la voluntad comercial de la política contemporánea.  Es por ello que pude entender vuestra anterior postura de desidia en lo político, ya que fueron ingenierilmente armados para el consumo y la fiesta sin fin. En gran medida se les enseñó que los recursos naturales del país no debían ser defendidos cual tesoros nacionales, porque lo importante radicaba en la capacidad económica de quien los manejara y administrara.

Desde muy niños se les inculcó la máxima principal del neoliberalismo. “preocúpense de aprender a clavar extremadamente bien un clavo, y despreocúpense de todo lo demás”, o… “esmérense en ser los mejores cocineros, sin preguntar de dónde provienen los ingredientes de las recetas, ni quién los sembró, o quién los cosechó, ni nada parecido”.  Pero, los enemigos del pueblo y de la patria no lograron que ustedes se acostumbraran  a creer que Chile sólo era una playa turística o una camiseta de una selección de fútbol, pese a que para ello les capacitaron con el indigno propósito de que se interesaran en distinguir entre Nike, Adidas, Puma y otras marcas comerciales, cuestión que era vital para la buena salud del artefacto expoliador.

Sin embargo, a pesar de los pesares, y aún en contra de lo que a rajatabla se les inculcó a nivel de internalización de ideas y conceptos, lograron dar sólidos pasos en algunos términos, como por ejemplo no seguir considerando a la libertad cual enemiga de la civilización, ni postrarse ante el “derecho a consumir” –lo que equivale, en buen castellano, a “endeudarse hasta morir… y más allá”- como si fuese un mandato divino. 

Para decepción de quienes creyeron ser vuestros ‘maestros’, ustedes supieron sacudir el yugo de iniquidad e ignominia que colocaron en sus cuello con el apoyo de la prensa yanacona y la telebasura, sustentadas ambas en una educación mercantilizada, clasista y superficial. Descubrieron ustedes que los detentadores de la férula –aquellos que administran el sistema- sienten pánico cuando sus ‘mandados’ –vale decir, tú, yo y todos los demás- deciden hurgar sobre la pátina de la mediocre banalidad a objeto de llegar a profundidades donde se encuentran -aún vivas- Arte, Cultura, Historia, Raíces y Justicia Social.

Siempre sentí una especie de certeza respecto a vuestra generación. Estaba obsesionado con mi seguridad en esa materia. Sabía, casi a ciencia cierta (y no erré) que más temprano que tarde iban a alzar la voz para decirles a los expoliadores de siempre que no aceptarían “la venta del país” ni el statu quo  de una educación clasista, cara y de mala calidad. . Me parecía muy extraño que aceptaran calladamente la idea y propósito de los vendepatrias, cual es destazar Chile para que sus trozos queden en manos de particulares, muchos de ellos –además- extranjeros.

Luego de varias décadas viviendo en la soledad de nuestros pensamientos, mi generación siente que por fin ha surgido un andamiaje de mujeres y hombres, todos jóvenes, dispuestos a poner atajo a tanta traición, corrupción y ‘cogoteo’ a los recursos naturales y humanos. Llegó el  momento de saber que podemos unirnos a un colectivo que lucha por los mismos principios y objetivos que han marcado nuestras existencias, y que posee –respecto de la política y la economía- una lectura similar a la mía, ya que concordamos al expresar que el autoritarismo y ‘pelafustanería’ que distingue a la mal llamada ‘clase’ política es responsable de la castración que experimenta nuestra débil democracia, tan lejana, además, del verdadero republicanismo que acostumbran lenguajear algunos parlamentarios.

¿Qué democracia es esta, donde un grupúsculo de empresarios y políticos asociados en inefables concordatos, vende los recursos naturales a precios risibles, dejando a las inconsultas mayorías sin derecho alguno para delinear el futuro propio y de sus hijos?  ¿Qué tipo de democracia es esta, donde la fraternidad, igualdad y soberanía popular son meras frases poéticas y demagógicas sin sustento en la realidad, ya que las ‘elecciones de autoridades” se basan en un fraude que comienza con la presentación de candidatos que forman parte de los mismas cofradías que depredan al país?

Quienes actualmente sustentan el poder político en Chile y lo administran, han demostrado a cabalidad que no son gobernantes sino, en estricta esencia, son una especie de mesa gerencial que negocia y comercia a placer los recursos naturales y humanos de la nación, haciendo tabla rasa con las esperanzas y deseos de la sociedad civil cual si esta no existiera.

La derecha chilena basa su quehacer político y económico en un hecho que ya no se condice con los tiempos actuales, pues ese segmento de nuestra sociedad apuesta al inmovilismo histórico en el que cree a pie juntillas, habida consideración que la masa de chilenos insertos en la precariedad no es un asunto nuevo -de esta época-, sino que se trata de un hecho cuyas raíces están aferradas en la Historia desde tiempos coloniales cuando la peonada era inmensa mayoría en la patria, la que años después se transformó en marginalidad citadina viviendo en poblaciones ‘callampas’ o, simplemente, bajo los puentes de cualquier río que cruzara una ciudad.

Y porque aún tenemos patria, y queremos seguir teniéndola, así como deseamos no regalarla a ambiciosas manos privadas, ni pretendemos restarnos de nuestra responsabilidad histórica respecto de construir, por fin y en serio, una democracia verdadera y una república enhiesta y gallarda, es que muchos, miles, millones en realidad, deseamos estructurar una Asamblea Constituyente de la cual habrá de surgir la batería de cambios que la mayoría de nuestra sociedad civil impetra, y de la que los poderes fácticos, la derecha económica y los políticos tradicionales (obesos mórbidos de tanto chupar la teta del Estado y comerciar en su favor los recursos del país) se sienten amenazados… pero, amenazados no en su integridad física ni moral, ni tampoco sienten que el país lo esté, sino, puntualmente, ven en esa Asamblea el principio del fin de sus arreglines, traiciones al electorado, corruptelas y dinero dulce mal habido.

Tiemblan de sólo pensar que no podrán seguir ‘engordando’ mediante la venta -por kilos y toneladas- del Chilelacustre, minero, marítimo, agrícola, forestal y educacional, a empresas predadoras que les pagan por sus servicios de cipayos y judas.

Por todo ello, queridos jóvenes, nuestras respectivas generaciones se unen y se coluden en beneficio de la libertad, la independencia y la sanidad de nuestra  patria y de nuestro pueblo. El camino está claro; la única vía posible es una Asamblea Constituyente.

 

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