La campaña de las primarias presidenciales en EE.UU. se desarrolla en un ambiente inesperado y el cual pocos habrían podido predecir algunos meses atrás, caracterizado principalmente por la insurgencia hasta ahora exitosa de las campañas de los Srs. Trump y Sanders. Campañas, que representan a importantes grupos totalmente desafectos de las direcciones partidarias, las cuales según ellos, han demostrado por más de 40 años ser totalmente indiferentes a los problemas de importantes secciones del electorado.
Esta insurgencia ha traído al tapete de la discusión política asuntos totalmente vedados hasta hace algunos meses atrás, lo cual ha obligado a los medios, y las elites del país que los financian y los dirigen, comenzar a discutirlos, aunque como de costumbre a menudo de una manera muy parcial a sus intereses. Por ejemplo, cuando en un debate presidencial republicano en Carolina del Sur el Sr. Trump le enrostrara al candidato Sr. Jebb Bush que su hermano, el presidente G.W. Bush, había comprometido al país, al ejército y al dinero de EE.UU, en una guerra inútil y desastrosa en Irak basado en falsedades, los medios en coro sentenciaron que este sería el fin de la candidatura Trump, ya que él había tocado algo sagrado como es la palabra de un presidente. Como los medios lo informaran, esta Carolina es un estado muy patriótico y ligado al ejército cuyo comandante en jefe es el presidente, sin embargo a pesar de esto y en contra de los vaticinios de los medios, el Sr. Trump barrio con sus contrincantes resultando esto en el retiro de la candidatura el Sr. Bush, el delfín de los millonarios y de la conservadora dirigencia partidaria.
Sin lugar a dudas el discurso xenofóbico, racista, machista y a veces violento del Sr. Trump, es totalmente condenable, pero al mismo tiempo desde el punto de vista político, además de condenar sus acciones, es importante analizarlas, investigar sus fuentes y estudiar sus potenciales resultado políticos. Es imposible examinar en un artículo de este tipo todas las facetas, proyecciones y el significado de la candidatura del Sr. Trump, pero algo es indiscutible y es que con él se identifica un grupo importante, mayoritariamente de raza blanca, que ha visto un importante menoscabo de su situación económica y de su movilidad social, y que carece de una visión de futuro para ellos y para sus hijos. Las políticas neo liberales de los últimos cuarenta años en el país, auspiciadas por demócratas y republicanos, han generado especialmente en zonas rurales una masa importante de desempleados y gente viviendo con sueldos exiguos que los mantienen crónicamente en la pobreza, y que además carecen de adecuados servicios incluyendo educación, seguridad social y salud, y con sus comunidades afligidas por la droga adicción de todo tipo y el alcoholismo; factores que impactan todos negativamente con la preservación de una adecuada organización familiar y en su salud y en sus expectativas de vida.
Este grupo de trabajadores que había experimentado el estancamiento de sus bajos sueldos por más de treinta años, sufrió el golpe de gracia en sus finanzas con la crisis del año 2008 durante la cual ellos, y además la población afro americana e hispánica, perdieron desproporcionadamente sus empleos, y trillones de dólares en sus viviendas hipotecadas, las cuales por hipotecas impagas fueron traspasadas a los bancos. Este tremendo golpe económico del cual aún esta población no se recupera, y el hecho que de este grupo provengan importante contingentes de voluntarios para el ejército estadounidense, en el cual han experimentado sus inútiles y desmoralizantes esfuerzos bélicos en Irak y Afganistán, hace que sea un grupo muy desafecto al sistema político imperante, ya que el prometido “sueño americano” les parece inalcanzable. El lema del Sr. Trump de “Estados Unidos primero” encuentra eco en este grupo, que además de sus desmedrada situación económica y social, experimenta una inmigración en aumento que compite por escasas nuevas fuentes de trabajo y que advierte además que se gastan trillones de dólares en guerras innecesarias y sin resultados, con un sistema político incapaz de responder a sus necesidades más básicas, como trabajo bien remunerado y educación y empleos para sus hijos. La estrategia electoral republicana desde los 1970, la época de Nixon, se ha caracterizado por usar el racismo disfrazado para atraer a este grupo de votantes, y además de demócratas e independientes especialmente en los estados del Sur, con importantes poblaciones afro americanas.
Este racismo subyacente, pero políticamente efectivo, se oculta con el discurso de las buenas políticas fiscales, promulgando leyes que restringían el derecho a voto de las minorías de manera preferencial, que disminuían los impuestos porque el pago de ellos se usaría en subsidiar a las necesidades de estas minorías, que debilitaban el rol activo y regulador de los gobiernos estatales y el federal en las esferas económicas y políticas porque este rol también favorecería a las minorías y por último con leyes contra la delincuencia en que retrataban a estas minorías como perenes malhechoras y parasitas del resto de la población trabajadora. Este mensaje de racismo codificado fue políticamente exitoso, y aseguro por dos periodos las presidencias del Sr. Reagan y algunas de sus premisas fueron también incorporadas más tarde a programas del Sr. Clinton, asegurando sus dos elecciones. Sin embargo, este racismo abandono parcialmente sus ropajes de aparente civilidad con la elección del Sr. Obama, un presidente afro americano. Adquiriendo un tono crudo y virulento que fuera diariamente estimulado por políticos republicanos de todo el espectro partidario, incluyendo el Sr. Trump, y cuya manifestación política más evidente fuera la organización del grupo ultra reaccionario del Tea Party, grupo que entre otras cosas absurdas propagaba el rumor de que el presidente Obama había nacido en África, lo cual de acuerdo a la constitución lo hacía un presidente ilegitimo.
El cambio de la composición de la población en EE.UU., debido especialmente a la migración hispánica, le ha generado al partido republicano una situación eleccionaria difícil. Porque este está identificado, como un partido que responde más que el demócrata, a los intereses de la gente adinerada y del 1% relacionado con Wall Street. Población cuyos intereses son muy disimiles de aquellos de las minorías afro americanas e hispánicas y de los migrantes recientes de esta última, que en varios estados constituyen una parte importante del electorado y cuyos votos son cruciales en la elección presidencial. La emergencia de la candidatura Trump, al traer a la superficie de la discusión política el racismo hasta ahora solapado, ha colocado a la dirigencia republicana en una situación muy difícil, ya que esto le enajena el voto de las minorías, que junto con el voto de las mujeres, son imprescindibles para una victoria de republicana en las elecciones presidenciales y parlamentarias de este noviembre. La candidatura Trump también ha dejado al descubierto que por más de cuarenta años un importante grupo de trabajadores blancos ha votado por el partido republicano, al mismo tiempo que ellos han experimentado un retroceso en sus niveles de vida y en su movilidad social. Esta desmedrada situación los ha empujado a rebelarse contra las directivas partidarias y a desoír su llamado a la lealtad siempre centrado en las entelequias de derecha como la familia, la religión, la patria y el orden, las cuales ignoran los factores económicos y sociales que las afectan negativamente.
Pero no es solo el primitivo racismo lo que ha empujado a este grupo ciudadano a encontrar un líder en el Sr. Trump, sino que el hecho que su lema “E. Unidos primero” también significa según él, acabar con los tratados de libre comercio que eliminan los puestos de trabajo en el país y disminuir las proyecciones de las fuerzas armadas en el mundo, incluyendo la OTAN, para concentrar el presupuesto a la solución de los innumerables problemas domésticos. Es imposible analizar, sin aparecer futurista, cuanto de demagogia existen en estos pronunciamientos del Sr. Trump, como así mismo en aquellos que indican que el mejoraría el sistema de seguridad social y aseguraría asistencia sanitaria de manera universal. Lo que si es cierto que todos ellos van a contrapelo de la plataforma republicana basada mayoritariamente en la privatización de toda la actividad económica en el país para beneficiar al 1%, y el velado racismo, que hasta ahora había producido muy buenos dividendos políticos y con el cual se quería continuar enfrentando esta contienda electoral. El hecho de que el Sr. Trump sea potencialmente un candidato inelegible por sus patente racismo y su machismo y de que sus pronunciamientos económico-sociales, demagógicos o no, se alejen de la ortodoxia neoliberal lo convirtieron en un enemigo del grupo de multimillonarios que financian al partido republicano. Esto ha resultado en una campaña financiada por ellos, “Parar a Trump”, para de alguna manera evitar su elección como candidato ya sea interfiriendo en las primarias o en la convención republicana. Esta campaña es diferente de la campaña organizada por grupos progresistas que combaten al candidato por sus pronunciamientos racistas, machistas y divisionarios de la población.
Los medios informan de todos estos esfuerzos para detener la marcha del candidato Trump, condenando a menudo sus pronunciamientos más atroces, sin embargo las noticias raramente van más allá y exploran las raíces históricas y los problemas socio económicos del país, que explican el logro de su candidatura y el eco que ella encuentra en importantes grupos de la población. Sin lugar a dudas su éxito, lo mismo que la emergencia de la candidatura del Sr. Sanders, ha cambiado al parecer de manera importante la dinámica de la política en el país ya que por primera vez en muchos años la discusión política ha sobrepasado los límites de la coreografía estereotipada y quimérica, controlada por las directivas partidarias y los medios de información, y ha comenzado a examinar los problemas reales que afectan a importantes sectores de la población y a proponer soluciones para ellos. Tal vez esto anuncia el comienzo del fin del paradigma que el historiador Laurance Shoup ha descrito con las siguientes palabras “Cada cuatro años un gran número de ciudadanos invierten sus esperanzas en las elecciones presidenciales, y esperan elegir a un redentor, alguien que haga sus vidas más llevaderas, alguien que suba los salarios, que cree trabajos con buenos sueldos, que asegure los derechos de los sindicatos, que consolide la salud para todos y que reconstruya la infraestructura del país y acabe con las guerras y el militarismo. Sin embargo esto es imposible, ya que los candidatos potencialmente “elegibles” han sido ya seleccionados en la primaria oculta del dinero y del poder del 1%, que se benefician del status quo”