Noviembre 19, 2024

Surgen dudas sobre el objetivo de los Panamá Papers

La revelación de casi 11,5 millones de documentos secretos de un bufete de abogados en Panamá especializado en la creación de cuentas y empresas offshore levantan cada vez mayores dudas por su turbio origen. Es a todas luces incorrecto comparar lo sucedido a Mossack-Fonseca con el trabajo realizado por Wikileaks que responde a una transparente investigación y no a un hackeo a computadoras. Wikileaks no se basa en fuentes anónimas como sí lo admite en este caso el periódico alemán Süddeutshe Zeitung.

Una gran duda la genera el promotor del presunto escándalo, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), con sede en Washington, el cual no oculta que es financiado por los denominados tanques pensantes (Think Tanks), arma utilizada por círculos de poder de Estados Unidos comúnmente denominados establishment, en sus campañas ideológicas y de desestabilización política.

También genera mucha desconfianza que de esa montaña de papeles apenas se ha publicado menos de uno por ciento y se buscan pretextos para justificar la no divulgación de los demás en los que debieran aparecer miles de instrumentos offshore usados por grandes empresas de Estados Unidos y Europa y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

En cambio, aparecen entidades rusas a las que peregrinamente se les vincula forzosamente con el presidente Vladimir Putin sin demostrar nexos comprometedores. Tampoco se explica que las sociedades offshore están legitimadas por el propio sistema judicial capitalista y que el delito no consiste en poseerlas, sino en el uso ilícito que se les den.

Jamás aclararán que son instrumentos conscientemente creados por el gran capital para legitimar el fraude, la evasión fiscal y hasta el blanqueo de dinero, y que mayorean en las sociedades de las grandes urbes desde antes de la revolución industrial inglesa, el surgimiento del mercado bursátil y sus entidades supervisoras que nunca han cuestionado el offshore aunque hablen mal de los paraísos fiscales.

La respuesta a esa presunta incongruencia está en que más del 90 por ciento de los grandes capitales que forman los offshore son de reconocidas empresas de Estados Unidos, Europa y Japón.

En ellas están muy involucrados bancos poderosísimos como el USB, centenaria sociedad suiza global de servicios financieros con sede en Basilea y Zúrich, y el archiconocido HSBC, una empresa multinacional de banca y servicios financieros con sede en Londres, Reino Unido, originada hace un siglo en el entonces Hong Kong británico, y siempre liado en fraudes financieros. Ambas operan también en Panamá.

Las 240 mil empresas offshore que Mossack Fonseca ha creado en 40 años para vender legalmente al mejor postor, son un pequeño lunar al lado de más de 10 millones similares que hay en Estados Unidos, Europa y Japón, las cuales concentran los 26 billones (millón de millones) de euros que la Tax Justice Network (dirigido por James Henry, execonomista principal de la consultora McKinsey), calcula están escondidos en paraísos fiscales.

Sin embargo, las computadoras de Basilea, Zurich, Londres, Delaware, Wyoming o Nevada en Estados Unidos donde tienen sus sedes, no han sido hackeadas, ni en los papeles revelados aparecen empresas o bancos emblemáticos de esos países que son los lugares donde se realizan las transacciones más grandes en el mundo de las finanzas.

Al final, los Panama Papers son papeles mojados sin efecto judicial legal más allá del moral para aquellos individuos con cargos públicos incapaces de demostrar ante un tribunal que sus inversiones offshore tienen un objetivo lícito ni que a través de ellas burlan al fisco o caen en delitos más graves como parece haber sido el caso del exprimer ministro de Islandia Sigmundur David Gunnlaugsson, o hipotéticamente el del presidente Mauricio Macri, a quien le está costando mucho trabajo ser transparente y demostrar que las tres empresas offshers que administró son una banalidad.

Lo más claro en todo este oscuro panorama es que se trata de una maniobra de manipulación a gran escala y altos niveles cuyo objetivo no ha sido descubierto, así como tampoco si han sido o se van a lograr, y de la cual solamente se conocen a los testaferros pero no a sus autores intelectuales.

Es, sin lugar a dudas, un proceso en evolución y ebullición, que lo mismo puede encender la pradera o esfumarse como aquellos volcanes que amenazan con una gran erupción y termina con una inofensiva fumarola. No obstante las alarmas están encendidas independientemente de que ya los Papeles de Panamá se empiezan a ver como papeles mojados.

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