Ciudad de México.- En entrevista con La Jornada Morelos, Julián Herbert (1971), desmitifica la masacre de 303 chinos en Torreón, con la novela La casa del dolor ajeno desentierra el pasado para escuchar la voz de los muertos: “Históricamente se acusa a Pancho Villa de haber asesinado a los 303 chinos, es falso. Algo que me hizo reaccionar fue pensar: ¿por qué en Torreón culpan a Pancho Villa si en ese momento él estaba en Ciudad Juárez?, mi intención era escribir una pequeña crónica entrevistando a taxistas: ¿qué sabe de la masacre de chinos?, pero la historia me pareció tan impactante que me enganché y me quedé año y medio obsesionado con ella, me dediqué a leer y escribir sobre el genocidio de chinos perpetrado entre el 13 y 15 de mayo de 1911”. La Universidad Católica de Chile invitó a Julián Herbert para presentar los primeros capítulos de su novela en octubre de 2014, ahora el escritor acapulqueño-norteño piensa regresar a Chile con un nuevo libro de cuentos y La casa del dolor ajeno.
LJM.- Julián, el hilo conductor de “La casa del dolor ajeno” es la migración de chinos al norte de México, imagino que te interesan los procesos migratorios por tu historia personal, ¿podrías hablarnos de tu migración desde Acapulco a Coahuila?
JH.- El punto de partida es la relación con mi mamá, ella nació en San Luis Potosí, luego pasó su infancia en Monterrey, conocía muy bien la ciudad, pero llegó muy joven a Acapulco, se casó en el puerto con mi papá, finalmente se separaron y comenzamos a itinerar por todos los rumbos, eventualmente terminamos en Monterrey, luego en Ciudad Frontera, Coahuila. Para mí no es tan significativo cómo llegué al norte, sino por qué me quedé ahí: el norte es uno de los territorios que más me importan y quiero, soy norteño por elección, disfruto enormemente vivir en el desierto de Coahuila, hay ciertas peculiaridades en la cultura norteña que dejan impronta en uno y en el país.
LJM.- ¿Esa historia nómada despertó tu empatía por la migración de los chinos en el norte?
JH.- Creo que sí, es imperceptible, uno se adapta al lugar a donde va, el norte es el territorio que tengo, viví una experiencia de cierto nomadismo infantil, incluso la migración dentro del país también te modifica, mis primeros recuerdos de la infancia son del trópico, pero mi vida entera ha transcurrido en el desierto, es una combinación muy contrastante. Y sí, te da una empatía con cualquier tipo de migrante.
LJM.- En la infancia escuchaste la historia del genocidio de los 303 chinos en Coahuila, ¿cuándo decides escribir La casa del dolor ajeno?
JH.- Llegué a esta historia en un momento de madurez, tiene que ver con un personaje a quien dediqué el libro: “Carlos Manuel Valdés, porque me enseñó a escuchar a los muertos”, es un historiador coahuilense que ha recuperado las historias incomodas de la región noreste en general y de Coahuila en particular, por ejemplo: los esclavistas de Saltillo en la época de la colonia, el comercio de indios como esclavos para realizar trabajos forzados en Cuba, y la caravana del hambre en 1951 –la historia de los mineros que vinieron caminando desde la Ciudad de México-, Carlos Valdés es una figura muy importante, es uno de los intelectuales que más han influido en mi pensamiento, es un hombre brillante, por él comencé a investigar la masacre de 303 chinos en Coahuila atribuida a Francisco Villa.
LJM.- ¿La casa del dolor ajeno desmiente la responsabilidad de Pancho Villa?
JH.- Dicen que soy villista, es cierto, creo que todavía hay un cierto grado de zapatismo, de carrancismo, o de villismo en nuestra generación. La mayor parte de los coahuilenses son carrancistas o maderistas, yo me asumo como villista; por cierto, un amigo que presentó mi libro en Coahuila –Daniel Herrera- es descendiente de quienes asesinaron a Villa, Daniel y yo tenemos serias discusiones (risas). Parte de mi villismo tiene que ver con La casa del dolor ajeno, en Torreón históricamente se acusa a Pancho Villa de haber asesinado a los 303 chinos, es falso. Algo que me hizo reaccionar fue pensar: ¿por qué en Torreón culpan a Pancho Villa si en ese momento él estaba en Ciudad Juárez?, mi intención era escribir una pequeña crónica entrevistando a taxistas: ¿qué sabe de la masacre de chinos?, pero la historia me pareció tan impactante que me enganché y me quedé año y medio obsesionado con ella, me dediqué a leer y escribir sobre el genocidio de chinos perpetrado entre el 13 y 15 de mayo de 1911.
LJM.- La voz narrativa es del cronista, hay varias páginas en primera persona y poca ficción, ¿cómo encontraste la estructura para escribir La casa del dolor ajeno?
JH.- Prácticamente no hay ficción, hay cierta novelización en la manera en que están abordados los temas, pero es una novela sin ficción, la única escena de ficción está al principio del capítulo sobre la masacre. No tenía muy clara la estructura al principio, fue una cosa muy intuitiva, pero mientras iba investigando tenía una idea de dónde colocar ciertos materiales. Digamos que la estructura es la única parte novelística del libro, la estructura sí está pensada como una novela, los hechos no, tampoco la voz narrativa –es una crónica periodística-, pero me di cuenta que la historia era tan grande que podían caber muchas cosas, era una especie de novela total, cuento cómo los chinos llegaron a América, cómo se funda Torreón, etcétera. Mi formación como escritor me sirvió para que este libro técnicamente sea una novela, aunque los hechos no son ficción; lo vas descubriendo sobre la marcha, yo trabajo tratando de inventar el género de cada libro, sabes que escribes una novela, un cuento o un poema porque tienes la formación, pero cualquier escritor serio trabaja pensando en inventar un género para su propia obra, las historias y los materiales te dicen qué hacer en cada libro.
LJM.- ¿Es un libro que confronta la desigualdad y las ideologías en Coahuila con las distintas versiones de la masacre de los chinos?
JH.- Es un libro complicado en ese sentido, es un libro con muchas versiones y posibilidades, creo que las contradicciones que hay en el libro se relacionan con mi sentimiento retórico, para mí la figura retórica central no es la metáfora, sino el oxímoron, me parece que el oxímoron refleja las vicisitudes del mundo contemporáneo, hay una contradicción implícita entre el texto y la imagen, el título del libro: “La casa del dolor ajeno” es un oxímoron, porque la palabra “casa” refiere a una palabra placentera, luego sigue la palabra “dolor” que es subjetivo, y al final está “ajeno” que es lo más distante de la subjetividad, es un rechazo.
LJM.- En Oaxaca decías que el título de tu libro proviene del equipo de fútbol Santos de Torreón…
JH.- El título no lo inventé, lo tomé, es el nombre del estadio del Club Santos. Me interesa escarbar en las posibilidades poéticas y plásticas del oxímoron. También tiene que ver con otro oxímoron de la expresión: “amor apache”, es lo que me une con Torreón, quiero mucho a la ciudad y la odio; cuando fui a presentar el libro a Torreón, la burguesía local organizó un boicot porque a Ramón Iriarte -dueño del Grupo Lala-, no le gustó un primer párrafo de la tercera página y mandó a sus achichincles: María Isabel Saldaña, Lucrecia Santibáñez y Gabriela Nava organizaron el boicot, son tres señoras que no han hecho un carajo por la cultura de Torreón, sólo pretenden censurar.
LJM.- En Oaxaca hablamos de tu sorpresa al ver una reseña de “La casa del dolor ajeno” en “El Siglo de Torreón”, ¿cómo escapó tu libro a la censura del Grupo Lala?
JH.- Fue muy sorprendente para mí la reseña en “El Siglo de Torreón”, porque ese periódico aparece mencionado en mi libro por su papel en defensa de la burguesía, pero lo que sucedió fue que Carlos Castañón –autor de la reseña- es un tipo intachable y brillante, con una honestidad y dedicación a su trabajo, no pudieron censurarlo, escribió una reseña muy generosa. Tengo que reconocer que sí hay una clase intelectual en Torreón que es muy seria y está interesada en que los temas delicados se incorporen en el discurso, que se ventilen, así como yo he tenido una reacción negativa de la burguesía local, también he tenido un gran diálogo con escritores de La Laguna que se han portado muy generosos con mi libro, no solamente por la recepción elogiosa sino porque me han confrontado, me han dicho: “en tal dato estás equivocado”, los norteños son muy frontales al decir las cosas y eso no les quita ni un ápice de cariño. Lo interesante de ser escritor es que dialogas con un montón de gente acerca de temas bien diversos y tienes muchas perspectivas alrededor.
LJM.- “La casa del dolor ajeno” comenzó en un taxi, ¿has sondeado si cambió la percepción de responsabilizar a Pancho Villa entre los lectores, los peatones y en los taxis?
JH.- Si piensas en los taxistas me pasó una cosa muy chistosa, después de publicar este libro fui a Torreón para presentar la antología “Norte” –editada por Eduardo Antonio Parra-, tomé un taxi, le dije al chofer que yo había escrito un libro sobre la masacre de los chinos, y él respondió: “ah, claro”, comenzó a contarme la historia de cómo Pancho Villa y Rodolfo Fierro habían asesinado a los chinos, pero en realidad me estaba contando un fragmento de “La fiesta de las balas” de Martín Luis Guzmán, cuando Fierro asesina a un grupo de Pascual Orozco, pero el taxista cambió al grupo revolucionario por los chinos, lo chistoso fue que el libro que presentaría –“Norte”- abre con “La fiesta de las balas”, el taxista me contaba la historia como si fuera verdad, convencido de la masacre de los chinos, la ficción sigue y se multiplica, la necesidad que tenemos de narrar es tan profunda que somos unos “yonkis” de la ficción.
LJM.- Finalmente, “La casa del dolor ajeno” tiene un vínculo con Chile, la Universidad Católica te invitó a leer tus bocetos en 2014; México será el país de honor en la Feria del Libro de la Estación Mapocho 2016, ¿cómo describes tu relación con Chile?, ¿qué libro llevarás a la FIL de Santiago?
JH.- Todavía no sé, justamente la primera expectativa que generó mi libro fue en Chile, podría ir a la Estación Mapocho con “La casa del dolor ajeno”, pero a finales de 2016 tendré un libro nuevo, estoy terminando un libro de cuentos. Iré a Chile antes, todavía no confirmo la fecha, me acaban de invitar, iré en abril o mayo, siempre que me invitan a Chile voy. Soy “chileno honorario” (risas), todo comenzó con la poesía, es uno de los privilegios que más agradezco: tener este idioma y poder leer la poesía chilena, es poderosísima, tiene una tradición muy bella; también tengo una entrañable amistad con varios escritores chilenos, no sé por qué mi sensación es que los chilenos parecen escritores del norte de México, por sus temas, sus actitudes, y su torpeza lingüística se parece a la mía. Chile y yo nos queremos mucho.