La primera decisión que toda dictadura debe tomar -siguiendo el manual típico de los gobiernos totalitarios- es coartar la libertad de expresión. Un estado policial es miel sobre hojuelas para los corruptos que lo dirigen.
Tanto The Sundance Kid y Butch Cassidy como Bonnie and Clyde forman parte de famosas duplas de ladrones y asaltantes registradas por la Historia en los siglos XIX y XX en el continente americano. Ambas fueron abatidas a tiros; una de ellas (Cassidy y el Kid) por el ejército boliviano, y la otra (los amantes ladrones) por la policía estadounidense.
Aunque sus respectivas andanzas llegaron al cine, en la vida real carecieron de “grandeza” y romanticismo, pero la publicidad de los medios de comunicación –en especial la TV y el celuloide- puede hacer milagros, como por ejemplo lograr que lectores-espectadores cambien de bando, aunque sea momentáneamente… en este caso, mientras dure la temporada de proyección de la cinta, la que por cierto genera millones de dólares a la empresa correspondiente.
¿Cuántas veces, siendo usted niño aun, aplaudió en el cine la matanza de indios sioux, navajos, apaches o comanches por parte del “séptimo de caballería”? ¿O de latinos, asiáticos y árabes, ultimados violentamente -siempre en el cine, no lo olvide- por agentes de la CIA, del MI5 o de cualquier organización estatal o privada perteneciente a Estados Unidos y a sus aliados? De seguro vivió largos años convencido de que los únicos buenos en este planeta eran los hijos de la tierra del tío Sam o de los territorios de Isabel Tudor. Y que el resto de la humanidad estaba conformada mayoritariamente por los ‘malos’. Ya crecido, y mejor informado, comenzó a cambiar de parecer.
¿Se da cuenta de lo que es capaz de lograr la propaganda en el cine y en la televisión, frente a personas desavisadas? Sí, pues, ello aplíquelo a la política rutinaria… a la nuestra, a la chilena, o chilensis o de Pelotillehue, como quiera llamarla. En nuestra parrilla política los cuidados del sacristán están matando al señor cura. Esto de “proteger la democracia de sí misma” me parece un exceso que nos ha llevado de la dictadura totalitaria a una “dictadura perfecta” (disfrazada de libertad), la cual replica la anterior con instituciones propias de una república democrática, pero que en este caso funcionan con perfecta sincronización para mantener el disfraz y perpetuar las injusticias.
La primera decisión que toda dictadura debe tomar -siguiendo el manual típico de los gobiernos totalitarios- es coartar la libertad de expresión y asfixiar (o amañar) la libertad de prensa. Hecho esto, el camino se torna ancho y cómodo para el andar del tirano de turno.
La segunda decisión tiene relación directa con la gente, con sus garantías individuales. Para ello, el dictador sabe que le es imperioso restringirlas, ojalá eliminarlas… aunque simula mejor apariencia hacerlo por la “vía legal”, vale decir, mediante el concurso de los cipayos que fungen como legisladores de acuerdo a las instrucciones y sugerencias del sátrapa.
Muy bien, pues amigo lector, en Chile se ha dado ya todo lo que hemos escrito en estas líneas. Bonnie and Clyde, junto a Cassidy y el Kid, están representados por el Parlamento. Este no ha titubeado en restringir al máximo las libertades y garantías individuales de los ciudadanos mediante una facultad excesiva entregada a la policía, cual es detener ‘por sospecha’ a quien esa policía considere necesario joderle el día y tal vez la vida. En términos simples, los émulos del Kid y de Clyde dejan un elemento tan delicado como el ‘criterio’ a quienes, precisamente, carecen de él. Un estado policial es miel sobre hojuelas para los corruptos que lo dirigen.
Y para evitarle oposición, golpes y abucheos a Carabineros por parte del ’respetable’, los parlamentarios optaron por legislar con dureza contra cualquier agresión –visible o no visible, física u o verbal- que un estresado chileno pudiese realizar contra la persona de uno de los dueños del criterio. Pasito a pasito, se va armando el tiranito.
Con una facilidad sorprendente el grueso del público, del pueblo, es embaucado y atrapado en las redes tejidas por la canalla mediática que impulsan la prensa lacaya y los criminales de la política y de la justicia. Un ejemplo claro de lo mencionado lo representa ese inefable individuo, Jorge Abbot, que funge (por obra y gracia de los acuerdos del duopolio) como Fiscal Nacional. Él ha ordenado poner punto final a las investigaciones judiciales que la fiscalía llevaba a cargo contra políticos involucrados en los casos SQM, Penta y otros. A todas luces un fiscal políticamente ‘chuchumeco’, pero obediente a las órdenes de sus patrones del establishment, quienes deben exprimirlo al máximo y con rápida urgencia… pues, no vaya a ser que le dé otro patatús cardíaco y pierdan tan magnífico apoyo en el poder judicial.
Sin embargo, faltaba algo en este cuadro mesiánico que dibuja con exactitud la política del totalitarismo. Los legisladores debían protegerse a sí mismos, evitando críticas a nivel público y prohibir el posible enjundioso diccionario de insultos castizos lanzados a viva voz por la galería de los ‘de a pie’ contra ellos por sus corruptelas y robos en descampado (pero robos ‘legales’, no deje de recordarlo). El asunto, es que requieren paz y silencio para seguir siendo güiñas, sin estrépitos mediáticos ni cuestionamientos callejeros.
La guinda de la torta, hasta ahora, resulta ser el sancionar con penas severas a los fiscales por ‘filtración’ de información en los procesos judiciales donde haya políticos involucrados. En cuanto al resto de los mortales no hay preocupación alguna. Da lo mismo que la gente se entere vía ‘filtración’ de lo que sucede en el juicio contra Mengano o Fulano, pero ¡¡ay del fiscal!! si ese Mengano es un señor político. Entonces caerán las penas del infierno.
Se completa así un cuadro de alta inmoralidad política que pone freno al avance institucional, moviendo la palanca de cambios para poner marcha en reversa a la débil democracia actual… ¿se dan cuenta cuán débil era? Resultaba facilísimo devolverla a los últimos años de la dictadura cívico-militar. Para ello, se requería el concurso de obsecuentes cipayos en ambas cámaras del legislativo y, cómo no, el concurso entusiasta de La Moneda, esta vez a través de algunos miembros del gabinete ministerial, como Jorge Burgos y Javiera Blanco, quienes siguen las aguas del ‘sheriff’ Felipe Harboe, un ente político de alta peligrosidad para la democracia chilena.
Debo ser sincero a este respecto. Me preocupa el caso del ministro del interior Jorge Burgos ya que su accionar me provoca hondas dudas. ¿Se trata de un fascista infiltrado en la DC o es que toda la DC está infiltrada en el fascismo? Mi duda no es de tono menor, pues bien sabemos que la DC ha sido y es de derecha (nació desglosándose de la Juventud del Partido Conservador), por lo cual me atrevo a aventurar que si se mantiene a contrapelo en la Nueva Mayoría se debe, principalmente, a que trata de evitar a todo trance el regreso de “los tres tercios” que ella y la derecha dura tanto temen.
Ahora bien, volvamos a los émulos de Butch Cassidy. Por supuesto que los parlamentarios –a lo menos el 80% de ellos- aplauden esta nueva “ley mordaza”. Es tan alto el nivel de corrupción y el número de ilícitos e inmoralidades por ellos cometidos, que la única salida que inventaron para detener los escándalos últimos (Penta, SQM, Caval, etc.) y evitar el venteo público de otros que al parecer estaban prontos a conocer la luz, ha sido “legislar” en exclusivo beneficio de la inmoralidad y el robo. Es decir, legislar por y para ellos, no para el país.
Claro que no, pues. El país (es decir, usted, aquel, yo, ellos, todos), somos los ‘malos’. Somos los apaches, los sioux, los latinos, los asiáticos. Ellos son los ‘buenos’, los blanquitos, los ‘honorables’. Y para estos efectos la prensa canalla que les sirve rutinariamente ha sido de franca ayuda, pues al igual que en el cine y la televisión, la película del legislativo adormecerá mentes durante el tiempo que es estrictamente necesario para la continuidad de la corruptela efectuada por este familisterio de gaznápiros cogoteros durante los meses que median entre hoy y el día de las elecciones municipales, consiguiendo que los electores-ciudadanos también cambien de bando momentáneamente.
Después de ello, conseguida una vez más la presa, los eméritos delincuentes sitos en el Congreso Nacional regresarán a la cueva de Ali-Babá, sin temores ni aprensiones, para seguir hinchándose con dinero mal habido y preparando la nueva arremetida ‘hollywodense’ del año 2017, época de comicios parlamentarios y presidencial. La democracia en reversa –hasta ahora- funciona a la perfección.