Este Domingo 27 de Marzo de 2016, falleció nuestro querido amigo y colega Julio Mardones Restat, en Los Andes, ciudad donde se radicó hace ya muchos años.
Julio pertenece a la generación de arquitectos formados en el marco de la Reforma del 46, cambio revolucionario en la enseñanza de nuestra profesión, que pulverizó los planes de estudios vigentes hasta entonces en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile, anclados en los principios decimonónicos de la Escuela de Bellas Artes de Paris.
Julio fue un alumno destacado y pronto asumió responsabilidades docentes en la cátedra de Análisis Arquitectural y Urbanístico, que heredó junto con su compañero Sergio González, de nuestro maestro Tibor Weiner.
La Reforma del 46 nos formó a todos, como profesionales altamente capacitados y con clara conciencia social. Además, nos preparó para trabajar en equipos donde predominaba la fraternidad y el espíritu solidario.
Desde que iniciamos la práctica profesional a mediados de la década del 50, nos fuimos agrupando en oficinas que pronto mostraron las virtudes de nuestra formación académica, al arrasar con los premios en la mayoría de los concursos de Arquitectura que tuvieron lugar en esos años.
Julio integró el TAU (Taller de Arquitectura y Urbanismo), junto a su hermano Gonzalo, y los colegas Sergio González Espinoza, Jorge Poblete y Pedro Iribarne, sin lugar a dudas la más importante oficina de arquitectura de Chile en la década del 60.
Es impresionante constatar ahora, la calidad de las obras realizadas por TAU, particularmente en el campo de la vivienda, transcurrido más de medio siglo desde que fueron construidas. Muchas de ellas han pasado a ser un hito en las ciudades donde se levantaron.
Mencionemos la Villa Olímpica en Santiago, conjunto con 2.500 unidades habitacionales, obra que TAU realizó asociada con los arquitectos Rodolfo Bravo y Pablo Hegedus, tras vencer en el concurso convocado por la CORVI el año 1960.
En 1961, TAU obtuvo el primer premio en el concurso para el diseño de la Población Fitz Roy de Punta Arenas. Lo mismo ocurrió más tarde con la Remodelación Paicaví en la ciudad de Concepción, obra sorprendente por el refinamiento del diseño de sus terminaciones. En 1970 participaron en el concurso oferta para la Remodelación San Borja, evento en el cual lograron adjudicarse la construcción de 3 de las Torres que integran ese conjunto.
TAU también incursionó exitosamente en el campo de la edificación educacional. Proyectaron la Facultad de Agronomía de la U. de Chile en Santiago, el Instituto Pedagógico de la U. de Chile situado en Playa Ancha Valparaíso, asociados con la oficina formada por Cárdenas, Covácevic y Farrú. Finalmente ganaron el concurso para el proyecto de la sede del INACAP en Concepción, asociados con nuestra oficina BEL Arquitectos.
Una obra de gran repercusión, fue la remodelación del borde costero en el sector Cavancha de Iquique, proyecto que detonó el dinámico desarrollo inmobiliario experimentado posteriormente en dicha ciudad.
Mención especial merece el proyecto para el edificio destinado al Instituto Forestal ubicado en La Reina, obra que constituyó en su tiempo un alarde espectacular de las posibilidades del diseño en madera, proyecto en el cual TAU innovó mediante el uso de piezas laminadas. Recordemos que este edificio fue usurpado por el Ejército tras el golpe militar, intervenido sin respeto al diseño original y transformado en su actual destino: Academia Militar del Ejército.
Durante los años 60 instalamos nuestra oficina profesional en el mismo edificio donde ya estaban establecidos los TAU: Villavicencio 378, donde además se aposentaron las oficinas de la Revista de Arquitectura AUCA y la pareja de los arquitectos Hugo Gaggero Y Margarita Pisano. En definitiva el lugar se transformó en un polo dinámico, creativo, fascinante de debates sobre la arquitectura moderna, localizado en un barrio que ya empezaba a adquirir el matiz cultural que hoy lo caracteriza.
Recuerdo esos años con una nostalgia infinita. Estábamos convencidos que arreglaríamos el mundo por vía de nuestro noble oficio. Discutíamos apasionadamente todas las tendencias y las novedades que nos traían las revistas extranjeras. Tomábamos partido por Kenzo Tange en la ciudad Olímpica de Tokio, o por la obra de Louis Kahn en el Instituto Salk de California.
Competíamos fieramente en los concursos de arquitectura, pero disfrutábamos en conjunto cualquiera que hubiera sido su resultado, tanto por los éxitos como por los fracasos.
Nuestra casa en la calle California 2266 de Providencia era el constante lugar de los festejos, acogiendo a ganadores y perdedores. Bailábamos, cantábamos y pelábamos a medio mundo hasta altas horas de la madrugada. Julio era invariablemente el último en irse. Se quedaba junto a Anita y a mi, agotando los últimos tragos y tocando la guitarra, instrumento del cual era un eximio intérprete. Nunca he escuchada a nadie interpretando una versión más emotiva de la melodía Juegos Prohibidos. Se paseaba por el repertorio de los boleros más románticos, así como por las milongas de Atahualpa Yupanqui o por las inolvidables melodías de los Chalchaleros,
Julio era un hombre superdotado. Fue un alumno brillante en la Escuela y un profesor prematuro altamente apreciado por sus alumnos. Destacaba en cualquier actividad. Se propuso estudiar guitarra y brilló rápidamente como un intérprete excepcional. Se empecinó en jugar golf y en un par de años escaló posiciones en ese deporte.
En mi opinión, fue el arquitecto más creativo de nuestra generación. En cada proyecto nos sorprendía con algún acierto novedoso.
Ni el TAU ni ninguno de sus integrantes fue acreedor del Premio Nacional de Arquitectura, no obstante sus enormes contribuciones en nuestro campo de actividades. Es una asignatura pendiente.
La carrera profesional de Julio fue tronchada inesperadamente en 1970, cuando recién cumplía 44 años de vida. Un derrame cerebral lo dejó casi sin movilidad y pronunciando no más de 3 o 4 palabras.
Su recuperación fue muy lenta, período que coincidió con la separación de su primera esposa. Más tarde contrajo matrimonio con una de las enfermeras que lo atendió durante su prolongada recuperación.
TAU se disolvió poco después. Tres de sus integrantes asumieron responsabilidades en el gobierno de Salvador Allende mientras Julio yacía postrado en su lecho de enfermo y su hermano Gonzalo falleció en un accidente automovilístico ocurrido el año 1974.
Desde entonces Julio y su nueva compañera se establecieron en una modesta vivienda social de Los Andes, lugar donde nacieron nuevos hijos que lo acompañaron hasta el día de hoy.
Se nos fue el último de los TAU, una oficina de arquitectura que nos legó un patrimonio excepcional y con la cual nuestro país y nuestro gremio quedaron en deuda.
Nos abrazamos con los descendientes de la numerosa familia Mardones Restat, tan relevante en la historia profesional de nuestro país, así como con la hermosa familia que rodeó a Julio en los últimos años de su vida.
Compartimos con ellos su dolor por una pérdida tan sensible.