Estuvo siempre al frente del proceso, durante más de 60 años.
Al frente de la Juventud del Centenario y el Asalto al Cuartel Moncada.
Estuvo al frente del 26 de Julio, del exilio en Méjico y la preparación de invasión a la isla.
Estuvo al frente del Granma y luego de la guerrilla de años en la sierra.
Estuvo a la cabeza del triunfo y del ingreso a La Habana. Luego, a la cabeza del nuevo partido comunista, que él creó.
Estuvo, hasta hace poco, al frente del gobierno por medio siglo. Al frente de todas sus movilizaciones políticas, al frente de su política internacional, al frente de sus fuerzas armadas, al frente de su política de seguridad y de control, asumió la jefatura de las políticas económicas, la Reforma Agraria, la Reforma Urbana, las nacionalizaciones de todas las grandes empresas, la nueva educación, la nueva salud.
Estuvo al frente de sus fuerzas armadas contra la invasión, al frente de sus fuerzas armadas en África, al frente de la reconstrucción en un país azotado por huracanes y graves epidemias naturales e importadas desde los EEUU.
Fue el intelectual de su propia vida política.
Fue el líder de su país y pocas veces se vio en la historia una identificación tan grande entre un hombre y una nación.
Precisamente esa ominipresencia y ese poder personal son fruto de análisis y de crítica objetiva o fanática en todo el mundo.
Desde la caída de la URSS, que costó a su país una pérdida del 40 por ciento del PIB y el aislamiento económico del mundo, decretó lo que llamó “el período especial”, un paréntesis para enfrentar la crisis en que se cayó hace 25 años llena de zozobra económica, cesantía encubierta, baja de ingresos y salarios, decaimiento de los servicios públicos y permanencia del trato internacional que EEUU le declaró en 1962, sin comercio en casi toda América y buena parte del mundo, sin crédito internacional, con casi nula inversión extranjera y con una apertura para que en la parte superior de la pirámide Cuba se asociara con capitales extranjeros y en la parte baja se abriera la posibilidad del surgimiento de pequeños emprendedores que allí son llamados cuentapropistas y que ya son miles.
Permaneció en el poder cuando todos los líderes occidentales comunistas del área que se derrumbó en la URSS y en torno a la URSS, fueron derrocados, constituyendo una excepción casi inexplicable.
Claro, es un viejo viejo, tiene 89 años y padece de graves dolencias físicas, no encabeza ya ni el gobierno ni sus fuerzas armadas y se sabe que está recluido en su casa familiar, rodeado de su mujer, sus hijos y familiares, y por cierto de médicos y agentes de seguridad. Prácticamente no se mueve.
Sin embargo aún respira política y ha sido proclamado candidato a diputado a la Asamblea Nacional y puede ser elegido.
Opina y lee mucho, según el Jefe de Estado del Vaticano, Papa Francisco, que fue a saludarlo en septiembre; escribe aún y lee bastante, según el Jefe de Estado venezolano, que lo visitó el día antes de la histórica llegada de Obama, el Presidente de los EEUU, a La Habana.
Pero estuvo ausente, completamente, de la rica agenda preparada entre Cuba y EEUU, para recibir a Obama, el primer presidente norteamericano que llega a trabajar a Cuba. No se supo de él a la llegada de Obama, en los paseos de Obama por la ciudad, en los encuentros de Obama con diversos cubanos y cubanas, en el Gran Teatro Alicia Alonso (en el que estuvo presente el ícono femenino de Cuba del mismo nombre, casi ciega y con 95 años, siete años más que Fidel Castro).
No se le mencionó en ninguna intervención pública de la delegación norteamericana o de los dignatarios anfitriones, para bien o para mal.
Extraño habría sido que en Vietnam no hubiera estado Ho Chi Minh ante la primera visita de un Jefe de Estado Norteamericano encaminada a normalizar las nuevas relaciones, y que no se le hubiera mencionado en los discursos e intervenciones.
Se sabe que el gobierno norteamericano pidió a Cuba que Obama no se topara con él. El Presidente de EEUU no quiso ni conocerlo. Pero para muchos observadores internacionales quedó la duda acerca de si esa condición se cumpliría.
En Cuba no hay ninguna estatua ni avenida ni escuela ni hospital de nombre Fidel Castro, pero es evidente que, para bien o para mal, está allí presente, como lo está en el exilio cubano.
Fue una de las grandes noticias de la histórica visita: que estuviera ausente en ella y de ella el histórico dirigente.