En su último libro antes de morir, el ilustre politólogo norteamericano Samuel P. Huntington discute extensivamente el importante tema de la identidad nacional en los Estados Unidos. [i] En el capítulo 12 de este libro, Huntington señala que en la primera década del siglo XXI, el sistema político estadounidense ha delineado tres tipos de identidad nacional para el país.
La elección final de una de estas tres identidades determinará el futuro de los Estados Unidos y probablemente también del mundo. Estas tres identidades son: A) Cosmopolita, B) Imperial, y C) Nacional.
A) Identidad Cosmopolita.
Aunque Huntington no lo menciona, esta identidad fue elaborada durante la administración del presidente Nixon y luego perfeccionada bajo las administraciones de los presidentes Reagan y particularmente el presidente Clinton. La elite financiera desesperada por los avances del marxismo en el planeta, creó y apoyó vigorosamente a varios centros de investigación académica en los Estados Unidos. La idea principal era elaborar un modelo alternativo al peligro rojo. Entre estos centros de pensamiento (think tank) el más destacado fue el ubicado en la universidad de Chicago, bajo la dirección de Milton Friedman. Uno de los temas de estudio importantes era hacer un diagnóstico de la economía planetaria y el papel que los Estados Unidos deberían jugar en esta economía. De aquí surgió la nueva ideología neoliberal que señalaba que la salud económica de los Estados Unidos y el mundo dependía de la implementación de un nuevo proceso de globalización económica del planeta. En otras palabras, se trataba de revivir el sistema económico global que creó Gran Bretaña a mediados del siglo XIX y que colapsó con el inicio de la primera guerra mundial en 1914 (primera globalización liberal).
Por su parte Huntington señala que elementos de este modelo cosmopolita, es que la elite estadounidense demanda que Estados Unidos debe abrirse al mundo. De esta forma se deben eliminar todas las barreras que existen para el libre flujo de capitales, tecnología y mano de obra. Las barreras a la libre circulación de estos tres factores de la producción debían, por lo tanto, ser eliminados. Para lograr esto, debían desmontarse todas las políticas proteccionistas implementadas en los últimos 50 años y que impedían el desarrollo del comercio mundial.
En el caso de los Estados Unidos, el personal de las corporaciones multinacionales, desde sus ejecutivos hasta sus trabajadores manuales, debían despojarse de perjuicios nacionalistas y adoptar creencias internacionalistas. El personal trabajando en las multinacionales estadounidenses, debería jurar lealtad no a la nación estadounidense, sino a la comunidad internacional. Ejecutivos, profesionales, empleados y obreros de estas empresas debían crear vínculos de identidad y espíritu de comunidad no con sus vecinos viviendo en los Estados Unidos, sino con sus colegas trabajando en la multinacional en referencia. En otras palabras, las lealtades se trasladaban desde el país y su cultura hacia el lugar de trabajo fuera de los Estados Unidos. Todo esto se hacía para conseguir que los líderes y población de los países donde la multinacional en referencia deseaba invertir y operar, no se opusieran a dichas inversiones y actividades productivas. De esta manera, la reciprocidad exigía que los Estados Unidos también aceptaran y cumplieran el mandato de la globalización, y de esta manera, los Estados Unidos deberían abrir sus fronteras a la inmigración de tanto el capital, la tecnología y muy particularmente la manos de obra extranjera. En otras palabras, los Estados Unidos deberían aceptar con gusto las masas de inmigrantes provenientes del resto del planeta. Todo esto de la misma forma en que el mundo aceptaba al capital, tecnología y personal estadounidense. Estas medidas por lo tanto exigían la desnacionalización de la cultura americana y también la desvalorización de sus valores éticos más esenciales. De esta forma el modelo cosmopolita significa que los Estados Unidos querían abrazar al mundo y para ello necesita abrir las fronteras del país y permitir la libre entrada de otros pueblos y culturas en su territorio.
Este modelo cosmopolita parecía tener un triunfo total a fines del siglo XX en los Estados Unidos. No obstante a comienzos del siglo XXI se produjo el 11 de septiembre del 2001, y este fue un enorme ataque terrorista. El país en pocas semanas se cerró al mundo y casi todos los avances de la sociedad cosmopolita temporalmente se vinieron al suelo. Sin embargo, pocos años después de la tragedia del 11 de septiembre, la elite globalizante nuevamente trató de renovar las tendencias cosmopolitas que existieron en las dos décadas previas al 11 de septiembre del 2001. Una vez más los Estados Unidos trabajaron muy duro para dar la bienvenida al mundo. Aceptó así las ideas cosmopolitas, progresistas y universalistas. También aceptó sus exportaciones, y aún más importante, también aceptó una gran cantidad de nuevos inmigrantes. El ideal que se trata de alcanzar es la sociedad abierta y ampliamente receptiva. Las fronteras se deben abrir al mundo y dentro de los Estados Unidos las identidades sub nacionales, etnias, grupos raciales y grupos culturales, deben ser también adecuadamente respetadas y fortalecidas dentro del país.
Todo este proceso de globalización cultural estaba naturalmente dirigido por la elite financiera que se identificaba estrechamente con las instituciones globales y las normas internacionales. Fue de esta forma como los objetivos principales de la sociedad cosmopolita transformaron la identidad histórica estadounidense hacia un sistema valórico multiétnico, multirracial y multicultural. La diversidad cultural pasó a ser un valor mucho más importante que la homogeneidad cultural. Se señalaba que a medida que los Estados Unidos recibían personas con lenguaje, religión y costumbres diferentes, el país era mejor, más internacionalista, más moderno, y globalizado. Como consecuencia de todo esto, las motivaciones y conductas de los nuevos ciudadanos globales eran cada vez más gobernadas, no por las leyes federales y estatales de los Estados Unidos; sino por las leyes impuestas por la comunidad internacional. Instituciones tales como la Organización de Naciones Unidas, la Organización Mundial de Comercio, la Corte Internacional de Justicia, el Banco Mundial, el Fondo Monetario, el Derecho Internacional y particularmente los tratados de libre comercio, pasaron a ser los órganos directivos del nuevo sistema. De esta forma, la original identidad nacional perdió importancia y la nueva identidad cosmopolita ganó terreno. Todo esto permitió a la elite cosmopolita una política externa sin temor a tener que defenderse de las acusaciones de que esta política ponía en peligro la seguridad nacional. Por lo tanto, las elites cosmopolitas, bajo la dirección de Wall street podían ahora proponer la reconstrucción de naciones enteras (Nation Building). También significaba proponer la intervención humanitaria, que implica ayudar a las fuerzas pro liberales para producir la caída de tiranías regime change. En conclusión, se proponía una política exterior dirigida a implementar una especie de “trabajo social” a nivel planetario. Es necesario señalar que hoy día a comienzos del año 2016 el modelo cosmopolita es defendido por el partido demócrata bajo el liderazgo del presidente Obama y de la candidata a la presidencia Hillary Clinton.
B) Identidad imperial
Este es el segundo modelo de identidad señalado por Huntington. El fue ideado por elementos neoconservadores del partido republicano después de la caída de la Unión Soviética a principio de los años 90 del siglo XX. Se señala que todo el mundo debe globalizarse bajo el modelo capitalista y tener valores similares a los de Estados Unidos. Si otros pueblos aceptan la dominación estadounidense en forma pacífica, esto está muy bien. Pero si no la aceptan, estos valores deben ser impuestos por la fuerza. Se señala que los Estados Unidos tienen el suficiente poder militar y económico para transformarse en un Estado imperial, y de esta forma, civilizar el resto del mundo. De esta manera el surgimiento del los Estados Unidos como el único superpoder tuvo un gran impacto y aceptación entre la elite conservadora estadounidense. Ellos razonaron que Estados Unidos podía usar su aplastante poder para reconfigurar el mundo de acuerdo a los valores estadounidenses. En otras palabras, la elite del partido republicano aceptó y apoyó gustosa la idea del nuevo hegemón o imperio americano. Este impulso imperial, fue alimentado por la firme creencia en la supremacía del enorme poder militar de los Estados Unidos y también por la creencia de que los valores estadounidenses eran en verdad, valores universales. Se argumentaba con fuerza que el poder de los Estados Unidos era muy superior al de naciones individuales y también al poder de un grupo de naciones aliadas. Los neo conservadores americanos creían que los Estados Unidos tenían la obligación y responsabilidad de crear un nuevo y mejor orden mundial. El país, por mandato divino, tenía la obligación de enfrentar a las fuerza del mal que actualmente azota al planeta. Además, los neo conservadores, verdaderamente creen que la gente de otras sociedades tiene básicamente los mismos valores que tienen los estadounidenses. En caso de que por alguna deficiencia histórica ellos no los tuvieran, estos pueblos entonces deben adoptar esos valores civilizacionales. Si por alguna razón estos valores son rechazados, entonces estos pueblos están equivocados y corruptos y así no entienden lo que es bueno para ellos; por lo tanto los Estados Unidos tienen el deber y la responsabilidad de persuadirlos con éxito y por la fuerza si ello es necesario. En este nuevo mundo imperial, los Estados Unidos pierden su identidad como nación individual y el país entero se transforma en el componente dominante y principal del nuevo imperio supranacional.
C) Identidad Nacionalista
Huntington señala con mucha fuerza y convicción que ni la creencia cosmopolita de los liberales del partido demócrata ni la creencia imperial de los neo conservadores del partido republicano, refleja la verdadera situación de principios del siglo XXI. La breve unipolaridad de los años 90 ha dejado de existir. Tratar de dirigir y controlar el mundo, sin tener el poder necesario y suficiente, es un camino que sólo lleva al caos y a la destrucción. Huntington señala que a principios del siglo XXI han surgido otros Estados poderosos que si se unen en alianza, más que equiparan el poder militar de los Estados Unidos. Además se señala con claridad que los Estados Unidos no pueden obtener ningún objetivo importante sin la activa cooperación de potencias aliadas. Por otro lado, la cultura, valores, tradiciones e instituciones de otras sociedades, no son para nada compatibles con los valores de la cultura estadounidense. Los pueblos tienen un profundo deseo de preservar su propia cultura original, así como también sus tradiciones y sus instituciones. Por lo tanto, rechazan con fiereza los intentos que otras culturas extranjeras hacen para cambiarlos. Como si todo esto fuera poco, Huntington señala que el pueblo trabajador estadounidense ha reducido drásticamente la prioridad de crear democracias liberales en otras latitudes. Se hace mención a la llamada “paradoja democrática”. La introducción de democracia en sociedades sin tradición ni cultura occidentales, siempre termina con la elección de grupos, partidos y movimientos antiestadounidenses. Este es el caso de los partidos populistas en la civilización latinoamericana y los movimientos fundamentalistas de la civilización islámica. Es debido a todo esto que las masas populares estadounidenses rechazan con fuerza los programas democratizadores de la elite neo conservadora así como también de la elite cosmopolita.
Es así como la sociedad cosmopolita y el imperialismo tratan de reducir o eliminar las diferencias sociales, políticas y culturales entre los Estados Unidos y otras sociedades del planeta. Por el contrario, el enfoque nacional reconoce que los Estados Unidos es una sociedad única y “excepcional”. América no puede transformar al mundo y seguir siendo América. Otros pueblos no pueden llegar a ser americanos y seguir siendo ellos mismos. Los Estados Unidos son radicalmente diferentes a todo el resto del planeta y esta diferencia está definida por su cultura anglosajona, protestante y su aplastante religiosidad. Por lo tanto, la única alternativa razonable para reemplazar a la sociedad cosmopolita y al imperialismo es el nacionalismo estadounidense. Este es un nacionalismo moderado e inteligente. Dedicado a la preservación y fortalecimiento de aquellos valores que han definido a los Estados Unidos desde su fundación a fines del siglo XVIII. La masiva y poderosa religiosidad distingue a los Estados Unidos de otras sociedades occidentales ya que podría decirse que los norteamericanos son fanáticamente cristianos. Esto los hace muy diferentes a los pueblos no occidentales tales como los latinoamericanos, los africanos, los asiáticos y sobre todo los pueblos islámicos. La religiosidad conduce a los norteamericanos a ver el mundo en términos dicotómicos. Es decir, una gigantesca lucha entre los buenos contra los malos. Los líderes de otras sociedades tales como los europeos, a menudo encuentran esta religiosidad extrema, no solamente extraordinaria, sino también sumamente enervante. Esto debido al profundo moralismo con que los Estados Unidos manejan la discusión de temas políticos, económicos y sociales.
La religión y el nacionalismo han ido de la mano en la tortuosa historia de occidente. La religión define el contenido del nacionalismo. Es así como todo grupo étnico es configurado y determinado por sus creencias religiosas. La cristiandad dogmática ha configurado el lenguaje y también ha formado a la nación estadounidense. Esta conexión clave entre religión y nacionalismo ha revivido con extraordinaria fortaleza al final del siglo XX. Por el contrario, la mayoría de los pueblos europeos tienen un muy bajo nivel de religiosidad. Pocos creen en Dios y también pocos se sienten orgullosos de sus respectivas nacionalidades. Los únicos países europeos que tienen un nivel de religiosidad parecido al estadounidense, son Irlanda y Polonia. El protestantismo rebelde es un punto central de la cultura y carácter nacional de los estadounidenses. Ellos masivamente creen en dios y en las bondades de su país. Estos dos conceptos (religión y nacionalismo) son inseparables. Huntington concluye señalando que a comienzos del siglo XXI la religión configura las alianzas y antagonismos de los pueblos de la tierra. Esta es precisamente la base de cada una de las nueve grandes civilizaciones que hoy día el mundo tiene. El sentimiento religioso ha explotado por todos lados, salvo en Europa occidental. Por lo tanto no es sorpresa alguna, que los estadounidenses en tiempos críticos como los actuales, se den vuelta contra la sociedad cosmopolita y el imperialismo y traten de defenderse con su religión. Esta tendencia hace que todos busquen encontrar su verdadera identidad nacional. Grupos importantes de la elite oligárquica (oligarquía que controla el partido demócrata) están favorablemente dispuestos a transformarse en una sociedad cosmopolita. Otro importante sector de la elite desea fervientemente asumir el rol imperial (la oligarquía del partido republicano). No obstante, la inmensa mayoría del pueblo trabajador y clase media norteamericana ahora está profundamente comprometida con la alternativa nacionalista y con la preservación y fortalecimiento de la identidad estadounidense que ha existido con éxito por varios siglos. Las disyuntivas por lo tanto según Huntington son: A) Estados Unidos se transforma en el mundo; B) el mundo se transforma en Estados Unidos; y C) Estados Unidos sigue siendo Estados Unidos, tal como lo crearon los padres fundadores en el siglo XVIII. Huntington concluye su magistral trabajo, señalando que la elección que se haga dentro de estas tres alternativas, afectará el destino de los Estados Unidos y también del mundo.
Ahora, doce años después de la fecha en que Huntington escribió su último libro, titulado ¿Quiénes somos? Se está produciendo un importantísimo fenómeno, que puede decidir cual alternativa será finalmente la elegida.
La oligarquía del partido demócrata con la señora Clinton a la cabeza, lucha por hacer triunfar las ideas de la sociedad cosmopolita liberal. Por su parte la oligarquía del partido republicano luchan por hacer triunfar las ideas de la identidad imperialista. No obstante todo esto, se está produciendo una soterrada y poderosa revolución ideológica. Las bases populares de ambos partidos están en rebelión. El senador Sanders lidera la rebelión del partido demócrata y Donald Trump lidera la rebelión del partido republicano. Sanders tiene pocas probabilidades de conseguir la nominación de su partido. Es brillante como candidato pero ha confesado ser socialista y de pertenecer a la fe judía. En cambio Donald Trump sí tiene un profundo apoyo popular. Su racismo, chauvinismo y nacionalismo es intensamente compartido tanto por las bases blancas del partido republicano como por un sector importante del partido demócrata y también de ciudadanos votantes independientes. Es debido a todo esto que es altamente probable que Trump obtenga la nominación del partido republicano. Trump es un exitoso candidato nacionalista que con suma inteligencia está sistemáticamente, demoliendo las bases ideológicas y prácticas, tanto de la sociedad cosmopolita demócrata, como del imperialismo del partido republicano.
Trump ha explicado con éxito al pueblo estadounidense, porqué la globalización y dentro de ésta, la inmigración masiva, ha resultado un rotundo fracaso para la enorme mayoría que conforma la clase media y la clase trabajadora en los Estados Unidos. La clase media perdió una enorme cantidad de puestos de trabajo, y su ingreso real se redujo drásticamente en comparación con los ingresos de la elite. Hoy día la sociedad estadounidense es muchísimo más desigual e injusta que hace treinta años atrás. Similarmente, Trump también ha explicado con éxito al pueblo estadounidense, porqué la vía imperialista también ha sido un rotundo fracaso. Como prueba está la patética situación de Iraq, Yemen, Afganistán, Libia y Siria. Se gastaron trillones de dólares, se perdieron miles de soldados estadounidenses y a causa de este imperialismo, el país está peor que hace treinta años atrás. No obstante, a pesar de que Trump ha criticado públicamente al ex presidente Bush hijo (líder del partido republicano) por su intervención y fracaso en Iraq, los republicanos masivamente lo siguen apoyando. Es de esta forma como las ideas nacionalistas de Trump han encontrado un fenomenal apoyo en la clase media y trabajadora de los Estados Unidos. Todo esto indica que probablemente Donald Trump será el próximo presidente del país.[ii]
[i]Samuel P. Huntington Who Are We? The Challenges to America’s National Identity Simon & Schuster, New York, 2004.
[ii] Huntington señala textualmente: “América se ha transformado en una sociedad multicultural. Alrededor del 69% (de la población) son blancos, 12% son hispánicos o latinos, 12% son negros, 4% son asiáticos y 3% son multiétnicos … En cuanto a la religión, 63% son protestantes, 23% son católicos, 8% tienen otras religiones varias y 6% no tienen ninguna religión”. Huntington Who are we? Ob. Cit. pg. 11
F. Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt, marzo 2016