Cada vez que se menciona la palabra Opus Dei (obra de Dios en latín) probablemente aparezcan en nuestras mentes imágenes de personas muy conservadoras y ligadas a las clases más poderosas de nuestro país. Lo cual, en gran parte, es cierto.
En todo caso, el Opus Dei (con presencia desde 1950 en Chile) consiguió penetrar con mayor fuerza durante la dictadura cívico-militar, en un sector de la elite chilena (católica), sobre todo en la empresarial, de la cual obtienen gran parte de su financiamiento para sus múltiples instituciones, cuestión que le permite tener una presencia no menos despreciable.
Ahora bien, cabría preguntarse, ¿Por qué el Opus Dei tuvo esa fuerza dentro en la elite empresarial? ¿En qué medida las ideas del Opus Dei tuvieron acogida en el empresariado? Y ¿Cómo el Opus Dei, que tiene un claro ideologismo tradicionalista, se asoció con éxito con el neoliberalismo secularizante durante la década de los ochenta?
Con el fin de responder a estas interrogantes procederé a exponer algunas hipótesis, sin antes describir brevemente algunas consideraciones sobre el Opus Dei.
I
Se podría decir que el Opus Dei (nombre corriente asignado a la Sociedad Sacerdotal de Santa Cruz), fundado en Madrid el 2 de octubre de 1928 por monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás (1902-1975), constituye una organización que reúne a sacerdotes y laicos (con secciones independientes para hombres y mujeres, cada una con su propio régimen de apostolado), -de clase alta y con estudios superiores-, comprometidos a ejercer su apostolado en sus respectivos grupos de influencia. Sus miembros se clasifican jerárquicamente dentro de ella, a saber: numerarios (el estado mayor de la Obra), oblatos (suboficiales), supernumerarios y cooperadores (la tropa y cuerpos auxiliares). Estos últimos son los únicos que pueden contraer matrimonio, mientras que los primeros deben realizar votos de pobreza y castidad.
En un principio, el Opus Dei propuso una “recatolización” de la sociedad española en el contexto del profundo anticlericalismo profesado por la Segunda República (1931-1936). Durante la Guerra Civil española (1936-1939), Escrivá de Balaguer apoyó al bando nacionalista de Franco, rectificado posteriormente con las buenas relaciones con los futuros dirigentes de la dictadura franquista.[1] En 1939, Escrivá de Balaguer publicó su primer libro, el más importante dentro de la Obra, Camino, que plantea la tesis según la cual la santificación personal podría conseguirse en la vida cotidiana, sobre todo a través del trabajo ordinario. Tal tesis, en efecto, introducía en el mundo católico una espiritualidad similar a la ética calvinista. En ese sentido, Camino considera que la santificación se puede conseguir, primero en el trabajo, y luego en la familia y vida cívica. Todo ello, por cierto, como resultado de un exhaustivo trabajo personal.
Sin embargo, hay que señalar que la santidad depende de la escala jerárquica dentro de la organización. Por ejemplo no es la misma santidad de un empresario acaudalado que la de una trabajadora doméstica. En ese sentido, en la lógica del fundador, aparece subyacentemente un profundo conservadurismo traducido en un radical conformismo e inmovilismo social.[2]
Agreguemos que Camino contiene 999 máximas distribuidas en 40 capítulos abordando desde temas espirituales a cuestiones de carácter particular: proselitismo, pequeñas cosas, tácticas, etcétera. Lo que lo convierte en un libro complejo y ambiguo, dejando entrever la personalidad polémica y controversial de Escrivá de Balaguer.
Sin perjuicio de lo señalado, Camino, -como apunta Richard Kerr-, ungía a los lectores a que se convirtieran en jefes o en seguidores disciplinados de una cruzada religiosa contra la mencionada Segunda República, y, al mismo tiempo, abogaba por el esfuerzo para conseguir logros materiales y profesionales, y así influir sobre los otros.[3]
A partir de ello se podría afirmar que, con tal propósito, Camino pretendía unir religiosidad ferviente y vida diaria, enfatizando en la obediencia y el éxito para lograr la santidad, sin abandonar necesariamente el mundo ni mucho menos convertirse en clérigos.
Cabe agregar, por último, que el Opus Dei se erigió en una prelatura personal en 1983, (gracias al apoyo y simpatías del papa Juan Pablo II), rigiéndose por el derecho canónico con estatutos propios, convirtiéndose en un actor importante a nivel mundial. Así, el 17 de mayo de 1992, Escrivá de Balaguer fue beatificado en la plaza de San Pedro.
II
Precisadas ya las consideraciones sobre el Opus Dei, cabe ahora exponer algunas hipótesis para comprender su inserción en Chile. Primera hipótesis. El (neo) integrismo católico[4] que sustenta el Opus Dei no es otra cosa que una versión hispanizada y “modernizada” del ideologismo tradicionalista, -nacido en Francia a finales del siglo XVIII como reacción a la Revolución Francesa-, que plantea la tesis según la cual existiría un orden natural –querido por Dios-, desigual y con jerarquías naturales, articulada en torno a una estructura conformada por el cristianismo (bien absoluto), que estaría acechada por elementos disolventes como la filosofía ilustrada y racionalista para destruirlo (mal absoluto). Frente a ello los tradicionalistas apuestan por una decisión salvífica –antidemocrática, por lo demás- que implicaría la intervención de las Fuerzas Armadas para eliminar el mal y restaurar el orden querido por Dios.[5]
En cierto modo, tal ideologismo le permitió a un cierto sector de la elite chilena construir su identidad basada en una posición de dominio en la sociedad que, por lo demás, estuvo asociado a posiciones políticas ultraconservadoras que -a partir del siglo XX- se posicionaron en el espectro político de la (extrema) derecha.
Cabe señalar, por otro lado, que gran parte de las elites chilenas fueron decididamente católicas, disciplinadas, partidarias del orden, -como señala José Comblin-, cuestión que pavimentó un terreno fértil para los postulados del Opus Dei.[6] De modo que el Opus Dei constituyó una prolongación de la “mentalidad española colonial”, es decir, de ese catolicismo de cruzada, tan propio de lo que se conoció tristemente en 1492, y posteriormente como nacional-catolicismo, ideología oficial de la dictadura franquista.
Segunda hipótesis. Siguiendo con la argumentación anterior, la mencionada mentalidad española colonial, por su parte, se vio reforzada por la política cultural franquista en Chile, sustentada en el hispanismo, –que planteaba la tesis según la cual existía una comunidad o raza transatlántica en la que España estaba al centro con respecto a sus antiguas colonias-, reivindicando el “espíritu imperial” de España por sobre América Latina. Por cierto, cabe agregar que el hispanismo se definía como profundamente anti-materialista y anti-norteamericano, ya que esos elementos atentarían contra esa “espiritualidad”.[7]
Tal ideología, por su parte, se instaló en la década de los 30 en Chile, y en largo plazo se convirtió en uno de los elementos ideológicos del pensamiento católico antiliberal y antidemocrático, en intelectuales de la talla de Jaime Eyzaguirre, Osvaldo Lira, entre otros, quienes “nacionalizaron” el hispanismo.[8]
Tercera hipótesis. La distancia que adoptó la Iglesia Católica respecto a las elites, producto del Concilio Vaticano II, generó un período de “orfandad religiosa”, o mejor dicho, una crisis de espiritualidad. Todo ello como resultado, según Thumala, de un severo cuestionamiento a su ethos, incluso cuestionado por un sector de la propia elite. Los valores de la solidaridad y la reducción de la pobreza (parte del léxico de la democracia cristiana y la izquierda en esos años) causaron una redefinición de la elite en relación con los problemas sociales.[9] Cuestión que, a mi juicio, permitió a la elite simpatizar con las tesis del Opus Dei en la década del 60. Un ejemplo de ello fue la inauguración de dos complejos educacionales, a saber: colegio Los Andes en 1969, exclusivo para mujeres, y el colegio Tabancura en 1970, para hombres. Posteriormente se abrieron otros complejos educacionales tales como el colegio Cordillera (1981), la Universidad de los Andes (1989) y el colegio Los Alerces (1992), convertidas, por cierto, en verdaderas “escuelas de adoctrinamiento” para las futuras elites de nuestro país.
Lo dicho estaba en plena correspondencia con el interés del Opus Dei de captar a las elites, en tanto rectoras de la sociedad. Demás está decir que estos establecimientos se ubicaron en las comunas más ricas de Santiago.
Cuarta hipótesis. Si la misión histórica de la elite era su deber cívico que lo hacía responsable del desarrollo socioeconómico e institucional del país (algo que se menciona empalagosamente hoy como “servidor público”), con la reformulación de su ethos durante la dictadura cívico-militar le permitió que el ideal de servicio haya sido el emprendimiento y la creación de riqueza. Lo que, en consecuencia, resultó importante para la síntesis que logró el Opus Dei con el capitalismo, en tanto que el propio sistema neoliberal le proporcionó un sentido de misión, legitimando la figura, sobre todo del empresario. Las ideas neoliberales y el pensamiento conservador católico –como sostiene Cecilia Montero-, constituyeron el soporte ideológico para la formación y afirmación de una nueva identidad empresarial.[10]
Lo anterior, por cierto, se vio fortalecido con la visita del fundador del Opus Dei en 1974 a Santiago, donde estuvo dos semanas realizando charlas en instituciones relacionadas, obviamente, al Opus Dei, tales como el señalado colegio Tabancura y el Centro de Cultura Universitaria.[11]
En tales charlas, el líder del Opus Dei sólo hizo referencias a cuestiones espirituales, sin mencionar, en ningún momento, las graves violaciones a los Derechos Humanos que ocurrían en nuestro país. Al respecto, Jaime Escobar, sostiene que la “actitud del padre Escrivá de Balaguer hacia el régimen de Pinochet era la misma que mantuvo frente a la del general Franco; silencio cómplice ante todo tipo de injusticias que generan estas dictaduras militares. Por lo tanto no condenó al dictador, ni lo invitó a santificar su trabajo ni le pidió que cristianizara su estilo de gobernar”.[12]
No sería nada de extraño que los miembros del Opus Dei hayan justificado el golpe militar para eliminar al “marxismo ateo” encarnado en la Unidad Popular. Incluso más, posteriormente, muchos empresarios se vieron beneficiados con las privatizaciones del modelo neoliberal de la dictadura, tales como Eduardo Fernández León (actualmente presidente de uno de los conglomerados más grandes del país -Grupo Fernández León-),[13] y Gonzalo Ibáñez Langlois (director de Empresas Banmédica).[14] También políticos de derecha son conocidos miembros del Opus Dei como Joaquín Lavín (UDI), Jacqueline Van Rysselberghe (UDI), Nicolás Monckeberg (RN) y Carlos Larraín (RN), por señalar algunos.[15]
III
A modo de conclusión, por el momento, y de acuerdo a los antecedentes aportados más arriba, es posible sostener que el Opus Dei, -de raigambre hispánica y heredera del catolicismo reaccionario que enfrentó a la Segunda República Española-, reafirmó su presencia en Chile, con la visita de Escrivá de Balaguer en 1974, en su propósito de “recatolizar” a la debilitada elite chilena durante la década del sesenta. Tal “recatolización” coincidió con la dictadura cívico-militar que postuló, entre otras cosas, la refundación del país, de la cual emerge el sujeto empresarial a quien las tesis del Opus Dei le venían muy bien para su proyecto de economía de libre mercado, sin ser condenada la riqueza como pecado. Todo ello, por cierto, absolutamente justificado y apreciado en cada una de las páginas de Camino, obra fundamental, como hemos visto, para los miembros de la Obra.
*Instituto de Estudios Internacionales (INTE), Universidad Arturo Prat. Profesor del Área de Humanidades, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, Universidad de Chile, y de la Escuela de Sociología, Universidad Católica Silva Henríquez.
[1]Prueba de ello fueron los once ministros Opus Dei que participaron en el proceso de liberación económica durante la dictadura franquista a partir de 1957.
[2]En la Máxima 832, sostiene Escrivá de Balaguer: “¡Qué afán hay en el mundo por salirse de su sitio! ¿Qué pasaría si cada hueso, cada músculo del cuerpo quisiera ocupar un lugar distinto del que le pertenece?”. Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino. Editorial Minos, México, 2001, pp.227-228.
[3]Richard Kerr, España contemporánea. Editorial Marcial Pons, Madrid, 2004.
[4]Hay autores que plantean que el Opus Dei constituye un neointegrismo. Véase, Cedric Steinleen, “La ética neointegrista del Opus Dei”, Revista Si Somos Americanos, Vol XI, Nº2, 2011, pp.143-155. Cabe señalar que el integrismo católico -sostiene Steinleen- tuvo su origen en Francia y tenía por objeto defender la verdad dogmática contra todas las alteraciones representadas por las ideas ilustradas que dieron origen a la Revolución Francesa en 1789. El nombre integrismo proviene de cómo se autodenominaban sus miembros: católicos integrales o íntegros, en contraposición de los otros católicos, modernos o progresistas. En España, -señala, por último-, se fundó un Partido Integrista en 1888, de vertientes carlistas, surgido como reacción a la crisis del antiguo régimen español. Por último, cabe decir que neointegrismo refiere a la mantención de la intransigencia, propia de la matriz tradicionalista, -sobre todo en cuestiones morales-, pero con una apertura a ciertos aspectos de la modernidad como el económico.
[5]Al respecto véase, Luis Corvalán Marquéz, Nacionalismo y Autoritarismo durante el siglo XX en Chile. Los orígenes, 1903-1931. Ediciones Universidad Católica Silva Henríquez, Santiago, 2009
[6]Citado por María Olivia Monckeberg, El Imperio del Opus Dei. Ediciones B, Santiago, 2003, 249.
[7]Miguel Rojas-Mix, Los cien nombres de América, Editorial Lumen, Barcelona, 1991, p.174.
[8]Isabel Jara, De Franco a Pinochet. El proyecto cultural franquista en Chile, 1936-1980. Editorial LOM, Santiago, 2006.
[9]María Angélica Thumala, Riqueza y Piedad. El catolicismo de la elite económica chilena. Editorial Debate, Santiago, 2007, pp.27 y 28.
[10]Cecilia Montero, La Revolución empresarial chilena, Ediciones CIEPLAN-Dolmen, Santiago,1997, p.168.
[11]Revista Ercilla, Nº168, pp.12 y 13.
[12]Jaime Escobar, Opus Dei: Génesis y expansión en el mundo. Editorial LOM, Santiago, 2002, p.102.
[13]Al respecto, véase, la entrevista al diario Pulso. Extraído desde la siguiente página web: http://www.pulso.cl/noticia/empresa—mercado/empresa/2016/01/11-77105-9-eduardo-fernandez-leon-tenemos-temor-de-que-los-anos-que-vienen-sean-mas-malos.shtml
[14]Véase la siguiente página web: http://www.empresasbanmedica.cl/CV_1.html
[15]Carlos Larraín es supernumerario de la Obra. Como señala María Olivia Monckeberg, él frecuentaba la parroquia de El Bosque, lugar del ex párroco Fernando Karadima, condenado por casos de abuso sexual. Véase, al respecto, María Olivia Monckeberg, Karadima: el señor de los infiernos. Penguin Random House Grupo Editorial Chile, Santiago, 2011.