La semana pasada falleció José Ricardo Morales Malva, sin que ninguno de nosotros, ex estudiantes y profesores en la Escuela de Arquitectura de la U. de Chile, nos enteráramos de esta noticia. No pudimos despedirnos de un amigo y compañero, fundamental en nuestra formación profesional.
José Ricardo arribó en el mítico Winnipeg, barco que Neruda fletó al término de la Guerra Civil española, trayendo a Chile un cargamento de dos mil refugiados españoles muchos de las cuales prestaron una enorme contribución en los ámbitos científicos, culturales, artísticos o empresariales de nuestro país.
Nació en Málaga el año 1915 por una particular: circunstancia, pero su familia era de Valencia, ciudad donde estudió Filosofía y Letras en la Universidad, sin poder finalizar sus estudios a causa de la Guerra Civil. En su autobiografía afirmó: “en Málaga aprendí a andar y en Valencia a hablar”
Apenas con 21 años cumplidos, se afilió al ejército republicano, ejerciendo como comisario de la Brigada Mixta de Valencia. Como tantos otros miles de españoles, cruzó los Pirineos escapando del acoso de las fuerzas franquistas, siendo internado en Francia en un campo de concentración desde donde lo liberó Pablo Neruda, para embarcarlo rumbo a Chile.
En nuestro país concluyó sus estudios y debutó como dramaturgo, siendo uno de los fundadores en 1941 del Teatro Experimental de la Universidad de Chile y director de las dos primeras obras presentadas por esa compañía: los entremeses “Ligazón”, de Ramón del Valle-Inclán y el clásico cervantino: “La Guardia cuidadosa”
Además, junto a otros ilustres refugiados españoles como Mauricio Amster y Arturo Soria, dio vida a la Editorial Cruz del Sur, empresa que revolucionó la industria editora en Chile.
José Ricardo destacó como dramaturgo, siendo autor de unas 40 piezas de teatro. Algunos estudiosos afirman que fue un auténtico precursor del teatro del absurdo, tendencia reconocida muchos años más tarde. Incursionó con igual éxito en el ensayo y como académico universitario.
Su cultura era notable. Dominaba cuatro idiomas, además del griego y el latín, lo cual le permitía leer textos importantes en sus lenguas originales.
La Reforma de Arquitectura del año 1946, lo invitó a asumir la cátedra de Historia del Arte, asignatura que hasta entonces era impartida por un profesor .erudito en la materia, pero limitado a describir templos y monumentos sin establecer el contexto económico social y culturar que los generaron.
José Ricardo nos deslumbró en sus clases no sólo por sus conocimientos, sino que también por su rico lenguaje con el peculiar acento peninsular. Recorrimos todos los estilos del Arte y la Arquitectura desde los más primitivos hasta los contemporáneos. Recordamos con admiración, por ejemplo, sus descripciones de las diferentes modalidades del estilo Barroco, salpicadas con certeros comentarios sobre la actualidad artística chilena de esos años. Fue un pedagogo excepcional, que nos proporcionó una base más estructurada y universal de la historia del arte, contribuyendo a la formación de excelencia que caracterizó a las primeras generaciones de arquitectos egresados con posterioridad al proceso de la Reforma del 46. Además, fue uno de los fundadores del Instituto de Historia de la Facultad.
Más tarde, compartimos responsabilidades docentes, y cuando la mayoría del cuerpo de profesores y ayudantes de la Escuela presentó su renuncia en 1963, como fórmula para recuperar los principios originales de la Reforma, José Ricardo no vaciló un instante en acompañarnos, como lo continuó haciendo más tarde al integrarse al núcleo fundador de la revista de arquitectura AUCA.
Diciembre de 1965. Lanzamiento del primer número de AUCA en un cocktail realizado en los salones del Hotel Crillón.
Tras renunciar a la Universidad de Chile, José Ricardo fue reclutado por la Facultad de Arte y Arquitectura de la UC, donde continuó su brillante carrera académica. Publicó entonces su libro Arquitectónica, donde aborda los temas de Forma, Función y Espacio, en la Teoría de la Arquitectura.
El Colegio de Arquitectos de Chile le otorgó el título de Arquitecto Honorario, y de hecho, participó como representante de nuestro país en el Congreso de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos de la UNESCO (París 1957) y en el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (Londres 1961).
A la caída de Franco en España, José Ricardo viajó a su país natal, donde sus obras de teatro y arquitectura, comenzaron a tener gran reconocimiento. Recibió el Premio Federico García Lorca en 1990 y en 1995, la Condecoración de la Orden de Isabel la Católica, ambas distinciones otorgadas por el gobierno español.
Sin embargo, nunca abandonó nuestro país. Se autodefinía como chileno por vocación y alguna vez declaró: “Yo pertenezco a los inmigrantes que no vinieron a hacerse la América. Yo vine a contribuir a que la América se hiciera”.
Chile le debe mucho a José Ricardo Morales, como a otro lote de insignes refugiados españoles que prestaron tan importante contribución al desarrollo artístico y cultural de nuestro país en el siglo pasado.
Nosotros, los arquitectos que ayudó a formar y con quienes compartió comunes ideales, lo despedimos con este recuerdo. Lo hemos hecho colectivamente, tal como nos formó la Reforma del 46, proceso en el cual, José Ricardo Morales fue un protagonista fundamental.
Santiago, 29 de Febrero de 2016.
Abraham Schapira, Hernán Behm Rozas, Osvaldo Cáceres, Miguel Lawner, Francisco Ehijo, Pablo de Carolis, José Covácevic, Judith Friedman, Sonja Friedmann, Ronaldo Ramírez, René Morales.