Ciudad de México.- En entrevista con Clarín.cl Emiliano Monge (1978), presenta Las tierras arrasadas: “Antes de que comenzara a escribir esta novela me interesaba hacer una obra de teatro sobre la migración, y como en la obra de teatro quería que los personajes principales no salieran en el escenario, los secuestradores no se verían, estarían tras bambalinas, eran una suerte de sombras. Cuando decidí escribir Las tierras arrasadas traigo estos elementos de la escenografía a la novela, quería darle la voz a los secuestradores y que permanecieran así, ya no se podía que estuvieran en las sombras detrás del escenario, pero sí son una suerte de personajes sin identidad, nunca son tratados como individuos, son tratados como masa; el escenario detrás de las sombras que en el teatro iba a ser visual, la narrativa me exigió convertirlos en plural, negarles la singularidad”. Los personajes no tienen nombres propios, Monge explica la carencia del significado onomástico: “los migrantes pierden el nombre y la identidad; segundo: los secuestradores de los migrantes por un motivo distinto, también tienen negada la individualidad”.
Las tierras arrasadas(Literatura Random House, 2015) está a la venta en México, España y Sudamérica, Emiliano Monge apunta un pendiente: “me gustaría mucho que mi novela estuviera en las librerías de Centroamérica, creo que los policías de México tendrían que leer los libros Antonio Ortuño, Alejandro Hernández y el mío, todos, pero es un trabajo enorme”. El escritor y politólogo no quita el dedo del renglón: “lo más importante -para mí- es haber logrado recrear el horror, para que la gente que no lo conoce, al leer la novela vea el tamaño del holocausto de los migrantes centroamericanos y la realidad de este país, no me interesa descafeinar la realidad mexicana”. Después de dialogar con los lectores de México DF, Oaxaca, Guadalajara y Madrid, Emiliano Monge presentará su novela en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, el 28 de febrero, en la Galería de Rectores del Palacio de la UNAM.
MC.- Emiliano, ¿detrás de Las tierras arrasadas está un trabajo de investigación sobre los migrantes?
EM.- Soy escritor y politólogo, por supuesto hay un trabajo de investigación previo, estudié ciencias políticas en la UNAM y desde hace mucho tiempo estoy muy interesado en el tema de la migración, me parece que es el gran tema de la actualidad; la migración de los centroamericanos es el problema que nadie quiere ver. Hay un trabajo previo de investigación en la novela, de recolección de testimonios, de levantamiento de testimonios en sitio y de recolección en diferentes organismos. El resto de la novela es ficción, los personajes son ficción, no está inspirada en alguien en particular, aunque está enmarcada en historias reales, la novela tiene una suerte de coros, como si fueran coros griegos de la tragedia clásica, porque me parece que la situación que enfrentan los migrantes es una tragedia total y absoluta, esos coros son fragmentos textuales de los testimonios recabados.
MC.- Al ser testimonios reales los coros aparecen en cursivas…
EM.- Sí, en la mitad de la ficción, cada tanto, aparecen ciertos golpes de periodismo, que tratan de impedir que el lector olvide que aunque es una ficción el horror que sufren los migrantes es real.
MC.- Los protagonistas de tu novela son los plagiarios, en la literatura mexicana no predominan las voces de los secuestradores, a excepción de “Los plateados” de Ignacio M. Altamirano. ¿Por qué los secuestradores llevan la voz cantante en tu novela?
EM.- Siempre tuve claro quiénes serían los personajes principales, antes de que comenzara a escribir esta novela me interesaba hacer una obra de teatro sobre la migración, y como en la obra de teatro quería que los personajes principales no salieran en el escenario, los secuestradores no se verían, estarían tras bambalinas, eran una suerte de sombras. Cuando decidí escribir Las tierras arrasadas traigo estos elementos de la escenografía a la novela, quería darle la voz a los secuestradores y que permanecieran así, ya no se podía que estuvieran en las sombras detrás del escenario, pero sí son una suerte de personajes sin identidad, nunca son tratados como individuos, son tratados como masa; el escenario detrás de las sombras que en el teatro iba a ser visual, la narrativa me exigió convertirlos en plural, negarles la singularidad. Yo tenía muy claro que la voz fuera de los secuestradores porque me parece que en ese personaje está la contradicción de toda la crisis de la migración, no es el migrante, ni el que se aprovecha o compra al migrante, tampoco el país de donde emigra, el secuestrador es el eslabón que une esos dos mundos, donde no está ni el bien ni el mal, yo quería hacer un retrato de una cosa natural, muy real de este país, sin que fuera un asunto de “buenos” o “malos”.
MC.- Antes de grabar la entrevista, hablábamos de la importancia de los nombres en “El Zarco” (1901) de Ignacio M. Altamirano. En tu novela los significados onomásticos tienen un tono: Epitafio, Estela, Mausoleo y Sepelio, ¿por qué eliges estos nombres para los protagonistas de Las tierras arrasadas?
EM.- Los nombres de los personajes están relacionados con el rito funerario, son Epitafio, Mausoleo, Sepelio y Estela, la estela mortuoria, tienen que ver con un hecho previo a la decisión sobre qué nombres llevarían, porque aparecieron de pronto, cuando la novela iba avanzando decidí que no tendrían un nombre propio que dote de individualidad al personaje, por dos cosas, primero: los migrantes pierden el nombre y la identidad; segundo: los secuestradores de los migrantes por un motivo distinto, también tienen negada la individualidad, por el acto de la violencia. En ese sentido, quería que los personajes de la novela no tuvieran nombre, aparecen de pronto, el primero que apareció fue Epitafio, de ahí fue muy sencillo que los demás empezaran a tener este tipo de nombres, tiene que ver con la prohibición de dotar de identidad al personaje.
MC.- La migración centroamericana comienza a llegar a la narrativa mexicana, recuerdo la novela “Amarás a Dios sobre todas las cosas” de Alejandro Hernández, ¿Cuáles son tus influencias literarias al momento de escribir Las tierras arrasadas?
EM.- El asunto es que tengo influencias de la tradición, siempre he creído en la tradición escrita. Me parece una discusión absurda: ¿la tradición nos impacta?, por supuesto, el que lo quiera ver que lo vea, el que no lo quiera ver estará impactado por la tradición sin saberlo, un libro leído guarda formas en ti, los libros importantes de la tradición son importantes por algo, porque presentan formas nuevas, porque impactan a cualquier escritor se dé cuenta o no. No es que pensara en ciertos libros mientras escribía, pero ahora, cuando lo leo sé que mi libro tiene vínculos, se inspiró en elementos de Juan Rulfo, Agustín Yáñez y José Revueltas. Lo que me preguntas en específico del tema de los migrantes, si hay alguna influencia es por el lado del periodismo; las dos novelas sobre migrantes que han salido son dos libros importantes en México y muy distintos entre sí: Amarás a Dios sobre todas las cosas (2013) de Alejandro Hernández, es una novela realista, por el recorrido del tren La Bestia, y La fila india (2013) de Antonio Ortuño, es una novela negra que retrata la corrupción de la autoridad. Me preocupaba escribir sobre algo tan actual, para romper con ese mundo decidí que no saldrían las rutas tradicionales de los migrantes, ni el tren La Bestia, tampoco los albergues, Las tierras arrasadas son un universo paralelo. Son tres novelas muy distintas, me gustan mucho los libros de Ortuño y Hernández, para colmo salieron hace un par de años, pero comencé a trabajar mi novela hace cinco años.
MC.- ¿Cinco años contando los borradores de la obra de teatro?
EM.- No, sólo la novela, comencé antes con la obra de teatro; soy muy lento escribiendo. Cuando leí las novelas de Hernández y Ortuño ya estaba acabando, no hay una influencia, tampoco creo que me hubieran influenciado si las hubiera leído, me parece absolutamente normal que se esté retratando la migración, lo raro sería llegar a cada Feria del Libro y que no hubiera ninguna novela sobre migrantes. Recuerdo que le escribí varios correos a Ortuño, ni él ni yo sabíamos lo que hacíamos, le dije: “no me jodas, tú también estás escribiendo sobre migrantes, pensé que era el único” (risas); después salió la novela de Hernández.
MC.- Alejandro Hernández trabajó en el Informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre el secuestro a migrantes (2009), lo entrevisté en diciembre de 2013…
EM.- Es un Informe monumental, la novela de Alejandro está muy bien escrita. Una de las diferencias entre el periodismo y la ficción es que si tres libros de periodismo fueran buenos no podrían ser tan distintos, aunque traten un mismo tema. En cambio, las tres novelas son distintas, porque aquí se interpone la mirada del escritor.
MC.- Estuviste investigando las historias de los migrantes, y ahora que salió la novela, ¿recibiste algún comentario de los defensores de los derechos humanos y los periodistas fronterizos?
EM.- La verdad, la respuesta que he tenido en ese sentido es la mejor, no sólo de periodistas que conocen el tema de la migración y de gente que trabaja con migrantes, eso ha sido lo más valioso, gente como Karla Iberia Sánchez –hizo muchos reportajes y estaba desgarrada al leer la novela-, he recibido muchos comentarios de gente que trabaja en las Organizaciones No Gubernamentales; hace poco, Oswaldo Ruiz -un fotógrafo mexicano- me dijo que la novela lo había dejado muy tocado. Lo más importante -para mí- es haber logrado recrear el horror, para que la gente que no lo conoce, al leer la novela vea el tamaño del holocausto de los migrantes centroamericanos y la realidad de este país, no me interesa descafeinar la realidad mexicana.
MC.- Entre los eslabones de la migración, ¿quién te gustaría que lea tu libro?
EM.- Me gustaría mucho que mi novela estuviera en las librerías de Centroamérica, creo que los policías de México tendrían que leer los libros de Ortuño, Hernández y el mío, todos, pero es un trabajo enorme.
MC.- Presentaste “Las tierras arrasadas” en Oaxaca y Guadalajara, ¿cómo ha sido el diálogo con los lectores y periodistas del interior de México?
EM.- Tengo un problema grave en ese sentido, me pongo muy nervioso cuando hablo de mis libros, cuando termina una entrevista o una presentación no recuerdo cómo sucedió porque me pongo muy nervioso. Hay un enriquecimiento, por supuesto, la gente te hace ver cosas distintas, en realidad no estoy en un momento de mucha retroalimentación porque ya acabé con el libro, lo estoy tratando de olvidar para poder comenzar un nuevo proyecto, me cuesta mucho trabajo dar el paso entre un libro y otro, te digo que me pongo muy nervioso, cuando me enseñan los videos de mis presentaciones, pienso: “cómo pude decir tantas pendejadas” (risas).
MC.- En la FIL Oaxaca llamó mi atención que confesaste tu admiración por Juan Rulfo y al mismo tiempo te desmarcaste del mundo rural de “Pedro Páramo” (1955).
EM.- Lo que le tengo a Rulfo es admiración absoluta, no podría sentir otra cosa por él, tampoco trato de imitarlo, es parte de la tradición que se va quedando, creo que Rulfo abrió las puertas para los escritores mexicanos, son puertas que tenemos que aprender a explorar.
MC.- Finalmente, si tardaste cinco años para terminar de escribir “Las tierras arrasadas”, ¿cuándo leeremos tu próximo libro?, ¿en qué estás trabajando?
EM.- No lo sé, tengo dos o tres proyectos y no hay ninguno de esos tres con el que esté más enfocado, es lo que normalmente pasa cuando un proyecto despunta, te metes de lleno en un libro. Son tres ideas diferentes: un libro periodístico, una novela y un libro de cuentos; así que tú dirás, no hay mayor claridad, ya veremos.