Los integrantes de la compañía de títeres “Desde abajo”, Raúl G.P., de 34 años y Alfonso L.F. de 29 años, fueron detenidos en Madrid acusados del gravísimo delito de “enaltecimiento del terrorismo” por el fiscal de la Audiencia Nacional Noel Moreno, luego de la representación de la sátira La Bruja y Don Cristóbal. El hecho fue motivado en circunstancias de que, estos artistas queriendo significar la “casa de brujas” a lo largo de la Historia (ver El Calibán y la brujade Silvia Federici), uno de los personajes y en un pasaje concreto de la obra exhibiera un cartel en donde se leía “Gora Alka-eta” -un juego de palabras en euskera entre Al Qaeda y ETA- que puede ser traducido como “Viva Alca-eta”.
La maquinaria de distorsión y manipulación, encabezada por la caverna mediática española y el Partido Popular (PP), no se hizo esperar y sindicó -cual caja de resonancia- el hecho destacando que la compañía teatral y su obra hacían un enaltecimiento del terrorismo mostrando un cartel en donde se leía “Gora ETA” (Viva ETA); como se pudo advertir ayer sábado en los diversos medios (des)informativos que responden a las directrices e intereses políticos “españochistas” o españo-derechistas.
Asimismo, la obra, que contaba con el subtítulo “A cada cerdo le llega su San Martín”, fue estrenada el pasado 29 de enero en la Biblioteca Social Libre Albedrío de Granada, por lo que motivó que la granadina Confederación Nacional del Trabajo (CNT) saliera en defensa de los detenidos, considerado que “la representación defiende los valores de convivencia, tolerancia y aceptación de lo diferente”. Uno de los pasajes del comunicado del referido sindicato obrero señala que “los enfrentamientos que se producen son ante representaciones de poderes que no lo aceptan”.
No obstante, lo verdaderamente escandaloso –en mi opinión- de todo este genuino sinsentido es la pragmática (sobre)reacción de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena (Podemos-Ahora Madrid), quien presentó –como ayuntamiento- una denuncia contra los actores (por “acciones ofensivas, completamente fuera de lugar en cualquier contexto y totalmente irrespetuosas con los valores de convivencia, respeto y diversidad”) y cesó fulminantemente al director de Festiva, un programa cultural desarrollado en el marco de la fiesta de carnaval de la capital española; perdiendo con ello la enorme oportunidad de ponerse de lado de los derechos y las libertades públicas (al igual que el PSOE madrileño, que se cuadró –una vez más- a una con los espurios argumentos de una de las derechas más recalcitrante y reaccionaria de la zona UE).
Una actitud que, por lo demás, colisionó abiertamente con la defensa ipso facto que hizo –con más olfato y oportunismo político- de los actores su aliada y homóloga de Barcelona, Ada Colau, quien por su parte señaló en su cuenta Facebook que “una obra satírica y carnavalesca que puede que fuera de mal gusto, que seguro que no era para niños, pero que como máximo ha sido un error de programación (y el responsable ya fue destituido por el ayuntamiento). Una torpeza no es un delito. La sátira no es un delito. En una democracia sana, en un estado de derecho, hay que proteger toda libertad de expresión, hasta la que no nos guste, hasta la que nos moleste”.
Cabe señalar, a este respecto, que los titiriteros detenidos arriesgan una pena como mínimo de siete años de cárcel por los (graves) delitos imputados (recordemos que por semejante acusación el diputado y dirigente vasco Arnaldo Otegi lleva cinco años y medio injustamente detenido, pese al clamor de la comunidad y juristas internacionales).
Por cierto, no es la primera vez que la señora alcaldesa de Madrid cae -lamentablemente- en la trampa de las absurdas argumentaciones de la derecha cavernaria de este país, pecando de más “papista que el Papa”; una actitud (“pisar el palito”) que solo puede ser calificada de claudicante y obsecuente, a la que –desafortunadamente- algunos de los liderazgos “progre” de este país ya nos están acostumbrando.
Finalmente, solo resta señalar que este hecho representa un gravísimo atentado a la libertad de expresión y creación en un país en donde –claramente- sale infinitamente más caro ser trasgresor o disidente que “chorizo” (ladrón en calo, una variante española del romané, la lengua gitana), recordando con ello los peores momentos de su historia reciente.