Diciembre 26, 2024

Comienzan las primarias en EE.UU. con Trump como favorito

Un fantasma que asusta a sus contrincantes y que por el momento ha tomado por asalto el Partido Republicano, siete enanos que afirman ser príncipes oscuros, una reina con deja vu (quien hoy enfrenta otro posible escándalo), un socialista que está alarmando a los guardianes del orden actual acusándolo de ser idealista y radical, y uno de los hombres más ricos del país ofreciendo ser el caballero que llegará para rescatar el reino.

 

 

Podría ser casi la introducción de un buen chiste elaborado o una ópera tragicómica, pero es el panorama político dos días antes del comienzo del proceso para seleccionar a los candidatos presidenciales que se enfrentarán en las elecciones generales de noviembre próximo.

Por el momento todos los ojos están en Iowa, donde el primero de febrero se realizará el primer concurso de este proceso, en el cual los votantes en cada uno de los dos partidos nacionales expresarán sus preferencias por los precandidatos. Los afiliados al Demócrata expondrán su preferencia por alguno de los tres y por el lado republicano el menú ofrece ocho.

La siguiente cita será el 9 de febrero en Nueva Hampshire. Aunque son dos de los estados menos representativos del país (por ser poco diversos –o sea, muy blancos–, rurales y con poblaciones pequeñas), tienen un impacto exagerado en la dinámica electoral sólo por ser los primeros.

En Iowa, del lado republicano, la disputa es entre el multimillonario Donald Trump y el senador ultraconservador de Texas Ted Cruz, con Marco Rubio intentando llegar al tercer lugar. Los otros cinco, incluyendo al que al inicio de todo este espectáculo se consideraba el heredero de la corona republicana, Jeb Bush, están muy por abajo.

En el debate pasado, antes del inicio de este proceso entre los republicanos, el jueves, Trump –en un paso sin precedente– decidió no participar, pero el ausente fue el más presente, un fantasma que sigue asustando a la cúpula de un partido. Como la caracterizó Ryan Lizza, de The New Yorker, Trump está logrando una captura hostil del Partido Republicano, tomando control contra la voluntad de la cúpula del partido (ningún político republicano nacional electo se ha pronunciado en favor de Trump y decenas de las voces intelectuales del partido y algunos de sus veteranos más reconocidos se han expresado públicamente en contra).

Por el lado demócrata, la favorita Hillary Clinton está padeciendo pesadillas de deja vu. Fue en Iowa, en 2008, donde ella, considerada favorita, recibió el primer golpe (al perder el concurso ahí) de muchos que al final la llevaron a la derrota ante el surgimiento del hasta entonces poco conocido senador novato de Illinois Barack Obama.

Este viernes Clinton recibió otro golpe. El gobierno de Obama divulgó que, por vez primera, se identificó material clasificado, ahora como top secret, que ella intercambió desde su servidor privado durante su cargo de secretaria de Estado. Desde hace meses ese tema ha nutrido la crítica –y los ataques de sus contrincantes republicanos– contra Clinton después de descubrirse que usaba un servidor privado. Ella ha reconocido que fue un error, pero aseveró que nunca intercambió material oficial que estuviera clasificado; sus voceros insistieron en que lo revelado hoy tampoco contenía esa etiqueta. Por el momento no está en riesgo legal (aunque las investigaciones, incluyendo una del FBI, siguen en curso), pero las consecuencias políticas tendrán su impacto sólo 36 horas antes del primer concurso electoral en Iowa.

No cabe duda a estas alturas de que ella y la cúpula demócrata subestimaron al senador Bernie Sanders (a pesar de que él ahora recuerda, con gusto, que declaró hace mucho tiempo: No me subestimen). Que el precandidato más viejo goce del mayor apoyo entre los jóvenes (a escala nacional le gana a Clinton dos a uno en este sector) y que su mensaje de convocar una revolución política para rescatar la democracia de la clase millonaria y multimillonaria ha tenido un eco tan masivo en este país sorprendieron al equipo de Clinton y a las cúpulas del país.

Como resultado, Sanders ahora amenaza a Clinton en Iowa, reduciendo lo que antes era una amplia ventaja en las encuestas a casi un empate técnico ahí y ganando por un margen creciente en Nueva Hampshire, mientras a escala nacional ha reducido la ventaja de la ex secretaria de Estado y ex senadora a la mitad en poco más de un mes.

La alarma de las cúpulas despertada por el autodefinido socialista democrático se ha evidenciado en ataques contra Sanders, tanto por el equipo de Clinton y sus cómplices y aliados como por otros sectores de la dirigencia.

Fue revelador el editorial del Washington Post contra Sanders publicado el jueves, el cual cuestionaba la credibilidad y hasta la honestidad del senador. Acusó: Es un político vendiendo su marca de ficción a un sector del país que desea comprarla. Afirmó que sus ataques contra Wall Street no son necesarios, porque el sector financiero ya ha sido reformado, reduciendo los riesgos que representan los grandes bancos. Más aún: reprueba las propuestas para promover reformas de salud y otros programas sociales estilo europeo, porque son improbables o demasiado radicales.

Defensores de Sanders señalaron de inmediato que no puede ignorarse que el dueño del Post es Jeff Bezos –multimillonario fundador de Amazon–, quien tiene buena parte de su fortuna en Wall Street. El propio Sanders dijo el viernes –en una nota reportada por el Post, entre otros– que esos ataques, de que sus ideas son demasiado ambiciosas y audaces, no son nuevos, y reviró que el diario no ha comentado cómo en los pasados 30 años se dio un traslado masivo de riqueza de la clase media al uno por ciento más rico. Agregó: “Eso es bastante radical, ¿no? ¿Dónde estaba el Washington Post, hablando sobre esa transformación radical de Estados Unidos?”

Mientras tanto, el ex alcalde de Nueva York y uno de los hombres más ricos del país, Michael Bloomberg, está observando todo, calculando que si Trump se perfila como el candidato republicano, Sanders sigue creciendo y Clinton se sigue dañando políticamente, él podría presentarse como aspirante independiente para rescatar al país. Está dispuesto, dicen sus emisarios, a invertir más de mil millones de su fortuna para intentar comprar la Casa Blanca.

 

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