Noviembre 18, 2024

Ya no hacemos ni haremos Historia

 

En un sistema como el actual, saber y pensar, recordar y reflexionar, son verbos primos hermanos del dolor y de la decepción.

 

 

Soy un hombre viejo, felizmente viejo, y mi final se acerca a tal grado que ya me es posible entenderlo y aceptarlo. Es palabra empeñada por la naturaleza, promesa que ella jamás ha incumplido. Todo lo que tiene un comienzo, cuenta con un final. Es lo único cierto que existe en este mundo de las cosas y de los seres, ello es  así y no hay nada ni nadie que pueda torcer el rumbo de lo natural.

¿Qué me aflige, entonces? ¿Sabe, amigo lector, qué es lo que realmente me duele y me provoca escozor en una herida que es cultural e ideológicamente política y que arde de vez en cuando sobre el crucigrama de mi alma? Los años pesan, claro que sí… pero, más pesa el tener información básica de los hechos históricos y entender –eso sí que duele- cuán lejos estamos hoy, en esta segunda década del siglo 21, de provocar cambios relevantes en la Historia de nuestro tiempo, cambios que sean prolegómenos de una era más placentera, justa y libertaria para la inmensa mayoría de estos seis mil millones de seres que pueblan el planeta.

Vivo en el campo, desde hace 22 años, y he aprendido a respetar la sabiduría de aquellos que, con dificultad, pueden leer de corrido y sin fallas más de tres líneas y entender a cabalidad lo que han leído, pero no obstante saben de la vida y de la realidad mucho más que cien doctorados en universidades que cobran caro por dibujarte un diploma. “El que sabe mucho, sufre demás porque descubre verdades que hieren”, me dijo hace una punta de años aquel buen amigo de Rinconada de Idahue, que Dios decidió llevárselo a campiñas etéreas para que encabezara zarandas de uvas celestiales. “Es peligroso pensar, amigo”, escribió Luis Advis en su “Cantata de la Escuela Santa María”. En un sistema como el actual, saber y pensar, recordar y reflexionar, son verbos primos hermanos del dolor y de la decepción.

¿Cómo bautizarán esta época los historiadores del siglo próximo? La era chata del neoliberalismo consumista… esa podría ser una definición apropiada. Las décadas del individualismo contumaz. El tiempo de la memoria perdida. La catástrofe del estado de bienestar. En fin, títulos habrán de sobrar, supongo. Sea cual sea el nombre escogido por los investigadores apuntará necesariamente a la despolitización de la memoria, o en términos simples, a los años cuando se buscaron escondrijos para ocultar la Historia y manipular  la verdad sobre personajes relevantes del pasado.

Miramos hacia atrás, remontamos décadas, siglos, y atesoramos –valorándolas en su justa medida- las acciones de quienes abrieron caminos y dejaron huellas por las que transitaron nuevas generaciones. “Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”, escribió el poeta español Antonio Machado… pero esa senda es la que nos permite el camino presente, y debemos conocerla para saber de verdad hacia dónde vamos… o hacia qué lugar nos lleva su tránsito.

Conociendo el pasado, podemos  rememorar a figuras trascendentes en la marcha de los pueblos a través de la Historia, desde Pericles y Cicerón hasta Martí, Gandhi, Mandela, Luther King, Walessa. Por ello, en la Historia nuestra, la chilena, todas las generaciones de estudiantes –y particularmente, de electores- requerirían conocer a fondo vida, pensamiento y obras de personajes como Balmaceda, Recabarren, Eloisa Díaz, Amanda Labarca, Clotario Blest, Aguirre Cerda,  Elena Caffarena, entre muchos otros que en su momento y época a hicieron camino al andar, cambiando el curso de la Historia y dejando huellas imborrables para las generaciones posteriores. 

Hoy no solo ya no existen Ché Guevara, Mao Tsé Tung, Ho Chi Min, Salvador Allende, Carlos Prats, Silva Henríquez… tampoco existen ataeneos literarios ni graneros mesopotámicos de cultura. Unos y otros, personajes y organizaciones,  son rostros del pasado. Lo triste es que en el presente se procura que no tengan futuro. ¿Quién defenderá a la gente de a pie de aquí en más? ¿Quién la educará? ¿Quién la sensibilizará? Los que hicieron Historia mostraron caminos y coadyuvaron en la construcción de un mejor porvenir general… ¿y nosotros, qué hacemos, en qué estamos?

Nosotros, en este comienzo del siglo 21, donde el sistema neoliberal salvaje domina escenarios y fronteras, nos encontramos incapacitados para hacer Historia, pues lo único que realmente parece interesar y gobernar a la actual sociedad es el dinero, plástico o papel moneda.  Arte, cultura, humanismo, solidaridad, participación, responsabilidad … son características consideradas inútiles frente al verdadero dios que gobierna a los países desde las alturas de la Banca y la Bolsa: el dinero.

Los verdaderos administradores de Chile no son los gobiernos ni las ideologías otrora en pugna, sino que son –y seguirán siéndolo por mucho tiempo- los dirigentes de grupos multinacionales financieros o industriales, e instituciones supranacionales como el FMI, Banco Mundial, OCDE, OMC, Bancos centrales, y otros. Ahora ya sabemos que si bien esos dirigentes no son elegidos por ciudadanía alguna, sus decisiones impactan de manera directa y brutal sobre nuestra sociedad, la que en absoluto es informada oportunamente ni consultada respecto de los objetivos, planes y programas que aquellos dirigentes desarrollarán.

Lo anterior alcanza su mayor nivel de horror al confirmarse que precisamente esos poderosos grupos económicos e industriales son las principales fuentes de financiamiento de partidos políticos de todas las tendencias,  con lo cual se demuestra que tales organizaciones se han situado no sólo por sobre las tendencias político-partidistas y los estados, sino también, más delicado y definitivo aun, por encima de la democracia.

Una vez infiltrado el Estado, los políticos-empresarios comienzan su labor de zapa en beneficio de las mega corporaciones dispuestos a poner trabas a todo aquello que signifique posibilidades de reflexión, conocimiento y humanismo. Por eso (y lo estamos viendo y viviendo en Chile con lo realizado durante 25 años por el duopolio), resulta fundamental para el éxito del plan predador impedir que los jóvenes piensen, que se empapen con conocimientos de la Historia, la Filosofía y la Educación Cívica. “No vaya a ser cosa que la cabrería se entere de cómo eran Chile y el mundo antes de nuestra llegada y desee sacarnos del escenario”.

Para este nuevo orden –que marca a fuego el comienzo del siglo 21- todo lo que estimule el pensamiento crítico y el despertar espiritual, es considerado “subversivo”. Así se explica que la información haya sido reducida a las burdas notas de prensa que entrega la televisión,  misma que está en manos de los directivos de esas gigantescas organizaciones.  Pronto, y no es un despropósito afirmarlo, las redes sociales serán también controladas por un establishment que querrá evitar la propagación de ideas “revolucionarias” atentatorias contra el statu quo mega empresarial.

Lo dicho; nosotros, los de a pie, ya no hacemos Historia, pues pertenecemos a un nuevo estatus que los dueños del capital, de las armas y de la política bautizaron con el nombre de “clientes, usuarios, consumidores”. A muchos viejos, como el suscrito, sólo nos resta una esperanza para el futuro de las generaciones que recién comienzan su andar. Lo dije al iniciar estas líneas: “Todo lo que tiene un comienzo, cuenta con un final. Es lo único cierto que existe en este mundo de las cosas y de los seres, ello es  así y no hay nada ni nadie que pueda torcer el rumbo de lo natural”.

Ayudemos entonces a la madre natura y apurémosle el tranco al cumplimiento de la palabra que ella empeña siempre. El gigante dormido, llamado ‘pueblo’, habrá de despertar en cualquier momento… y ese será el momento del despertar. Entonces, y sólo entonces, los de a pie harán Historia nuevamente.

 

 

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