La diputada del Partido Comunista Camila Vallejo invita a los estudiantes universitarios a participar de las mesas pre legislativas de cara a la elaboración de la ley que establecerá un marco regulatorio para el sistema de educación superior.
¿De qué habla la diputada?
Se refiere al mecanismo ideado para aguachentar las movilizaciones de los estudiantes, de los profesores y de todo aquel que ve jugados su presente y futuro en el nido de ratas que ha demostrado ser el Congreso Nacional.
Las mesas pre legislativas son una trampa. Jamás, respecto de ningún tema que haya caído en esas redes disponibles para la manipulación, la mentira y la oferta sin sustento ni convicción, ha salido un artículo, un inciso en alguna ley que, efectivamente, haya beneficiado a los incautos que han aceptado como legítima y efectiva la instancia.
Y por un misterioso mecanismo de la psique humana que induce a creer más que desconfiar, dirigentes de trabajadores, estudiantes, profesores, pescadores, mineros, forestales, pobladores e innumerables organismos de todo tipo, han aceptado sentarse en esas mesas en las que se desgañitan para hacer sus propuestas para luego comprobar que no han sido tomados en serio.
Las mesas pre legislativas se han reído de los que han hecho esfuerzos por dejar sentadas sus opiniones respecto de sus más anidadas y antiguas reivindicaciones.
Han sido escuchados con aparente atención por parte de los operadores que los Ministerios ha enviado para el efecto, pero jamás han visto el resultado de esas tratativas en los proyectos de ley, los que, finalmente, insisten en las ideas originales y que siempre están en las antípodas de aquello que la gente exige y propone.
Ha pasado con las mesas a las que han sido invitados los estudiantes. Lo curioso es que reiteradas veces los dirigentes de la CONFECH han denunciado lo estéril de esas mesas a la que de nuevo la diputada Vallejo invita con un entusiasmo digno de encomio.
Ya nadie lleva la cuenta de las veces que los estudiantes universitarios se han reunido con distintos equipos, asesores y autoridades del Ministerio, ni cuántos protocolos se han firmado, para luego quedar donde mismo: en nada.
Ya estaría bueno que las organizaciones no cooptadas por los partidos ni por el gobierno, denunciaran esas manipulaciones y haciendo pie en la autonomía y el auto respeto, rechazaran participar en esos eventos que solo buscan argüir, como fundamento de la legitimidad de la ley que finalmente los va a volver a traicionar, que dicho cuerpo legar contó con la participación de los directamente interesados.
El sistema no va a entregar ni un milímetro de su terreno.
Ni siquiera cuando los que negocian son amigos y colegas del pacto de gobierno. Veamos no más lo que ha vendió sucediendo con la aquello que el eufemismo reconoce como reforma laboral. La penosa actuación de la CUT y su presidenta Bárbara Figueroa, burlada una y otra vez por sus colegas del gobierno quienes se la pasearon cuanto quisieron luego de largas y secretas reuniones en las que se suponía que Figueroa negociaba a nombre de los trabajadores.
Los estudiantes deberían denunciar ese mecanismo como lo que es: una burla, y restarse de participar en lo que resta del tratamiento de una reforma que no va a cambiar los ejes neoliberales fundamentales que rigen el sistema educativo chileno. Y buscar por otras vías el modo de hacer saber su opinión afirmados en su fuerza e historia.
La decisión del gobierno sigue siendo la misma: cambios sí, pero dentro del modelo. Todo lo otro es susceptible de ser rechazado por improcedente, extremo o ausente del programa. Como si tal documento aún tuviera vigencia.
Así, la invitación de la diputada Camila Vallejo a que la CONFECH se integre al trabajo pre legislativo no es como podría pensarse, un arranque de inocencia de la legisladora, conocedora como pocas de lo infructuoso del tramposo mecanismo.
Es su compromiso con un gobierno terminal que al cabo de su medio tiempo boquea entre espasmos corruptos. Es su adscripción acrítica a un modelo al que alguna vez fustigó con un discurso que no ha perdido vigencia entre los que se quedaron en el lado de los perdedores.