Hay numerosas variables que convierten este momento en una encrucijada que podría conducir a una nueva crisis económica de magnitudes aún no predecibles. Si no global, sí para Latinoamérica y para Chile. Las estadísticas y sus proyecciones para el corto y mediano plazo son muy bajas y confirman un freno a la actividad, no observada desde hace por lo menos una década. En Chile se contraen todos los indicadores, y en la región ya hay países en recesión.
Un proceso regresivo marcado por rasgos comunes: la desaceleración en Asia, particularmente en el gigante chino, y la dependencia económica latinoamericana de los precios de las materias primas. Como ejemplo, basta mirar la caída del cobre a la mitad de su valor en cuatro años, lo mismo que el petróleo, que ha pasado de 120 dólares el barril en 2012 a 38 dólares a inicios de diciembre, el punto más bajo en diez años.
El Banco Central (BC) de Chile publicó la primera semana de diciembre los resultados de su encuesta de expectativas económicas, que están en línea con otras proyecciones de analistas y observadores. La mayoría de los encuestados estiman que el producto mensual medido por el Imacec crecerá bajo el dos por ciento durante estos últimos meses del año. Para noviembre, los consultados consideran que el producto mensual se expandirá un dos por ciento y 1,8 por ciento para el último trimestre del año. Puntos más puntos menos, lo claro de estas estimaciones es que la economía chilena va cuesta abajo. Es muy probable que la expansión del producto nacional cierre el año estrechamente alrededor del dos por ciento.
A la encuesta oficial del BC se han agregado otros informes privados de grandes corporaciones financieras. El economista jefe del BBVA Research, Jorge Selaive, afirmó en una entrevista al portal especializado DF que los crecimientos mensuales de la economía chilena para el mes en curso y enero 2016 serán inferiores al uno por ciento, proceso ralentizado que se extenderá por todo el año. Selaive afirma que el crecimiento del PIB de 2016 será, incluso, más bajo que el de 2015, lastrado por un enfriamiento general de la economía. Uno de los últimos datos duros es la fuerte caída de las importaciones de bienes de capital. En noviembre cayeron 22 por ciento, desplome que se explica por el freno a las compras en el exterior de vehículos de transporte de carga.
Otros informes independientes confirman la violenta caída de las economías latinoamericanas, empujadas a este barranco por el desplome de los precios de los commoditiesy la dependencia de los mercados externos. En esta dirección descendente, Latinoamérica cerraría el año con una caída del 0,7 por ciento, el peor desempeño desde 2002, afirmó un informe del Barclay’s Bank, momentos en que el estallido de las “punto.com” sacudió las economías de la región.
DESDE EL COBRE A SUS PROVEEDORES Y AL
RESTO DE LA ECONOMIA
Los problemas que ahogan a la economía chilena, que vienen básicamente de su dependencia de los mercados asiáticos y de China, derivan en diferentes expresiones locales. De partida, menores ingresos en las corporaciones mineras, con su inmediata consecuencia de despidos y cierre de faenas, que, a su vez, se desbordan hacia otros sectores de la economía. El dato estadístico citado más arriba respecto a la caída de las importaciones de bienes de capital se relaciona con este fenómeno. El cierre y/o recorte de actividades mineras reduce también la actividad de sus proveedores.
Chile, como muchos otros países de la región, ha puesto todos los huevos en una canasta. Las exportaciones de minerales ocupan más de la mitad del total nacional, en tanto las de recursos naturales cerca del 95 por ciento. El cambio en la demanda externa y la caída de los precios internacionales afecta a las corporaciones, a la economía nacional, a los trabajadores y a la sociedad.
Este modelo exportador primario nos deja en una situación de extrema vulnerabilidad ante los ciclos económicos externos. Bancos de inversión han publicado que junto a Brasil, Chile es la economía latinoamericana que más riesgos enfrenta ante la actual coyuntura internacional. Un riesgo que tiene a lo menos tres aspectos que se retroalimentan entre sí. De partida, está la total dependencia de las oscilaciones de los precios internacionales de las materias primas; en segundo término, está la creciente concentración de las exportaciones en China y Asia, con más de un 40 por ciento del total. Por último, por lo menos un 20 por ciento de las exportaciones están dirigidas hacia otros países latinoamericanos, todos ellos víctimas del mismo mal y también dependientes de recursos primarios. Las exportaciones chilenas, dice la Cepal, caerán cerca de un 20 por ciento este año.
Es a partir de este contexto -levantado sobre una estructura económica de libre mercado, traje a la medida para la rentabilidad de las grandes corporaciones-, desde el cual emergen nuevos y mayores problemas para la economía nacional. Una de estas alertas la dio hace menos de un mes la revista especializada The Economisten artículos sobre el alto endeudamiento de las empresas de los países emergentes. Para este adalid de las políticas neoliberales, a partir de ahora se está gestando una nueva crisis planetaria, gatillada por los países emergentes.
UNA SEÑAL DE ALARMA: ENDEUDAMIENTO EMPRESARIAL
En Chile nada se habla del endeudamiento del sector privado. El problema del endeudamiento ha estado relacionado con la mantención de los niveles de consumo de las personas, actividad bastante bien instalada y administrada por la banca y las casas comerciales. Un endeudamiento menor e inofensivo para el conjunto de la economía, si lo comparamos con el de las empresas, sobre las cuales descansa la actividad económica y millones de puestos de trabajo.
En un artículo publicado en El Clarín de Chiletitulado “La economía chilena y la catástrofe anunciada”, el cientista político Fernando Duque hace referencia a la llamada de atención del medio de comunicación británico. Lo que ha alimentado la economía de las naciones emergentes desde la década pasada han sido los capitales golondrina planetarios, que aterrizaron en estas latitudes para beneficiarse, entre otros negocios, del alto precio de los recursos naturales. Para Duque, los bancos occidentales y asiáticos han hecho préstamos poco productivos a empresas privadas mal administradas del Tercer Mundo, en tanto también estos inversionistas globales han comprado en moneda local bonos emitidos por compañías privadas de dudosa reputación técnica y financiera de países emergentes. “Se ha creado de esta forma una nueva y gigantesca burbuja crediticia y ella ya está explotando. Los países emergentes más afectados y en más grave peligro son aquellos donde la deuda privada supera en más del 100 por ciento el producto bruto del país”. Aun cuando hay países como Singapur, con una deuda cercana al 250 por ciento de su producto, o la misma China, con un 200 por ciento, Chile tiene una deuda privada de un 150 por ciento de su producto, afirma Duque.
Citando a The Economist, “tres cuartos del peso de la deuda privada en países emergentes está en manos de empresas privadas. La deuda corporativa ha crecido de un 50% del producto bruto en 2008, a un 75% en el año 2014. La mayoría de estos préstamos se hicieron en Asia, particularmente en China. Pero Turquía, Brasil y Chile, también recibieron enormes préstamos. Empresas en el área de la construcción, particularmente en China y América Latina, aumentaron su endeudamiento en forma exagerada”.
En este escenario podemos colocar, en primer lugar, a las empresas mineras, cuya actividad depende del alto precio del cobre en los mercados internacionales. Hoy, con el metal alrededor de los dos dólares, se puede observar desde el constante recorte de costos, casi siempre laborales, hasta el cierre de faenas. El gigante transnacional Angloamerican, con cuatro minas en Chile, anunció a inicios de diciembre la eliminación de 85 mil puestos de trabajo a escala mundial, lo mismo que otras compañías chilenas que ya han tomado esas decisiones.
Este es el inicio de un proceso expansivo que se amplía hacia otras áreas de la economía a través del freno de las inversiones, de la adquisición de bienes de equipo y capital, del congelamiento de contratos con sus proveedores. Una espiral cuyos derroteros son todavía impredecibles.
Hay otro factor también detonado por el descenso de los precios del cobre. La escasez de divisas extranjeras conlleva a un deterioro en el tipo de cambio, o un alza del dólar, que impacta en los precios de todos los productos importados o con componentes importados, que son virtualmente todos. Si esta alza en el valor del dólar respecto al peso chileno impacta a los bolsillos de todas las personas, también lo hará en las empresas endeudadas en dólares, las que sufrirán un doble impacto. Por un lado menos ingresos, ya sea por las exportaciones o por la menor actividad económica, en tanto tendrán que enfrentar crecientes aumentos de las deudas. El dólar ha subido más de 230 pesos desde diciembre de 2012.
IMPACTO EN LOS BOLSILLOS
En medio de este inestable panorama, están el trabajador y consumidor, sobre quienes no sólo pende el riesgo del desempleo sino también el peso de las deudas. Si observamos las estadísticas, veremos que prácticamente toda la población activa tiene deudas, en circunstancias que estas tienen mayores incidencias en las personas con menores ingresos. Datos de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) de diciembre revelan que las personas con ingresos hasta 750 mil pesos mensuales concentran hasta el 40 por ciento del total de los créditos de consumo. En este mismo grupo están también quienes registran los más altos niveles de morosidad.
En estas circunstancias, con volúmenes de endeudamiento por varias veces los ingresos mensuales, la Fundación Sol ha calculado que el 50 por ciento más pobre de los hogares endeudados tienen un ingreso promedio de sólo 312 mil pesos y debe destinar el 45 por ciento de su sueldo a pagar deudas. En el otro extremo, el 20 por ciento más rico de los hogares endeudados recibe un ingreso de dos millones 170 mil pesos y destina sólo el 25 por ciento a pagar deudas.
Un estudio de la Universidad San Sebastián afirma que en septiembre de 2015 había en Chile casi cuatro millones de deudores morosos. El valor de la morosidad y el número promedio de documentos impagos es de un millón 298 mil y 5,3 documentos, respectivamente. De este grupo, el 78 por ciento tiene ingresos mensuales menores a 500 mil pesos.
La Fundación Sol publicó a inicios de mes un informe titulado Los verdaderos sueldos en Chile, en el que queda expresado en toda su magnitud la gran vulnerabilidad de la población trabajadora ante un descalabro económico. Según el estudio, el 50 por ciento de los trabajadores chilenos gana menos de 305 mil pesos y siete de cada diez menos de 450 mil pesos líquidos. Sólo un 15 por ciento recibe más de 750 mil pesos, en tanto casi el 85 por ciento de las mujeres que tienen trabajo remunerado gana menos de 600 mil pesos líquidos.
Desigualdad y precariedad que no resistirán un escenario adverso.
PAUL WALDER
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 843, 18 de diciembre, 2015