“La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”. El lema del Partido Socialista Inglés inventado por George Orwell en su libro 1984 parece lamentablemente tener eco en Francia con los atentados realizados el 13 de noviembre en Paris. El “doble pensamiento” del cual hablaba Orwell ha sido utilizado en exceso durante los últimos años, en particular con la creación del concepto de “Guerra Humanitaria”. Pero con los atentados de Paris, se ha ido filtrando poco a poco algunas verdades incomodas para la versión oficial de la política exterior francesa y de sus aliados.
Las guerras nunca son justas, corresponden a los intereses, y su evolución, de los diferentes grupos presentes directa e indirectamente en los conflictos. El Estado Islámico es un perfecto ejemplo de la complejidad de la política internacional y su falta de ética y moral. Como dijo alguna vez Kissinger, “las grandes potencias no tienen principios, solamente intereses”.
Más de una década ha pasado desde el inicio de la guerra contra el terrorismo pero no se ha aprendido nada y los hechos se repiten. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos decidió apoyar los talibanes en Afganistán a pesar de los pensamientos religiosos extremistas que tenían. Algunos años después, y gracias al financiamiento de grandes millonarios saudíes, Al Qaida se transformaba en el enemigo del mundo con la caída de las Torres Gemelas. La Guerra contra el Terrorismo permitió la invasión de Afganistán y posteriormente Irak. La Democracia y la Libertad que Occidente decía traer no llegó nunca y lo único que existe ahora son países con estados fallidos incapaces de controlar su territorio y donde reina el terrorismo y pululan grupos militares asociados al extremismo musulmán.
A pesar de la propaganda, las bombas occidentales también matan civiles que fueron llamados “daños colaterales” para que la muerte de cientos de miles de civiles sea más cómoda para la opinión pública. Al sumar las torturas en cárceles como Abu Ghraib en Irak, las fotos de militares norteamericanos orinando en cadáveres de civiles o el nivel de destrucción en el cual se encuentran esos países, no es difícil entender como la desesperación o la sed de venganza ha podido llevar personas a unirse a las filas de grupos como Al Qaida o ahora el Estado Islámico.
Y si fuera poco se sabe que durante los últimos años, apoyándose en la lucha para que Assad caiga cueste lo que cueste, se ha financiado, entrenado y armado el Frente Al-Nusra, es decir Al Qaida en Siria. El ministro de relaciones exteriores de Francia, Laurent Fabius, declaraba en 2012 que Al-Nusra realizaba una buena labor en terreno. El llamado a matar Assad del ministro francés era el mismo que el llamado realizado por los grupos musulmanes extremistas.
El Estado Islámico, que nace con el acercamiento entre los generales laicos de Hussein y los miembros de Al Qaida en las cárceles norteamericana en Irak, se ha visto apoyado durante los últimos años por diferentes países que encontraban interés en el conflicto regional. Los intereses geoestratégicos ligados a los futuros pipeline, al conflicto entre sunníes y chiitas promovido por los wahabitas, a la presencia kurda o a Israel son algunos de los factores que favorecieron a los grupos terroristas que ahora aparecen como enemigos. Para luchar contra Assad, Francia y Estados Unidos entregaron misiles antitanques y otras armas a esos grupos, además de entrenarlos. Israel atendía en sus hospitales del Golán a los soldados de Al-Nusra. Turquía ha facilitado la presencia de bases militares de entrenamiento y la venta de petróleo en su territorio. Grandes fortunas de Arabia Saudita y Qatar han entregado financiamiento y armas.
Hoy nos sorprendemos por los atentados en París cuando el gobierno francés ha permitido y fomentado directa e indirectamente esos grupos terroristas. Nos sorprendemos de que existan franceses reclutados por ese islamismo extremista cuando dos de los grandes aliados de Francia en Oriente Medio, Arabia Saudita y Qatar, no solo inyectan grandes sumas de dinero y compran clubes de futbol como el Paris Saint-Germain sino que financian imanes y mezquitas que promueven lecturas extremistas del Corán. Al comparar la sociedad que quiere imponer Al Qaida o el Estado Islámico con la realidad en Arabia Saudita es difícil notar grandes diferencias. Estos imanes llegan además en un país donde se ha estigmatizado y culpado de todos los males de Francia a la población arabo musulmana para esconder el principal problema interno de Francia, la crisis económica.
Tanto la política interna como externa de Francia ha favorecido el desarrollo del Estado Islámico y ahora se pretende acabar con esa amenaza. Sin embargo aún no vemos acciones que respondan a un verdadero deseo de terminar con el Estado Islámico. Esa guerra no puede consistir únicamente en bombardear algunos lugares por años, como se ha hecho hasta ahora en Afganistán o Irak, pues solo lograrán crear un nuevo caldo de cultivo para grupos terroristas. Se debe acabar con los diferentes factores que han permitido que después de más de una década de guerra contra el terrorismo, el mundo se enfrente a una organización superior en todos sentidos a Al Qaida con un ejército de miles de soldados y mercenarios armados con tanques y vehículos blindados.
Como bien decía Paul Valéry, “La guerra es una masacre entre personas que no se conocen, para provecho de personas que si se conocen pero que no se masacran”. Solo el futuro nos dirá cuál será el desenlace de los diferentes conflictos que afectan Oriente Medio, una región estratégica que enfrenta los intereses de numerosos países pero que podríamos simplificar en un enfrentamiento entre la OTAN y los BRICS. Al igual que durante la Guerra Fría los conflictos se realizan en otros países para impedir el enfrentamiento directo entre las grandes potencias por el miedo de una escalada entre países que poseen el arma nuclear, lo que se conoce como guerra subsidiaria. Si bien debemos criticar el comportamiento de las elites políticas por las decisiones que han tomado también debemos criticar el apoyo de las poblaciones civiles a las guerras realizadas en el nombre de la Democracia. Por muy entendible que sea el sentimiento de querer acabar con regímenes autoritarios también hay que entender que hasta ahora no se ha logrado imponer ni la Libertad ni la Democracia con bombas. A pesar de que el desarrollo de la tecnología militar ha querido crear la imagen de guerras limpias con ataques quirúrgicos debemos entender que civiles mueren bajo los bombardeos franceses, norteamericanos o rusos. Mientras no se logre terminar con la idea de que “La Guerra es la Paz”, seguiremos viendo aumentar la muerte de inocentes tanto en Oriente Medio como África o Asia pero podemos temer que además aumenten la cantidad de atentados en los países que participan en las diferentes guerras alrededor del mundo. En la era del drone, con ataques a miles de kilómetros de distancia, las poblaciones occidentales habían olvidado lo que significaba estar en guerra. Lo están recordando de la manera más triste.