Guillermo Teillier y Daniel Núñez apoyaron el reajuste mezquino del 4.1 por ciento que el gobierno entregó al sector público. En tanto, Karol Cariola, Camila Vallejo y Hugo Gutiérrez se negaron a hacerlo. Lautaro Carmona se ausentó de la sala.
Fuera del Congreso miles de trabajadores reclamaban porque el miserable 4.1% no solo no cubre el alza del costo de la vida, sino que fue enviado a la tramitación legislativa sin acuerdo de las organizaciones del sector, lo que retrata un sensible retroceso, otro más, de un gobierno que en las promesas decía otra cosa.
Las razones del presidente del PC se refieren a que ya no se iba a lograr nada más y que de votar en contra solo se retrasarían las cosas. Eso de que un revolucionario siempre puede un metro más, sentencia adjudicada al Ché Guevara, no tiene validez en este lance.
De dar la pelea, de insistir, de ponerse siempre del lado de los trabajadores, ni hablar.
Se votó con la ultra derecha.
Lo que en verdad cursa, más allá de la libertad de cada uno para pensar, y en este caso votar según su propia libertad de conciencia, no es una supuesta deslealtad PC respecto del gobierno, sino que lo trascendente es la deslealtad de parte de dos de sus diputados con los trabajadores.
Las organizaciones del sector público negocian de hecho hace mucho tiempo producto de su capacidad de movilizarse y de esa manera han logrado ganar ese espacio que ha permitido de vez en cuando, torcer la mano de los gobiernos neoliberales y anti trabajadores de la Concertación/Nueva Mayoría
Y siempre ha sido un parto lograr que la mezquindad del sistema se allane a alguna mejora que nunca ha sido la deseada, pero que por lo menos ha servido para emparejar las cosas según el IPC.
Siempre en esa mesa ha habido militantes comunistas. Es decir, los compañeros saben de qué trata, cómo se vive esa negociación y los esfuerzos que hay que hacer para lograr un avance.
Por eso, podemos observar que el jefe del PC se pone hoy del lado de las posiciones más reaccionarias y mezquinas. Este es el más bajo reajuste en años y de paso termina con el bono de término de conflicto; resulta una afrenta a sus propios militantes, muchos de los cuales a esa misma hora, blandían sus banderas en las calles adyacentes al Congreso.
Mal momento para ordenar libertad de acción.
Mal momento histórico para ponerse de lado de quienes han administrado con soberbia eficacia un modelo antipopular, sostenido en los pilares que diseñó el fascismo, que no ha desdeñado ningún grado de represión para mantener a raya a los movimientos sociales, tan caros para el PC, y que ha construido un remedo de país democrático.
Más allá de la pragmática, que en la actual cultura política lo resuelve todo, están los principios que se dicen sostener y que se contradicen en cada paso que da el gobierno que el PC sostiene con encomiable lealtad.
Regiones pauperizadas, vastos poblados de gente pobre envenenados por la minería criminal, guetos construidos para alejar a los pobres del brillo del éxito del poderoso, educación que reproduce día a día el sustrato cultural del que se nutre la mayor desigualdad del planeta, territorios mapuche ancestrales ocupados por fuerzas de guerra, una salud que mata, pensiones que condenan a los viejos a morir en la más triste de la pobreza, son algunos retazos que se pueden sintetizar como resultados de éste y los gobiernos que han sido luego de la traición original de la Concertación.
Y como sabemos, luego de hacer la maniobra comunicacional de cambiarle nombre a esa desprestigiada Concertación, y recibir en el seno tibio del poder al Partido Comunista ya rebautizada como Nueva Mayoría, lo único que ha cambiado es el nivel de desprestigio de las instituciones dizque pilares de la democracia.
La política, es decir, los políticos y sus partidos en su mayoría se han ido a la sentina de la historia envueltos en el más desgarrador de los descréditos, demostrados como sinvergüenzas, ladrones, estafadores de la fe de la gente crédula, maleantes de ternos caros, aprovechadores, sablistas, vendedores de humo.
Y ese escenario crudo y de suyo asqueroso no parece afectar la indoblegable moral comunista.
Chile, su gente y su pueblo, no merece el castigo al que se le somete. No merece seguir pagando a diario el atrevimiento que intentó a partir de un luminoso día 4 de septiembre del año 1970.
Merece un futuro, y sobre todo un presente, distinto, y que con certeza deberá salir de la fuerza del pueblo una vez que se alce en la más espléndida de las rebeldías.
El rol de la izquierda hoy, en nuestro modesto entender, es transformar en fuerza y acción política la fuerza y la bronca que aún subyace anidada en el pueblo detrás de las casi infinitas defraudaciones, traiciones y malos tratos recibidos en un cuarto de siglo de manipulación y falsas esperanzas.
Entonces el pueblo comunista estará donde debe estar.