La derrota del Frente para la Victoria en la segunda vuelta de las elecciones generales en Argentina es un indiscutible batacazo a las fuerzas auténticamente transformadoras del gran país del Plata y un rudo golpe al proceso de profundos cambios de contenido popular iniciado en la región latino-caribeña con la elección de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela en 1998.
Por supuesto, no voy a dar respuesta en el sentido de la lógica formal a la pregunta del título en lo que concierne a Argentina, puesto que eso corresponde sólo al kirchnerismo, al peronismo que conserva vocación de soberanía y a otros sectores populares de ese país. Pero sí voy a tratar humildemente de hacer algunas consideraciones que tal vez podrían servir cuando menos para estimular el debate en el seno de la izquierda argentina, latino-caribeña y de los gobiernos progresistas de nuestra América sobre las lecciones que podemos derivar de este acontecimiento.
Pues, además de reconocer que estamos en presencia de una derrota en el plano nacional, no podemos obviar las repercusiones que ella está teniendo y tendrá a escala continental, dado el enorme peso económico, cultural y político del país austral y la importancia de la alianza que ha sostenido desde hace doce años con las fuerzas revolucionarias, populares y de izquierda en nuestra área geográfica.
Un gobierno neoliberal y de rancia derecha como el de Macri hará exactamente todo lo contrario, no sólo en Argentina, donde ahora el Frente para la Victoria y cuantos aliados pueda allegarse en el campo popular tienen ante sí la decisiva misión de defender las grandes realizaciones sociales, culturales, científicas, de justicia y reparación de los horrendos crímenes de la dictadura conseguidos en la década pasada, así como también reconquistar el gobierno para que el proceso emancipador continúe avanzando más lejos que a donde había llegado. También en la región, pues ya el inminente ocupante de la Casa Rosada lanza dardos ponzoñosos contra la Venezuela bolivariana y pide su exclusión de la OEA y del Mercosur. ¿Motivo? Según él en defensa de la democracia. Ya sabemos qué idea de democracia puede esperarse de un millonario neoliberal enriquecido como su familia al amparo de la dictadura militar argentina y con causas pendientes con la justicia.
Cierto, no puede consumar la fanfarronada pues no se lo permitirán los otros gobiernos y no se lo permiten las normas del Mercosur y ni siquiera las de la OEA. Pero por primera vez en la última década y con la excepción de su estrecho e impresentable aliado Álvaro Uribe, un jefe de Estado latinoamericano lanza un ataque de esa virulencia contra otro gobierno de la región, con el que a la vez alienta a las fuerzas de derecha en el ámbito latino-caribeño, al día de hoy eufóricas y desmelenadas como era de esperar con el triunfo que han conseguido sobre el pueblo argentino. Escribo pueblo argentino con plena deliberación pues entre esa mitad del electorado que votó por Macri y entre los siete millones que no ejercieron el sufragio, no pasará mucho tiempo sin que sean duramente afectados por las políticas de Macri.
La derrota, por demás, es inherente a la lucha social y revolucionaria. Más aún, no hay revoluciones ni procesos de cambio social irreversibles. El factor subjetivo es esencial y con toda honestidad autocrítica debemos reconocer que lo hemos descuidado. Hemos llegado a pensar con un enorme simplismo que con proporcionar bienestar a la población esta nos otorgará su respaldo automáticamente y, por lo tanto, tenemos el voto asegurado.
Nos hemos dado la extraordinaria importancia que tiene el legado de Fidel y del Che en el sentido de que debemos forjar conciencia política además de mejorar el bienestar del pueblo todo lo que permitan las circunstancias. Esa es una gran lección de Cuba. Si agredida y bloqueada, con los negativos efectos que ello ha ocasionado en la vida material del pueblo, no hubiese creado cultura y conciencia política, no habría sido capaz de una resistencia tan prolongada.
El kirchnerismo es mayoría en el Senado y primera minoría en diputados, tiene unas juventudes admirables en su seno. La mitad del país lo votó y eso no es nada despreciable. Puede hacer una oposición inteligente que convierta el revés en una victoria mayor que las anteriores si se mantiene estrechamente unido y busca alianzas con los sectores populares a los que no llegó, que ahora resultarán afectados por la restauración neoliberal.
Lo que es imprescindible ahora es sacar las lecciones que esta coyuntura adversa desprende para las fuerzas populares de la región y redoblar los esfuerzos –ahora con más razón– para ganar las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en Venezuela.
Twitter: @aguerraguerra