El amariconamiento endémico de la UDI da otra muestra de su perfección. Afectados hasta el sollozo porque una periodista hace su trabajo, y nos hace olvidar a su antecesor un correcto tanto como pusilánime periodista que no hacía más que permitir que sus entrevistados lucieran cómodos y relajados, no dudan en acusarla y tramar quizás qué venganza.
En otros tiempos la periodista de Estado Nacional habría desaparecido sin dejar huellas, secuestrada por el brazo armado de esos fascistas.
La ultraderecha chilena no ha variado un ápice su naturaleza corrupta, ladrona, criminal y veleidosa.
Desde el momento en que la pseudo transición no los tocó ni con el pétalo de una rosa, luego de su evidente y demostrada colusión, apoyo y acción concreta durante la dictadura, la ultraderecha se sintió a sus anchas y con derecho a seguir su venganza contra el pueblo, ahora por otros medios.
En esa cruzada, ha contado con el apoyo incondicional de los presidentes y políticos de la Concertación, ahora Nueva Mayoría, la que da la impresión, gobierna mirando sus caras a la espera de su aprobación o regaño.
Los innumerables casos de delitos descubiertos en los cuales aparecen sus principales prohombres metidos hasta las masas, no le han disminuido su ímpetu prepotente, sabedores que al final como ha sido siempre, no les va a pasar nada.
Las leyes que ellos mismos han hecho, con el concurso entusiasta de aquellos que se visten de progresistas y democráticos cuando les conviene, tienen su impronta y se activan cuando las alarmas les indican que hay peligros en el horizonte.
Chile es un país enfermo de sinvergüenzura. El Estado ha sido secuestrado por un circuito de sinvergüenzas que cuando caen, lo hacen hacia arriba y si alguien quiere un ascenso o incrementar sus ingresos, solo le resta buscar la manera de que lo echen de un lado, para aparecer en otro con la cuenta corriente más abultada.
Solo está prohibido robar poco o mal.
Chile es un país que se desintegra. Los mafiosos que mandan todavía creen que un país se define por sus límites, paisajes e idioma. La trizadura al interior de la sociedad nuestra es cada día más profunda y brutal.
Tal como lo enseña nuestra vasta experiencia en movimientos sísmicos, no basta la tranquilidad de ahora para augurar lo mismo en el futuro. Esto que pasa cada día, necesariamente genera una acumulación de bronca de las peores, la inorgánica, la que no obedece orientaciones ni ideas de cierto horizonte.
La Nueva Mayoría abandonó, si es que alguna vez la tuvo, la idea de refundar el país sobre otros pilares y valores. Se enamoraron de sus antiguos contradictores. Les encontraron razón. Retornaron a su corazón momificado. Pobre Salvador Allende….
Así, ya no es posible sorprenderse de las reacciones de autoridades como el siniestro Aleuy, émulo perfecto de los subsecretarios del tirano, o de las medidas antipopulares de la derechamente facha alcaldesa Tohá ni de la prepotencia de los ministros del Interior, todos los que ha habido, que confunden autoridad con brutalidad.
Hace pocos días se bajó el paro del Registro Civil. Y ha quedado de ese movimiento una serie de enseñanzas que será necesario asimilar. En esta oportunidad inauguró sus ministeriales armas prepotentes la ministra Blanco. Mujer de derecha por donde se la mida, ha sido parte del tándem de autoridades que tiene la virtud gatuna de caer parados cuantas veces salten de una silla a otra. Acá o allá, le da lo mismo. Y que jugó con descaro y desvergüenza con la necesidad de la gente azuzándola contra los funcionarios movilizados. Usó a los indignados usuarios del Registro Civil como escudo humano en contra de los trabajadores.
Sin escatimar en amenazas que deberían avergonzar su supuesto cristianismo, se dejó llevar por la ira y la impunidad.
Sobresale en este episodio, y pasa casi inadvertida, la reacción del presidente del Partido Comunista que se alinea en contra de los trabajadores, privilegiando su adscripción acrítica a su coalición. Dirigentes comunistas celebraron más que el mismo paro, su bajada. Sale caro entrar al rodeo. Tiene su precio ser de los ganadores. La entrada al Congreso y el aumento de su representación se paga con darles la espalda a los trabajadores.
También arreció una campaña de desprestigio brutal en contra una dirigenta que supo representa a sus asociados ante la prepotencia, brutalidad e insensibilidad de un gobierno de claro rasgo derechista. Nelly Díaz fue blanco de las más vergonzantes prácticas de las operaciones comunicacionales secretas. Fea, chica, negra, india fueron algunos de los epítetos que se lazaron en contra de la dirigenta sin que ningún organismo que se dice defender la dignidad de las persona dijeran esta boca es mía.
Este escenario definido por la necesidad del sistema de reiniciarse y adecuar sus modos luego de los sucesivos y casi infinitos escándalos, es donde mejor se da la reinvención de la ultraderecha.
Quizás a la aguda periodista de TVN le quede poco en su puesto. La ultraderecha, ya está dramáticamente probado, no olvida y tiene por la venganza una valía encomiable. Y el efecto vicario de su ira ya estará siendo interpretado por los funcionarios de la Nueva Mayoría que en esto de ser de derecha han tenido un aprendizaje que ya no sorprende pero a veces asusta.
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