El paro del registro civil evidencia síntomas de un Estado débil que va por un mal camino. La clase política y gobernante debería hacer un esfuerzo por recuperar la fortaleza perdida. De nada sirve dar marcha hacia adelante si tarde o temprano la locomotora del Estado podría descarrilarse.
La clase gobernante debe tomar nota de los acontecimientos recientes dados dentro de un ambiente que poco a poco se ha venido enrareciendo.
El Estado no puede dar espacio para que sectores estratégicos paralicen actividades. Los sectores estratégicos deben permanecer “satisfechos”. Mantener sectores estratégicos insatisfechos es una mala jugada, ya que abre la puerta a la propia impopularidad o bien al interés privado.
La llegada de la “satisfacción” a sectores estratégicos podría ahorrar un gran dolor de cabeza a la clase gobernante, la cual hoy debe hacer frente tanto a la corrupción como al ambiente de desconfianza.
Si no atendemos la “satisfacción” de sectores estratégicos del Estado estaremos abonando el camino a caminos tortuosos con destinos poco agradables. Eso sí, “engordar la vaca” pero eliminando “malas costumbres” que han permitido actual proceder. No podemos estar al servicio de las “pataletas” de un “niño” malcriado e irresponsable, lleno de comodidades. Hay que educar y poner límites.
Debemos entender que el actual modelo económico neoliberal está en descenso en América Latina porque no han sabido entender la importancia de tener un Estado robusto para la consecución de objetivos trazados en favor de los gobernados.
Si la prioridad es el pueblo, entonces se debiera enfocar en el fortalecimiento del Estado. Llega a ser vergonzoso para el gobierno de Michelle Bachelet tener que hacer frente a “cuentas impagas” dentro de la propia casa y, más aún, cuando existen “dificultades” para asumir responsabilidades.
Chile es un país muy rico en recursos naturales y no debiera desaprovechar la oportunidad que le brinda ello para robustecer el Estado; sería beneficioso tanto para la clase gobernante como para los gobernados. Obviamente sería perjudicial para las elites económicas, pero, si éstas desean preservar un ambiente de estabilidad para sus intereses, deberían estar abiertos a ciertos ajustes al Estado e incluso promoverlos. No querríamos repetir el hastío producido en el continente de un Estado débil junto con la aparición de fuerzas “populistas” ¿verdad?