Noviembre 18, 2024

Las nuevas medidas de EE.UU. respecto al bloqueo a Cuba.

Un grupo de acontecimientos han envuelto en los últimos días a Cuba y Estados Unidos: la primera ronda de la Comisión Bilateral, destinada a establecer la hoja de ruta de las negociaciones; el discurso del presidente Obama a un grupo de empresarios estadounidenses, convocándolos a presionar al Congreso para eliminar el bloqueo; la acreditación del nuevo embajador cubano en Washington y la reciente conversación telefónica entre ambos presidentes, donde, según lo informado, analizaron el estado de las relaciones y su futuro .

 

 

Todo ello aparece enmarcado en la visita del Papa a los dos países, la próxima discusión del tema del bloqueo económico a Cuba en la ONU y el anuncio de la presencia del presidente cubano en esa institución, donde es posible que ambos mandatarios se encuentren nuevamente.

En este contexto debemos analizar la emisión de las nuevas regulaciones del Departamento del Tesoro, respecto a flexibilizar las medidas que rigen el bloqueo económico a Cuba.

Aún es muy pronto para pronosticar el alcance real de estas medidas, toda vez que requiere de interpretaciones legales para su aplicación, así como del consenso de ambos gobiernos para ejecutarlas. No obstante, se avienen a lo dicho recientemente por el canciller cubano, en el sentido de que se avanza en la tendencia correcta y en ello radica la esencia de su importancia.

Mirado a grandes rasgos, es posible suponer que las nuevas medidas pudieran facilitar las relaciones en diversos campos:

En el área de las telecomunicaciones e Internet –preferenciada por la política norteamericana– es posible establecer negocios, incluso empresas mixtas, con entidades estatales cubanas. Además, importar aplicaciones cubanas y contratar personal nacional para su desarrollo; exportar productos estadounidenses, así como otorgar créditos y facilidades de pago.

En las transacciones financieras y comerciales, se elimina de las prohibiciones a los emigrados residentes en terceros países y se permite abrir cuentas en Estados Unidos a los cubanos que visiten ese país, flexibilizando las normas que rigen su uso, una vez que regresan a Cuba. También pueden abrir cuentas bancarias en Cuba los viajeros norteamericanos. 

Las empresas e instituciones estadounidenses autorizadas a tener relaciones con Cuba, pueden tener presencia física en el país, mediante oficinas y almacenes, así como abrir cuentas bancarias, contratar a nacionales e importar los insumos necesarios para sus operaciones.

Se autoriza conceder créditos y facilidades de pago a nacionales privados cubanos, para la importación de alimentos e insumos para la construcción, procedentes de Estados Unidos

Se facilita la transportación aérea y naval entre los dos países, así como la eventualidad de que un mayor número de norteamericanos puedan viajar a Cuba, dentro de las categorías establecidas. También se amplía el rango de posibilidades para la importación de insumos y servicios relacionados con la seguridad aérea y la atención humanitaria a los pasajeros.

En el campo científico y educacional se autorizan las investigaciones conjuntas que no tengan fines comerciales y se permite el uso de Internet para cursos y exámenes a distancia.

Fue eliminado el tope para el envío de remesas de Estados Unidos a Cuba y se autorizan también las procedentes de Cuba a ese país.

Por último, para el adecuado funcionamiento de las embajadas cubanas, se autorizan las transacciones bancarias de los diplomáticos y las relacionadas con los fondos internacionales que correspondan a estas entidades.

Evidentemente, estas medidas se ajustan a la táctica seguida por la administración Obama de actuar gradual y limitadamente en lo que respecta a flexibilizar el bloqueo contra Cuba y deja fuera otras decisiones de gran impacto que son de su competencia, como pudieran ser:

–        La posibilidad del uso del dólar en las transacciones cubanas.

–        El acceso a créditos internacionales por parte de Cuba.

–        La eliminación de las restricciones para los pagos por concepto de importaciones norteamericanas, tal como se ha hecho en el campo de las telecomunicaciones.

–        La ampliación de los rubros comerciales, al menos en el campo de las medicinas y los insumos para la salud, que tanto afectan a la población cubana.

–        La posibilidad de que las licencias generales de viajes establecidas para los norteamericanos, sean aplicables a casos individuales y no solo a grupos, como ocurre en estos momentos.  

Mientras estas decisiones no se tomen, las medidas adoptadas estarán traspasadas por inconvenientes financieros medulares y se verán sujetas a tantas interpretaciones y obstáculos legales, que muchas veces serán impracticables.

Parece razonable que Obama trate de evitar cualquier paso que pueda ser objeto de cuestionamiento legal por parte de sus oponentes, así como incentivar las presiones sobre el Congreso para eliminar el bloqueo, lo cual constituye la solución definitiva del problema.

No obstante, tal actitud también amplía las posibilidades de influencia de sectores de la burocracia gubernamental tradicionalmente conectados con la extrema derecha cubanoamericana, como es el caso de OFAC, que seguramente están jugando al cuento del miedo al lobo, a la espera de momentos mejores.

Según algunos analistas norteamericanos, otro factor decisivo en la implementación de estas medidas será la reacción cubana y citan dos inconvenientes básicos: la existencia de la doble moneda y la no posibilidad de la contratación directa de trabajadores, lo cual tendría que hacerse a través de empresas cubanas.

En el caso de la doble moneda, efectivamente constituye un problema para toda la economía cubana, que el gobierno ha reconocido y trata de resolver. Lo segundo, es una regulación que también tiene críticos en Cuba y, por tanto, pudiera ser objeto de revisiones, aunque está por verse si es un asunto que realmente interesa a los empresarios norteamericanos o más bien se aviene al propósito de la política destinada a promover la supuesta “independencia de la social civil cubana del Estado”, como han proclamado los propios gobernantes estadounidenses.

Sin embargo, desde mi punto de vista, no son estos los problemas principales que la parte cubana enfrenta en sus relaciones económicas con Estados Unidos, sino otros mucho más sustanciales, incluso en la eventualidad de que se elimine el bloqueo económico.

En primer lugar, está el hecho de que a partir del restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, ha cambiado la escala de los negocios internacionales de Cuba, no solo con ese país, sino con el resto del mundo, y ello requiere de adecuaciones estructurales, que afectan a todo el sistema económico cubano.

Por otro lado, está la aparición de nuevos actores económicos promovidos por las propias reformas del sistema económico cubano, cuya integración al modelo no solo está dada por las oportunidades de trabajo que genera y sus contribuciones al fisco, sino por el vínculo de estas personas con las necesidades de toda la sociedad y la plena realización de sus potencialidades culturales y productivas. Lo que también implica la revisión de las políticas al respecto, no tanto por las proyecciones norteamericanas hacia el sector privado cubano, sino por las propias necesidades del país.

Por último, está el problema de la dependencia económica. El mercado norteamericano es tan atractivo y abarcador para Cuba, que difícilmente sobrevivan sus competidores, si no existe una política nacional que regule estas relaciones. La soberanía nacional transita por esta lógica y en su adecuado balance radican las garantías de éxito para Cuba, en la nueva coyuntura.

·       Investigador cubano, especialista en relaciones Cuba-EEUU. Doctor en Ciencias Históricas con una decena de libros publicados.

 

 

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