Sr. Intendente de la Región de Los Ríos, Don Egon Montecinos
Estimadas autoridades regionales y locales de mi recordada ciudad de Valdivia
Dirigentes políticos y sociales que se reúnen en el local de esa Intendencia Regional para conmemorar un nuevo aniversario de esa inmensa tragedia que sacudió nuestra Patria la mañana del 11 de Septiembre 1973.
Más allá de nuestras fronteras lo que sucedió en Chile en esa fecha conmovió a la opinión pública del mundo entero. Lo podemos afirmar sin exageraciones. El palacio presidencial chileno ardiendo en llamas fue la primera página de todos los principales medios periodísticos del planeta. Hasta el presente ella sigue ilustrando cada reportaje periodístico que pueda referirse a ese negro pasado en la vida política chilena y latinoamericana. La dictadura que se entronizó en nuestro país nació, yo diría, bajo ese signo de destrucción de La Moneda simbolizando de esa manera todo lo que vendría después durante 17 largos años, es decir, la barbarie, el oscurantismo, la inhumanidad, en síntesis la destrucción de lo que llamamos nuestra alma nacional.
Recordemos que en el periodo previo al golpe de Estado de 1973, Valdivia se caracterizó como una Provincia que se expresaba en los diferentes comicios electorales como una fuerza importante de apoyo al proyecto de la Unidad Popular que encabezaba su líder indiscutible, el Dr. Salvador Allende. De hecho, en las elecciones generales para renovar el Parlamento nacional, efectuadas en Marzo 1973 -a escasos meses del golpe-, Valdivia, al elegir 2 Diputados del Partido Socialista, se ubicaba entre las Provincias más entusiastas y dinámicas en la lucha por la consolidación del proyecto popular. Uno de esos Diputados fue el joven médico Carlos Lorca Tobar quien integra hasta el día de hoy la vergonzosa e infamante lista de los detenidos-desaparecidos con que la dictadura cobró venganza sobre aquellos que eran los mejores de entre nosotros. El espectacular 44% de los sufragios obtenido en ese entonces a nivel nacional por los Partidos de la Unidad Popular, fue en Valdivia todavía superior a ese porcentaje, un record electoral insoportable para la Derecha valdiviana. El orgullo y contentamiento que esa realidad generaba en los dirigentes políticos, sindicales, sociales y culturales de nuestra geografía, generaba también, como contrapartida, el odio de aquellos que no podían aceptar el fin de sus privilegios centenarios merced a la osadía de quienes –campesinos, obreros, intelectuales y capas medias progresistas– construían día a día un Chile diferente de trabajo y dignidad! Por eso, no es semánticamente correcto referirse al “golpe militar”, sino más bien al golpe “cívico-militar”. Tras la gran traición del día 11, fue esta colusión la que en Valdivia desató su odio con una represión tan salvaje e inhumana como quizás no se conoció en otras regiones del país. El ex-Intendente de Valdivia que en una fecha como hoy suscribe estas líneas de adhesión conmemorativa, si lo debo hacer desde lejos de Valdivia es porque una condena de presidio perpetuo impuesta por un espurio Consejo de Guerra, simulacro burdo de un Tribunal de la Republica, tronchó por siempre mi sueño de retorno a la Patria. Pero no queremos que nuestras vidas terminen sin que podamos entregar a Valdivia la página de su Historia que aún no ha sido escrita. Cierto, soy el autor de un libro (“Agenda de un Intendente”), editado en 1991 con el cual he pretendido entregar, entre otras cosas, el reflejo fiel de lo que vivimos esa mañana del 11 de Septiembre 1973 en el local en que Uds. están reunidos en estos momentos. Pero no basta la versión de mi persona aunque sea yo el principal protagonista de ese capítulo. La Historia es aún más exigente. Mi deuda con la ciudad y sus habitantes, con mis colegas de la Universidad Austral, con mis camaradas socialistas, con los hombres y mujeres anónimos que confiaron en que ese joven ciudadano que yo era en ese entonces podía ostentar el honor de representar en Valdivia al Presidente Allende… esa deuda no está saldada de mi parte! En los archivos de Valdivia su Historia debe quedar diáfana y transparente para las futuras generaciones. Es por ello, Uds. lo saben, que desde Septiembre 2012, está en trámite en la Corte de Apelaciones de Valdivia una querella judicial suscrita, junto a mi persona, por varios otros dirigentes políticos de aquella época, entre ellos, Uldaricio Figueroa, ex –Presidente de la Unidad Popular en Valdivia y Luis Díaz, ex–Alcalde de nuestra ciudad, hoy presentes en esta reunión de homenaje. Nuestro objetivo principal de esta acción judicial es entonces de carácter histórico, Valdivia lo merece! Pero también buscamos a través de la Justicia el castigo de los culpables, algunos de los primeros éxitos de la investigación judicial ya son conocidos por la opinión valdiviana. Seguimos avanzando, nos ayuda en esta tarea la sagacidad y talento jurídico de Roberto Avila, nuestro abogado capitalino. Están en nuestra mira de los próximos pasos judiciales, precisamente los que invadieron esta Sala, despacho del Intendente constitucional de 1973, para mancillarla con sus botas indignas y con las armas que el pueblo les había conferido.
Estimados valdivianos todos, más allá del modesto plano local y de nuestras particulares trágicas vivencias, en esta fecha del 11 de Septiembre, quien ocupa la plenitud de nuestra emoción y recuerdo es la egregia figura de Salvador Allende, el presidente mártir, líder del proceso político-social más relevante de nuestra Historia nacional y latinoamericana. En el curso de los años ha ido agigantándose la talla moral de un Allende que siendo un hombre de respeto y de tolerancia, de irrestricto apego a la legalidad, y que nunca propició la violencia como forma de imponer ideas ni como forma de ejercicio de la política, murió en el Palacio de La Moneda en medio de un combate militar. Se opuso con tranquila y clara decisión a la idea de rendirse, de entregarse, de negociar o de dejarse humillar por los militares que se alzaron en contra de la constitución y de las tradiciones democráticas chilenas.
Ha quedado igualmente clara la extraordinaria relevancia de sus ideas y de su programa político, que implicaba, en apretada síntesis, conjugar la democracia, como forma de relación social y política, y el socialismo, como sistema más justo y más eficiente de crear riqueza y de hacerla disfrutar a todos los ciudadanos del país. Avanzar hacia el socialismo respetando la democracia y las libertades civiles y políticas que le son inherentes, era una forma de hacer historia que no había estado hasta entonces presente en las luchas del siglo XX.
La famosa triada de libertad, igualdad, y fraternidad – que surgió de la revolución francesa- se mantenía como un sueño incumplido de la humanidad contemporánea. Las ideas y el accionar de Allende iban encaminados a abrir un camino nuevo, inédito hasta ese momento, para hacer realidad esas banderas.
La nacionalización de la gran minería del cobre –la conquista más trascendental de su Gobierno- se dio a parejas con aumentos de la producción y la productividad. En el sector manufacturero, donde se expropiaron una gran cantidad de empresas, la producción aumentó, a pesar de la falta de insumos importados y del boicot empresarial. Todo el período presidencial de Allende se dio en el contexto de un incremento de la producción manufacturera. De allí que el PIB del país aumentara en un 7.8 % promedio en los años 1971 y 1972.
Durante el período dictatorial se intentó desesperadamente, sin éxito alguno, poder probar al menos una falta a los criterios de honestidad administrativa. Ni un solo ministro, ni alto o bajo funcionario, pudo ser acusado de deshonestidad, de corrupción o de falta administrativa alguna, aun cuando tenían todos los elementos jurídicos y mediáticos como para hacer prácticamente lo que quisieran en ese frente. Allende nos lo repetía en cada uno de sus discursos: “podremos meter las patas pero jamás las manos!” ¿Cuántos de los allendistas de última generación en Chile y en América son capaces de demostrar que la corrupción les es totalmente ajena?
Es cierto que hubo colas y que algunos productos de primera necesidad se volvieron escasos, sobre todo los de origen agropecuario, pero no fue ni por ineficiencia ni por corrupción, sino porque el aumento en los salarios y en los ingresos generó aumentos de demanda que superaban los incrementos de producción debido al boicot empresarial.
Al rendir este homenaje del 11 de Septiembre no olvidemos el legado de lucha que Allende nos dejó grabado en sus palabras magnificas con que se despidió de su pueblo, en medio de las balas del combate final: “superarán otros hombres este momento gris y amargo en que la traición pretende imponerse”. Repasemos mentalmente las estrofas del himno que inspiró nuestros bríos juveniles y que Allende también entonó en su vida militante: “reafirmemos la fe socialista que es deber sin descanso luchar”!.
Reafirmemos con emoción y convicción desde la tribuna valdiviana que el proceso político chileno y latinoamericano no ha parido hasta el día de hoy otro Salvador Allende ni otro proceso tan rico y hermoso como el que él presidió.
Muchas gracias.
Dr. Sandor Arancibia Valenzuela
Ex-Intendente de Valdivia