Diciembre 26, 2024

Unión Europea: ¡emigrantes fuera! Reservado, derecho de admisión

La Unión Europea, invención supranacional, base de una cultura cuyos moradores se vanaglorian de ser la cuna de las instituciones democráticas, está sumida en la mayor degradación humana que conoce su historia reciente. Miles de migrantes, provenientes de Siria y Libia, buscan refugio en la ilustrada Europa. Países destruidos por guerras espurias apoyadas y financiadas, recordemos, como el Talibán en Afganistán, por Estados Unidos y sus aliados comunitarios.

 

 

Hungría levanta alambradas, y Serbia y Croacia hacen lo mismo. Alemania dice aceptar a 30 mil refugiados, España reclama tener suficientes sin papeles para aumentar la cifra de indocumentados en su territorio, bajo el pretexto de conceder el estatuto de refugiado. Grecia solicita fondos de la unión para hacer frente a la avalancha humana. Francia y los países nórdicos piden a gritos reuniones urgentes. Italia emprende una campaña desesperada para frenar la avalancha de parias. En medio de la tragedia, las políticas xenófobas y racistas se multiplican. ¡Que se vayan! ¡No los queremos! ¡No hay sitio para todos! ¡Vienen a robar! ¡Son terroristas!

 

 

Mientras tanto, las autoridades de la unión reducen el problema a dos cuestiones, fondos al desarrollo para evitar el éxodo y extremar el control a quienes han pasado las fronteras, seleccionando a los afortunados que accederán a la carta de refugiados. Para lo segundo, el método es simple. Una distribución equitativa y proporcional a cada país de la unión. ¿Cuántos migrantes irán a Francia, Portugal, Italia, Bélgica, Austria o España? Lamentablemente, la mayoría de los desplazados tienen un imaginario: Alemania. Todo su esfuerzo se centra en cruzar países hasta conseguir su anhelo: Berlín. En esta peregrinación, las estaciones de trenes, metas volantes, se convierten en improvisados hoteles al aire libre, donde se hacinan miles de familias en espera de obtener un billete que les lleve a su destino.

La Unión Europea improvisa. Toma decisiones en términos de orden público. Frente al drama de la migración, el desarraigo, la muerte, el dolor, el padecimiento, la fatalidad y el miedo, sólo alambradas y policía. Y de ello se aprovechan, como sucedió en los años de la persecución nazi, gentes sin escrúpulos que dicen garantizan formas de esquivar las fronteras a cambio de joyas o dinero. El costo es variable: va de cientos de euros a miles. El resultado: personas muertas, cuyas esperanzas se congelan en camiones frigoríficos y miles de cuerpos flotando en el Mediterráneo, que la marea arrastra hasta la playa. Las cifras se multiplican. Europa se convierte en cementerio.

Poco importa el sufrimiento. Los que huyen son personas que salen con lo puesto, casi desnudos, huyen de la guerra. Piden comprensión y una nueva oportunidad. Volver a empezar. Dejan tras de sí sus vidas, sus historias, familias, estudios, todo cuanto los identificaba. Hoy no tienen nada. Pero las autoridades europeas se muestran inflexibles, exigen documentación en regla, papeles acreditativos. Sin identidad, les espera la deportación.

La UE ofende a la humanidad con su comportamiento. Pero sus dirigentes cierran filas. Tratan a seres humanos como alimañas. Se les insulta, maltrata, tortura sicológicamente y, por último, expulsa amparándose en formalismos administrativos: ¡no tienen papeles! Quienes así piensan y actúan son los mismos europeos que se declaman del renacimiento y la ilustración, admiradores de Shakespeare, Miguel Ángel, Bach, Kant, Locke, Vivaldi, Rousseau, Goya, Velázquez, Kafka y políticos como Olaf Palme. Han perdido la decencia. No tienen vergüenza, como no la tuvieron al lanzar bombas contra escuelas, hospitales, museos y bibliotecas en Irak, con la escusa de ser arsenales químicos encubiertos. El negocio del petróleo, la reconstrucción y los escándalos de corrupción han demostrado las verdaderas intenciones de estos proclamados yedai del planeta. No satisfechos, la Unión Europea y Estados Unidos, dieron un salto, el enemigo pasó a ser Libia. Allí otro dictador, Gadafi, colmó la paciencia de las fuerzas del bien. Libia se convirtió en objetivo prioritario. La cúpula europea construyó un escenario ad hoc. Sus dirigentes dieron el plácet a ministros disidentes de Gadafi, ex militares comprometidos con la violación de los derechos humanos, empresarios y disidentes tribales para considerarlos los nuevos demócratas. Retratos en familia. Entre otros, Sarkozy, Merkel, Rodríguez Zapatero, Cameron, Catherin Asthon, Hilary Clinton y Obama. Orgullosos se mostraron con autorizar el lanzamiento de 110 misiles Tomahawk sobre la población civil de Trípoli y alrededores en una noche. El nombre de la operación: Amanecer odisea. Los nuevos gobernantes, restauradores de la democracia, hoy imponen el terror y las transnacionales son dueñas del país.

Los paladines del mundo libre se crecieron con Irak y Libia en su poder, Siria se transformó en el siguiente objetivo. La primavera árabe dio cobertura para legitimar objetivos. El gobierno de Bashar Asad fue sentenciado a muerte. Estados Unidos, la UE y la OTAN ejercen presión mediante bloqueos económicos, comerciales y bombardeos selectivos. Asimismo buscan, como en Libia, interlocutores que avalen sus propuestas. Reuniones internacionales con sátrapas travestidos en demócratas los convierten en gobierno en el exilio. Sus fuerzas de combate están armadas hasta los dientes, gracias a los traficantes de armas, el apoyo de la OTAN, Estados Unidos y la cooperación de Israel. Los medios de comunicación vaticinaron la caída de Bashar Asad en pocas semanas. Se cumplen cuatro años. Siria sufre una desintegración territorial, bajo el cual se yergue un emergente Estado Islámico que no duda en matar poblaciones enteras, degollar, bombardear centros históricos patrimonio de la humanidad y jactarse de su poder militar. Su existencia, en parte, es responsabilidad de la Unión Europea, sumisa al Pentágono. Pero estas guerras son una bicoca para el complejo militar industrial estadunidense. El mercado de armas está en ebullición. Vociferar contra el fundamentalismo yihadista y promover leyes antiterroristas en todo el mundo no soluciona el problema. Europa se ha convertido en socio menor de un club donde sus miembros se reservan el derecho de admisión. Un cartel cuelga en sus fronteras: abstenerse africanos, latinos, gitanos y menesterosos en general. Sólo acompañadas pueden entrar meretrices y esclavas sexuales.

 

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