Noviembre 17, 2024

El logro político de la corrupción y la estulticia

Si usted creyó que las huestes jóvenes de la Nueva Mayoría podrían revertir la actual crisis de legitimidad de los poderes del Estado, reconozca que estaba en un lamentable error

 

 

Concuerdo con lo dicho por el historiador Gabriel Salazar: “es irreversible la crisis de legitimidad y confianza en las instituciones”, y me parece que los miembros pertenecientes a las altas esferas directivas de las cofradías políticas también son conscientes de ello, pero, sin embargo, no se amilanan ni atemorizan. Tampoco cambian ni mejoran.

 

Seamos francos y no tratemos de tapar el sol con un dedo (que es exactamente lo que hemos venido haciendo desde el año 1990 a la fecha). Ante la opinión del profesor Salazar surge más de una duda respecto del posible resultado que esa irreversibilidad pudiese tener. Es cierto que la crisis de legitimidad existe, que es profunda y se extiende a lo largo del país. Si ella es irreversible, se trata ya de otro asunto que merece mayor estudio, pero a juzgar por los hechos concretos por todos conocidos respecto de actos de corrupción, amiguismo y delincuencia que caracterizan a nuestros representantes políticos, es posible acreditar que tal irreversibilidad no es un chiste, sino un hecho cierto.

¿Dónde está entonces la duda en relación a lo anterior? Ella se encuentra en la actitud pasiva, casi permisiva, que muestra gran parte del pueblo.  La mayoría de los chilenos optan por ser consumidores más que ciudadanos. Están interesados en contar con dinero suficiente para pagar deudas y adquirir nuevos artículos, pero no en levantar la voz y las manos para exigir respeto y democracia verdadera.

Si usted no concuerda con lo dicho, le desafío a salir a la calle y preguntar a la gente respecto de este tema. Le aseguro, sin temor a errar, que más del 60% de los interrogados le contestará algo así como  “me importan un pito la política y el gobierno, mi preocupación fundamental es no perder mi trabajo, pagar deudas (para poder contraer otras nuevas) y asegurar el futuro (económico, obvio) de mis hijos”. ¡Punto para el sistema!

De ese modo, la costra duopólica se siente segura y cómoda en su pertinaz actuar, donde los amiguismos y negocios turbios son pan de cada día. Yendo más lejos aún, muchos parlamentarios se jactan de ello mofándose abiertamente del electorado y de la capacidad de entendimiento del chileno medio. Por desgracia, en este último punto no andan muy perdidos ya que el sistema y sus acólitos han trabajado arduamente durante cuatro décadas para lograr que millones de compatriotas crean estar “bien informados” a través de prensa canalla, como es el caso de los noticiarios centrales de la televisión abierta, o de diarios como LUN (uno de los periódicos que cuentan con mayor venta en la nación).

Además, muy pocos políticos de largo recorrido hicieron ni harán algo en beneficio de dotar legislativamente al país de una democracia participativa y de justicia en serio, ya que como bien dice el profesor Alejandro Lara León, “Chile es una larga Hacienda en que sus dueños hacen lo que se les ocurre, siempre con la venia de la potencia que los cobija (ayer fue España, hoy EEUU). El silencio (de los políticos de vasta trayectoria) ya se ha extendido en el territorio nacional porque en el golpe de estado de 1973 existió una mayoría de ellos que lo apoyaron, y que como autores, colaboradores o encubridores, no tienen el menor interés en que  alguien hable. Esa mayoría de viejos políticos  que quiere el silencio, es transversal”.

No sólo el silencio es transversal, también lo es la corrupción. Lo más grave radica en que lo anterior se transfiere a las autoridades gubernamentales a través de la porfía fundamentalista que, equivocadamente, pretende defender aquello que llaman pomposamente “estamentos valóricos” (cuestión que en los tiempos actuales debemos entender como “conveniencia” particular), y  que en esencia termina siendo sólo acción corrupta. 

Por cierto, de los sectores derechistas nada positivo podemos esperar en beneficio de la gente y del país en cuanto Nación, pero, si en algún momento creímos que las huestes jóvenes inscritas en la Nueva Mayoría podrían revertir las situaciones actuales, la dureza de los hechos concretos nos regresan a una dura realidad, pues si tomamos como criterio general aquello que observamos en funcionarios públicos de la nueva hornada, como el vocero de gobierno Marcelo Díaz, hemos de reconocer cuán errados nos encontramos de lo que suponíamos posible.

“El vocero de gobierno, Marcelo Díaz, me repugna”, dijo Tomás Mosciatti en el programa noticiero de la mañana en radio Bio-Bio, aludiendo a la torpeza sin parangón del funcionario de La Moneda quien trastabilló seriamente al referirse en tono despectivo y altanero a lo declarado por el ex asesor jurídico del Servicio de Impuestos Internos (SII), el abogado Cristián Vargas, respecto de las indebidas presiones del ex ministro del interior, Rodrigo Peñailillo, que influenció la toma de decisiones que debía abordar quien fuera Director de ese servicio, Michel Jorratt.

La verdad es que las declaraciones de Marcelo Díaz relacionadas con ese caso, en su calidad de político (y más aún, de vocero de gobierno) también me repugnan, amén que coadyuvan a confirmar que doña Michelle es en La Moneda una réplica subdesarrollada de las monarquías europeas del siglo XXI, es decir, una dama que “reina, pero no gobierna”. ¿O estoy equivocado, señores Burgos, Lagos, Walker?

Si alguien creyó que las huestes jóvenes de la Nueva Mayoría podrían revertir la actual crisis de legitimidad de los poderes del Estado, reconozca que estaba en un lamentable error ya que la solución política se encuentra fuera de los límites geográfico-partidistas del duopolio, y tampoco están dentro del desacreditado poder legislativo.

Que la voz de la calle se quede en la calle, no en el gobierno ni en la economía, es hoy el principal interés de los políticos asociados al duopolio. Y lo han logrado, ya que las cofradías de la Alianza, Nueva Mayoría, Evópoli, Amplitud, Fuerza Nueva, etcétera, no se sienten amenazadas por lo que se ha develado públicamente en estos meses, pues confían en la pusilanimidad de la ciudadanía, y así lo manifiestan tras bambalinas algunos parlamentarios cuando dan a entender que más allá del revoloteo provocado por ciertas organizaciones sociales y por la prensa independiente, nada serio ocurrirá a la casta política en casos como PENTA, SQM, CAVAL y CORPBANCA.

Patrones y mayordomos del duopolio confían en que si se produjese un hastío ciudadano de proporciones y el pueblo se tomase las calles, la ‘solución definitiva’ –que les sea favorable y les permita continuar ordeñando el país para su propio peculio- sigue estando vigente un par de metros pasadas las puertas de los cuarteles. Tal vez esto forme parte también del “pacto de silencio” cívico-militar.

 

 

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