Me van a perdonar, pero veo negro el horizonte chileno: no creo en optimismo de la voluntad como tampoco el pesimismo de la inteligencia, pues estas cualidades fueron destruidas por los personeros corruptos de la odiada plutocracia. El optimismo trágico de Emmanuel Mounier no pincha ni corta en esta nación de papanatas. Estoy convencido, como lo he manifestado en innumerables ocasiones, que de la actual crisis institucional vamos a salir trasquilados y, como la historia lo prueba, al igual que los cangrejos, vamos a caminar para atrás. Nada de raro que, como en Italia, surja el “Berlusconi” chileno.
La diferencia, quizás, entre Piñera y Berlusconi es que el primero no es proxeneta, tampoco va por mundo para violar a niñas púberes; en este plano, Piñera es más puro que un monje franciscano, pero en los demás aspectos se pueden encontrar muchas similitudes: ambos fueron dueños de canales de televisión, de clubes de futbol, “buenos” financistas que sin asco, gastaron parte de su dinero para convertirse en dueños del poder político y económico, es decir, convirtieron a sus respectivos países en su feudo personal.
La plutocracia chilena es y ha sido siempre anómica: es imposible que haga diferencia entre sus negocios personales y los del Estado, pues para ellos Chile es su propiedad indiscutida. Como decía un personaje de la política chilena, “nosotros somos los dueños del país y, el resto, son rotos, ignorantes, borrachos, flojos e indios hediondos…” El ex Presidente Sebastián Piñera es el alumno más aplicado de la escuela oligárquica chilena.
Los estúpidos sobran en este país, en consecuencia, no falta quien crea que Piñera, por ser millonario, no le va a robar ni un veinte al Estado. Qué ganamos con repetir una y mil veces que su “gobierno de gerente” fue uno de los más pillos de Chile, que el ex Presidente ha estado involucrado en varios escándalos económicos que han surgido durante los últimos años –Cascadas, Soquimich y otros -, que Piñera estuvo a punto de ser detenido por el escándalo del Banco de Talca y otros.
En la historia de Chile abundan los Presidentes que se han enriquecido o acrecentado su capital durante su mandato. Hay ingenuos que no creen que, por ejemplo, Diego Portales fue un comerciante bastante sinvergüenza; que don Arturo Alessandri se enriqueció, ejerciendo como abogado de las salitreras siendo, al mismo tiempo, Presidente de la República; Juan Luis Sanfuentes fue uno de los Presidentes más ladrones y corruptos de la República Parlamentaria; para qué nombrar al alimaña de Augusto Pinochet que estafó a destajo; el ex Presidente Piñera no lo ha hecho peor que sus predecesores.
En el fondo, no podemos culpar plenamente al ex Presidente Piñera por la confusión entre dinero y política, pues corresponde a una manera de ser y vivir, propia del ethos plutocrático, cuya esencia es enriquecerse, en forma ilimitada, sin importar los medios para lograr su cometido. Si, por acaso, un miembro de la casta termina pobre, quiere decir que es tonto” irremediablemente, pues el oficio de estadista consiste en atesorar dinero a costa de los insensatos que votaron por él. En este plano, Sebastián Piñera es un maestro que supera, de lejos, a los “Carlos”, a los Hurtado, a los Ponce Lerou, a los Luksic, a los Paulmann, y a otros.
En plena democracia bancaria no existen los ciudadanos, sino los consumidores, por eso, nadie se extraña que, en Chile y en muchos otros países, se elijan a millonarios como presidentes, pues la moral no cuenta, en consecuencia, lo único que importa es el dinero que vota cada cuatro años, en las elecciones y, los tontos siguen creyendo que el pueblo es soberano. De qué extrañarse que de cuando, el pueblo descubra – por ejemplo, en Brasil los políticos “coimeros” se robaron una buena parte de Petrobras, y que en Chile las empresas se compraban a más de medio parlamento y a unos cuantos ministros de gobierno – que en unos meses explote el escándalo y, pasado el tiempo, se olvide ¡y a otra cosa, mariposa!
En analfabetismo político es una verdadera plaga, y es muy posible que nos lleve, producto del olvido, a elegir nuevamente al plutocrática narcisista, Sebastián Piñera. Si antes hubo escándalos de corrupción, es seguro ahora se van a multiplicar por mil y, como mucha gente ignora la historia, no saben que algunas crisis institucionales terminan con el triunfo de la ultraderecha. Ojalá en Chile no ocurra lo mismo.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
20/08/2015