Inmediatamente de ganado el gobierno, y preparados todos para la aplicación del Programa de reformas (surgido en gran medida de las movilizaciones de 2011 y mandatado en 2013 por la ciudadanía) la DC enarboló la extraña tesis (apoyada por la derecha y la mass media) de que “el programa no es un dogma”.
Extraña tesis en una concepción democrática (la soberanía reside en la nación y ésta mandata) e incluso extraña en un partido cuyos gobiernos se hicieron famosos por “no cambiar ni una coma de su programa”.
¿Qué se buscaba?
De allí para adelante TODAS las iniciativas programáticas de La Moneda fueron bazuqueadas o torpedeadas bajo la línea de flotación.
La Reforma Educacional atentaba, según DC, contra “la libertad de enseñanza” y eliminaría a los colegios privados subvencionados. La educación, además, no es un derecho sino un servicio público que debe ser gratuito sólo para quienes no pueden pagarlo.
El proyecto de Reforma Tributaria fue atacado porque “agredía a las pymes” y “golpeaba a las capas medias”. Por ello debió llevarse, en el Senado, a la cocina para ser degustado con empresarios y sus representantes, bajo la mirada especializada del maitre Zaldívar. Salió lo que salió, es decir un charquicán de luche sin limón.
La Reforma Laboral estaría bien pero siempre que los empresarios pudieren reemplazar a los huelguistas con krumiros internos o que se exigiere a los trabajadores con huelgas largas llegar obligatoriamente a instancias de arbitraje.
Mas. Ante el proyecto de despenalización del aborto en tres situaciones monstruosas, algunos DC importantes han sufrido ataques mesiánicos sin sustentos ni en Tomás de Aquino ni en la práctica del gobierno de Frei Montalva. Arrinconados, están, por último, por no aceptar el aborto en casos de violación, porque cuando menos la violación no fue tal y las mujeres la están inventando.
Ante los problemas actuales, surgidos en primer término por el conocimiento público de delitos políticos en que también habrían incursionado la familia del Presidente del partido, la de destacados diplomáticos del partido, la de destacados congresistas del partido, el partido puja para “un vuelco hacia el centro”, empolvora al Ministro del Interior con poderes que no tiene y triza el gabinete político.
Y más. Saca a ondear la demagógica bandera de que, ahora, “hay que dedicarse en primer lugar a hacer crecer la economía”, como si ese no fuera permanente obsesión, como si el crecimiento de la economía se fundara en la sola voluntad política y como si el gobierno manejara las variables de los mercados internacionales y del crecimiento planetario, esas que, fíjese, no manejan ni EEUU, ni la Unión Europea, ni China, ni Puerto Rico, ni Grecia, ni España, ni Brasil, ni nadie.
Recién se habría envainado el cuchillo pero el arma podría desenvainarse con motivo de la discusión sobre la Nueva Constitución:
“La gente está preocupada de la seguridad y el trabajo, no de una vieja o nueva constitución”.
“La nueva constitución debe fundarse en la actual institucionalidad” (históricamente falso, nunca ha sido así).
“La Constitución debe consensuarse” (absolutamente falso, no existen constituciones consensuadas).
“No haremos la nueva Constitución a la boliviana ni a la venezolana” (y por qué no hacerla a la chilena)
Para algunos observadores está claro que hay, subterráneamente, una estrategia de desembarco, si la deflación de Bachelet se mantiene, y una de irresistible traición. Esta vez el puñal se habría envainado. Habrá que esperar la próxima.
La DC –su dirección actual Gutenberg-Walker-Pizarro- habría llegado desde hace mucho tiempo a la convicción (no revelada) de que es y será imposible ocupar, de ahora en adelante, La Moneda, a la cabeza, llamémoslo así, de una alianza de centro-izquierda.
El último de los mohicanos habría sido Frei Ruiz Tagle y, ese período, se cerró. La tendencia actual (no revelada) a constituir una alianza de centro-derecha, en primer término con RN, es estratégica, y se funda en los años sesenta y setenta. Si a esa combinación con RN se suma “la socialdemocracia de derecha” (Escalonismo) se habrá constituido la anhelada tercera fuerza capaz de triunfar sobre “el izquierdismo” y “la UDI” para poco reformar y dar “gobernanza” y estabilidad al sistema, sin “crispar” (como gustan decir) a quienes detentan el poder económico.
De concretarse el objetivo de esta estrategia, ella no tendrá la virulencia ni la relevancia de otras traiciones en la historia de Chile (la del coronel Vidaurre a Portales, la del Almirante Jorge Montt a Balmaceda, la de Pinochet a Allende y luego a Prats) pero pasará a engrosar capítulos de nuestra difícil historia por el progreso.