Juro que dejaré de llamar a nuestro país Estupidilandia el día que, al menos, exista verdad y justicia para los familiares de Detenidos Desaparecidos. La memoria histórica es muy diferente de la historiografía, que es escrita por los historiadores de oficio; la memoria histórica se transmite, de generación en generación, guardando el recuerdo de los crímenes e injusticias que los poderosos propinan a los pobres y a los que piensan distintos. El historiador, generalmente, es un personaje cortesano: en muchos casos transmite lo que la casta desea, por el contrario, los cultores de la memoria histórica popular – periodistas y educadores, en el enclave salitrero – muestran las rebeldías de aquellos que no quieren ser borregos.
Siempre, la casta en poder ha tratado de esconder las brutales masacres y genocidios, acallando las voces de quienes las denuncian. El próximo año, en diciembre, será el centenario de la matanza de la Escuela Santa María de Iquique. El presidente Pedro Montt y su ministro, Rafael Sotomayor, abogado de las salitreras, no pudieron nunca ser acusados, en la cámara de diputados y el crimen quedó impune, salvo las denuncias en las crónicas del El Chileno, – llamado el diario de las domésticas porque publicaba novelas por entrega – escritas por el ensayista Nicolás Palacios y los discursos pronunciados por Malaquías Concha y Arturo Alessandri, en el Congreso, tan cruel masacre hubiera pasado inadvertida para un sinnúmero de contemporáneos. No faltó el diputado que dijo, hastiado, que hasta cuándo contaban muertos en el Congreso – algo similar me parece haber escuchado respecto a los Detenidos Desaparecidos. No fue, acaso, Daniel López Pinochet, que habló de economía al referirse a las tumbas de Detenidos desaparecidos?
Las masacres se han contado por centenares: el proceso de los “subversivos” el asalto a federación de estudiantes, la Coruña, Ranquil, la Matanza del seguro Obrero, Plaza Bulnes, Pisagua, Salvador, Puerto Montt y los miles de crímenes ordenados por Daniel López Pinochet, se han que dado “en las dulces cenizas del olvido”, para usar la idea de Elizabeth Lira, al analizar los procesos de reconciliación.
La memoria histórica es porfiada, persistente, no transa, es transparente, está impulsada por la ética y no se deja sujetar por los cortesanos pateros y orejeros, de todos los tiempos. Hoy, de nuevo se revive, dramáticamente, el dolor por los familiares de los Detenidos Desaparecidos: son los únicos chilenos a quienes se les niega el derecho a vivir el duelo, a enterrar y honrar a sus deudos, incluso, se les engaña sobre la identidad de estos hombres y mujeres acribillados cobarde y bárbaramente, por los esbirros de Daniel López, que hoy pasean orondos por las calles de Estupidilandia. Nuestros “son huesos, pero tendrán sentido”, como lo expresaba el poeta español, Francisco de Quevedo y Villegas.
Una sociedad que no respeta la muerte no puede llamarse civilizada, por eso seguiré llamándola Estupidilandia. Sólo en este rincón de América puede existir una lápida, en el Cerro Santa Lucía, dedicada a los exiliados del cielo y de la tierra, por los muertos de fe protestante, durante el siglo XIX. Los griegos respetaban, de tal forma, el derecho al honor en la cremación y que Antígona, oponiéndose al Creonte, Daniel López, dio su vida por enterrar con honores fúnebres a su hermano; ni a este mínimo derecho de dignidad tienen los familiares de Detenidos Desaparecidos.
No se trata de buscar culpables por esconder los errores respecto a la identidad de los Detenidos Desaparecidos, – aunque esta catarsis de verdad y justicia es imprescindible – pero al menos por respeto a los familiares de los Detenidos Desaparecidos no repitamos la estulticia, un poco mezquina, de la “justicia en la medida de lo posible”, expresión de una gran frialdad respecto del dolor ajeno. No sigamos escondiendo nombres de quienes torturaron, mataron y desaparecieron a sus indefensas víctimas y de quienes planificaron y dieron las órdenes, incluso, quienes pensaron y defendieron tan criminales acciones; no tiene sentido, ahora, no publicar los nombres existentes en las Comisiones Verdad y Reconciliación y Prisión Política y Tortura; lo mínimo que se puede decir es que hubo frialdad, falta de pasión por parte de los gobiernos de la Concertación, respecto al dolores de los familiares de los Detenidos Desaparecidos.
Rafael Luis Gumucio Rivas
15 08 2015