El senador Fulvio Rossi recibe un par de justificados improperios de parte de una persona y su respuesta fue, qué bien se defiende el senador, dar a conocer públicamente los datos personales del agresor verbal, lo que debe leerse como una amenaza evidente y que lo pone en un riesgo mucho mayor que el sufrido por ese honorable con letra chica.
Lo que le gritó el valiente joven al cobarde senador, justicia es admitirlo, representa a millones de chilenos que tiene por esa plaga de frescos que ha sobrevivido gracias a la manipulación cobarde de las necesidades y los miedos de la gente despolitizada y traumada por el terror que dejó como legado el tirano y el miedo a las deudas que el mismo tándem del legislador se ha preocupado entronizar como un hecho indeleble, el mayor de los desprecios.
Poco hizo el hombre.
Hay mucho más que hacerles y decirles a esos ambiciosos que han hecho sus fortunas a la mala, que viven desprovistos de una ética mínima, que han manoseado consignas y violado símbolos y se han cagado en la historia que hace no mucho les servía para lavativas bucales ante espectadores bobos y crédulos.
Pinganillas que en el tiempo duro, digamos, mientras en el país se mataba a diestra, pero más siniestra, y otros peleaban contra el terror y la muerte, estos vivarachos vivían a cuerpo de rey en sus cómodas casas, en sus exilios pasivos y elegantes, en sus inexpugnables casas hasta donde no llegaban el humo pestilente del zorrillo ni las consignas enrabiadas.
Esos, que jamás pusieron un poroto a la lucha que libró a diario el pueblo de Chile, hoy se lucen como representantes de la gente, bien vestidos, elegantes olorosos y distinguidos. Pero que siguen siendo lo que han sido siempre: frescos de raja, rapaces, buenos para el dinero y vida fácil. Pagados con puntuales y abultados estipendios aportados por todo el gilerío.
Ladrones que han acumulado dinero abriendo la mano para recibir las donaciones de otros ladrones quienes por esa vía los compran a precio de sinvergüenzas y los cooptan para sus propios beneficios y en contra de la vida de los más humildes.
Mentirosos que aumentan en grados abismantes esa enfermedad que lo corroe todo: la ambición desmedida, la avaricia sin límites, el egoísmo criminal e inhumano que tiene al mundo transformado en una locura.
Malas personas, egoístas, mediocres, mendaces, lanzas de salones empingorotados, cogoteros con trajes caros, caricaturas de decentes, mala clase, charlatanes de feria transportados a los salones por el arte de la frescura. Eso son. Y más.
El joven que le espetó al honorable con minúscula tiene todo nuestro respeto, desde ahora deberá cuidarse. Estos patos malos con fueros son capaces de todo.