Como muchas veces, la Concertación siempre ha buscado mecanismos para justificar su vocación pactista con los grandes poderes fácticos y, actualmente, recurre a las malas cifras económicas para olvidarse de su apoyo prometido a las reformas prometidas por la Presidenta por parte del 60% de los ciudadanos que votaron por ella en las últimas elecciones; la Mandataria recurre a la idea críptica de “realismo y renuncia” cuando, en verdad, se trata de “renuncia sin realismo”.
La crisis de dominación oligárquica no puede ser solamente explicada sobre la base de cifras económicas de hoy, que demuestran un bajo crecimiento, poca inversión, alta inflación y un estancamiento económico. El núcleo de la crisis está en sistema político oligárquico plutocrático que desde hace varias décadas ha dado señales de conducir al país a un marasmo, caracterizado por la desigualdad, racismo y clasismo.
La plutocracia política y empresarial tiene escasa capacidad de superar el rechazo ciudadano a los partidos políticos, al parlamento y a las demás instituciones, que son percibidas como una podredumbre moral. A estas alturas, el gobierno y la casta política se les ve imposibilitados de recuperar, a corto o mediano plazo, el respeto y valoración ciudadanos.
La famosa agenda de probidad es una muestra más de que la casta política no tiene ninguna voluntad de reformarse a sí misma – le implicaría arriesgar parte de poder y perjudicar el enriquecimiento ilícito, usurpando el fruto del trabajo de los ciudadanos -.
Veamos, por ejemplo, el proyecto de ley sobre partidos políticos que, a partir de la aprobación de la ley, serían financiados por el Estado, a fin de evitar que las grandes empresas se conviertan en “cajas pagadoras” de los políticos y, de esta manera, se adueñen de los partidos, del gobierno y del parlamento. Es cierto que la democracia representativa no puede funcionar sin partidos, pero cuando se corrompen, terminar por destruirla. Esta nueva ley exigiría, por ejemplo, que cada partido tuviera un parlamentario, como mínimo, para tener acceso al financiamiento estatal. En el fondo, se trata de mantener los mismos viejos partidos evitando que surjan nuevos conglomerados que puedan poner en cuestión el poder y monopolio institucional.
Robert Michels planteó, en 1911, la famosa ley del “hierro de las oligarquías”, por la cual sostenía que los partidos políticos terminaban dominados por una oligarquía que se reproducía sin fin – a esta ley corresponde la mayoría de los partidos políticos chilenos, verbi gracia, las democracias cristianas y las socialdemocracias están corrompidas por la democracia bancaria y el neoliberalismo -.
Una ley de financiamiento de los partidos políticos debiera contener, al menos, los siguientes principios: 1) democracia interna: los cargos de deberán ser elegidos por todos los militantes, con una duración de un año y no reelegibles; 2) los cargos partidarios podrán ser revocados por un número a determinar de militantes; 3) los candidatos a elección deberán ser elegidos mediante primarias, a las cuales se les exigirá un alto porcentaje de participación; 4) los partidos deberán reinscribir a sus militantes y renovar bianualmente el padrón; 5) los partidos tendrán como obligación ineludible la formación cívica de sus militantes y de la ciudadanía en general; 6) todos los cargos políticos serán sometidos a control ético permanente y, en caso de transgresión, implicará la pérdida del cargo; 7) el Servicio Electoral tendrás el poder de anular la personalidad jurídica ante cualquier falta a las normativas legales y a la ética; 8) el cohecho, el soborno o malversación de fondos serán penados con cárcel efectiva y prohibición de aspirar a cargos públicos; 9) habrá la mayor libertad para la formación de partidos políticos, pero se les exigirá un mínimo de apoyo ciudadano a determinar.
Mucho me temo que en vez de realismo sin renuncia se convierta en realismo sin renuncia, es decir, colocar nuevamente en el poder al partido del orden (Concertación más empresarios), so pretexto de un bajón económico, en el entendido de que este “partido” es el único que puede gobernar el país. Nada raro que asome ahora su cabeza el anciano “pavo real”, Ricardo Lagos.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
19/07/2015