Noviembre 25, 2024

Joan Garcés: “España no debe dejarse arrastrar por ninguna superpotencia”

 

Joan Garcés, (Lliria, Valencia, 1944) es un jurista y politólogo especializado en el estudio de la geopolítica estatal de España e Iberoamérica y de sus aliados y adversarios históricos. Doctor en Ciencias Políticas por la Complutense y por la Sorbona, donde se licenció en Derecho, fue consejero del presidente chileno Salvador Allende. Es autor de media docena de libros, tesis y ensayos histórico-políticos. Su libro “Soberanos e intervenidos” lleva cuatro ediciones, revisadas, desde 1996 y se ha convertido en texto de referencia para diplomáticos y estudiosos españoles e iberoamericanos.

 

Y ello, por la entidad de su copiosa documentación cosechada en los principales archivos norteamericanos y, asimismo, por la novedad, heterodoxia y contundencia de sus tesis. A propósito del reciente convenio firmado entre el Gobierno de Mariano Rajoy y el de los Estados Unidos de América para incrementar hasta 3.500 el número de militares estadounidenses y recrecer el número de aeronaves en la base aérea de Morón, en Andalucía, conversar con Joan Garcés permite obtener una versión original y distinta del discurso oficial de ambos Gobiernos.

 

Pregunta. ¿Qué opinión le merece el reciente convenido entre Madrid y Washington a propósito de la base andaluza de Morón de la Frontera?

Respuesta. Creo que el despliegue militar estadounidense en torno a Morón se inserta en la articulación entre el llamado Escudo Antimisiles norteamericano y la política hacia los países islámicos.

P. ¿Podría explicarlo?

R. Empezaré por los países islámicos. En 2001, Estados Unidos invadió Afganistán en contra del Derecho Internacional, ya que el ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York no procedía de un Estado sino de un grupo terrorista. Dos años después, Washington protagoniza la invasión de Irak, considerada, incluso por algunos importantes estrategas estadounidenses, como el mayor error estratégico de toda la Historia de los Estados Unidos de América. Ya en 2011 Washington promueve el derrocamiento del presidente de Libia Moammar Gadaffi y la demolición del Estado libio. La suma de estos tres factores ha sido el motor más poderoso para la expansión del terrorismo internacional, con proyección sobre España, que nunca debió haber participado en esas reiteradas violaciones del Derecho Internacional.

P. Y el Escudo Antimisiles, ¿qué relación guarda con aquello?

R. Por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, hoy tenemos una guerra “caliente”, con disparos, heridos y muchos muertos en una Europa Central en la que los dos sistemas militares más poderosos se hallan enfrentados. Por el momento, el conflicto concierne únicamente a Ucrania, pero nadie puede averiguar el alcance ni el desarrollo potencial que puede llegar a adquirir esta confrontación por su propio impulso o, incluso, por un accidente. Hay armas nucleares en juego.

P. España ¿qué papel juega en todo esto?

R. Instalar un escudo antimisiles en territorio español es un imán que puede atraer, precisamente hacia España, el primer misil que salga de Rusia. Desde que el Secretario de Estado norteamericano, James Baker, formulara a principios de los años 90 su famosa frase “queremos una Europa libre, desde el Atlántico hasta Vladivostock”, esto es, la hegemonía norteamericana sobre Eurasia (Rusia y China), que Washington persigue y proyecta hacia el futuro, España no puede, ni debe, ser apéndice ni blanco de tiro de nadie.

P. Rusia ya no es una superpotencia comunista, es una gran potencia mas su modelo económico podría ser homologado con el de un país capitalista cualquiera. ¿Qué sentido tiene esa confrontación a propósito del Escudo Antimisiles?

R. Josep Fouché, consejero y jefe de Policía de Napoleón, advirtió de la existencia en Rusia de dos poderosos partidos: “el de los nuevos rusos, que nos quieren, y el de los viejos rusos, que nos consideran enemigos”. Y explicó al Emperador que “cuanta más protección brindemos a los países fronterizos de Rusia, mayor será el peso de los viejos rusos, que desplazarán a los nuevos, con todos los riesgos que ello implica”. La frase puede ser extrapolada hoy a la Rusia poscomunista. Yeltsin era un “nuevo ruso”, amaba a Occidente y Putin fue nombrado por él bajo esa misma adscripción. Sin embargo, a medida que Estados Unidos, a través de la OTAN, se ha acercado cada vez más a las fronteras occidentales de Rusia –en Polonia quiso instalar el escudo antimisiles- , los “viejos rusos” se han hecho más fuertes y Putin ha pasado a pertenecer a esta categoría.

P. Volviendo a la base andaluza de Morón, ¿explicaría el incremento militar el que, a ojos de Washington, peligrara la seguridad en los Estrechos del Sur de Europa, como el Gibraltar, junto a Andalucía?

R. Desde 1945 no ha habido, ni por asomo, la menor duda ni el menor cuestionamiento de que el estrecho de Gibraltar tenga otro tipo de control distinto del occidental que hasta hoy tiene. Cuando terminó la segunda gran contienda mundial con la capitulación de Alemania, la líder comunista española Dolores Ibarruri, Pasionaria, le dijo a Stalin que había llegado la hora de acabar con el fascismo en España; pero ya entonces, el dirigente soviético le aclaró que “España pertenece a la esfera de influencia anglo-sajona”. No hay ninguna potencia grande, mediana o pequeña que cuestione hoy este principio.

P. ¿Entonces, a qué fines sirve el convenio hispano-estadounidense sobre la ampliación de Morón, convenio apoyado por todos los partidos parlamentarios salvo Izquierda Unida?

R. La OTAN es una alianza defensiva y no ofensiva. Más pronto o más tarde, España, en función de sus intereses nacionales, debe buscar una política exterior que encuentre una salida de paz dentro y fuera de la OTAN y no dejarse arrastrar por los intereses geoestratégicos de una superpotencia, cualquiera que sea. Y eso no significa romper la OTAN, sino proteger los intereses estatales de España, que implica mantener a la nación fuera de los grandes conflictos bélicos ajenos, como se puso de manifiesto ante la Primera Guerra Mundial, o en el masivo rechazo de los españoles, de derecha e izquierda -nueve de cada 10-, a que España participara en la invasión de Irak.

 

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