Noviembre 26, 2024

Lo que queda de Chile

 

Nos encontramos inmersos en una seria y severa crisis política, tal vez la segunda mayor de nuestra Historia. ¿Cuándo y cómo comenzó? El paso de los años permite evaluar con mayor objetividad lo acontecido, y sin lugar a equívoco es posible afirmar que los prolegómenos de la actual situación pueden ser encontrados en los días posteriores al triunfo del NO en el plebiscito de octubre de 1988.

 

 

No obstante, es un hecho de la causa reconocer que previamente a esa jornada ya había preacuerdos de la naciente Concertación con el pinochetismo. Tales conciliábulos (travestidos luego en “democracia protegida”) se produjeron mayoritariamente en Europa, continente que muchos chilenos –equivocados- habíamos creído que era un lugar de exilio duro y sentido para la mayoría de los dirigentes políticos que se refugiaron allí durante los primeros años de dictadura. Lo fue, brutal e injusto, pero sólo para quienes no eran dirigentes, eso es innegable.

 

Los resultados de tales conciliábulos fueron fatales para nuestro país y para su gente. Somos culpables en grado significativo, ya que vimos venir el aluvión y le dejamos avanzar. No fuimos capaces –pero sí pusilánimes y cómodos- de salir en estampida para revertir las situaciones. Dejamos crecer, en las cofradías políticas del duopolio, la convicción de ser ellas “autoridades”, cuando en esencia eran (y siguen siendo) delincuentes con maestrías y doctorados que trabajan a contrata para las transnacionales que depredan y mutilan el país. Esa es la sociedad gobernante, desde 1990 a la fecha, pero ahora ella se encuentra entrampada en sus propias construcciones falaces, y su opción será insistir tozudamente en la arremetida contra el país y su gente.

 

El ejemplo de Michelle Bachelet supera toda construcción sociológica referida a explicar el actual fracaso gubernativo, pues resulta difícil cometer -en tan corto tiempo- tal cúmulo de fallas y errores como lo ha hecho ella de manera torpemente sonriente, aunque también ignorante de su propia carencia de capacidad y manejo en cuestiones políticas. El porcentaje de ‘patinazos’, por ejemplo, en las designaciones de autoridades para el gobierno interior de la república (intendentes, seremis, gobernadores, etc.), muchas de las cuales poseían causas judiciales pendientes -o en proceso- y otras mostraban un curriculum político de espanto, confirma la validez de las críticas que ha recibido Bachelet en este segundo período administrativo.

 

¿Nuestra mandataria, ideológicamente se inscribe en alguna de las corrientes actuales? ¿Es de izquierda, de derecha, socialdemócrata? Ninguna de esas opciones corresponde, a mi juicio, a la verdadera. Creo que en definitiva, políticamente hablando, nuestra Presidenta es una persona dubitativa e influenciable. Estoy seguro que en su fuero interno ella es consciente de encontrarse en un callejón de escasa luz debido a sus propias vacilaciones y temores.  

 

Sabe que en la coalición que la acompaña predominan los cipayos de las transnacionales… sabe, además, que en su propia tienda política hay mayoría de dirigentes  traidores y entreguistas. Traidores a los principios de su partido, y entreguistas ante los intereses del capital extranjero y criollo.

 

Finalmente, tiene clara conciencia respecto de la mutilación del país en beneficio de intereses económicos de consorcios que no trepidan en expoliarlo ni en explotar al máximo la capacidad de aguante de un pueblo que sigue de pie, estoicamente, pero con nula decisión de lucha ni capacidad de organización para lo mismo.

 

A lo anterior hay que añadir, sin requerimientos de mayor inteligencia, los nombramientos en el mismo gabinete, ya que nadie podría siquiera poner en tela de juicio que en este segundo período presidencial quienes manejan el país son aquellos que, precisamente, se han opuesto a la soberanía popular, a la independencia real de Chile con respecto a los mandantes del norte –EEUU, FMI, Banco Mundial- y que han hecho todos los esfuerzos posibles para evitar que los intereses del pueblo (o de “la gente”, como gusta decir a los derechistas) sean satisfechos.

Como una forma de “taparle la cara al macho” (o engatusar al electorado), los mayordomos de la derecha que están en el gobierno recomendaron a la titubeante Bachelet designar en algunos cargos de exposición pública a ciertos “izquierdistas”, de esos “renovados”, de esos ‘actuales’, generalmente torpes en materias políticas serias, como Mahmoud Aleuy y Marcelo Díaz, cuyas últimas declaraciones bordean el ridículo público y la falacia. Ni hablar de otros esperpentos ‘socialistas’ como Osvaldo Andrade, Fulvio Rossi e Isabel Allende, cuyas actuaciones deslindan en la estulticia política.

 

Sin embargo, la derecha queda feliz con personas como las mencionadas, ya que sin necesidad de apretarles el cuello logran exactamente lo que los vástagos del pinochetismo y del ‘chicaguismo’ imploran: que a la izquierda, a la verdadera (la cual no se encuentra en el gobierno ni el Parlamento), se le endilguen esos patinazos y desprestigie en profundidad, un error de proporciones que es posible gracias a que millones de chilenos siguen comulgando con esa rueda de carreta entregada por los acólitos del neoliberalismo, quienes gritan a los cuatro vientos que Bachelet, el PS y el PPD son “de izquierda”.

 

Para ello, para obtener rindes voluminosos, la derecha requiere contar con una “quinta columna” al interior de la coalición. Ese rol lo juega con pleno éxito la democracia cristiana, perenne colgajo del fundamentalismo capitalista desde la época en que la juventud del viejo Partido Conservador se escindió del tronco madre y fundó la Falange, tienda admiradora del nacionalsocialismo español encabezado por Francisco Franco. En sus filas ha habido excepciones, pero son sólo eso: golondrinas que no hacen verano y que no influyen en el timón de la línea partidista.

 

Queda poco Chile para explotar… ha sido arrasado por tiburones empresariales merced al entreguismo de políticos que nada les ha importado ni preocupado trabajar contra su gente y su país. Lo que resta de Chile es mínimo y de futuro incierto.

 

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