El Presidente Evo Morales mete goles a su antojo a la Cancillería chilena. Hay una concepción siútica de la diplomacia que supone a los profesionales que la integran como limitados sólo a cocteles, diálogos concisos, frívolos y fríos y, como no soy populista, me abstengo de halagar las tonterías que piensan las “chusmas” en las encuestas de opinión, aleonados por unos parlamentarios chauvinistas, como Jorge Tarud, Iván Moreira y otros. No puedo coincidir con que los ministros de Relaciones Exteriores chilenos sean los mejores evaluados en todas las encuestas, por el contrario, siempre he considerado el rol de la Cancillería como uno de los más malos de América Latina – contados países pueden darse el lujo de ser enviados al Tribunal de Justicia de La Haya por dos de sus vecinos, Perú y Bolivia -. Nada más insensato que alimentar, con el dinero de todos los chilenos, a un gran número de ancianos ociosos que, incluso, usan babero y peluca y, además, se dan el gusto de reírse a carcajadas de los “sudacos”, únicos clientes que nutren su vanidad.
Evo Morales carece de toda siutiquería diplomática, pues va directo al objeto que, en el caso del diferendo con Chile, es lograr, a como dé lugar, el mar para Bolivia y, como tenemos una Cancillería clasista y racista, miramos en menos al “indio” Evo, sosteniendo que él y su pueblo son ignorantes y que la demanda de nuestro vecino país carece de toda sustentación jurídica.
La realidad se ha encargado de demostrar que las tesis bolivianas tienen mucho sustento lógico y jurídico y, en consecuencia, muchas posibilidad de éxito: los Acuerdos de 1950 entre los cancilleres Ignacio Walker y Óscar Ostria, de Chile y Bolivia respectivamente, y el de Charaña, 1975, no pueden ser más actuales y beneficiosos para ambos países – en el caso del de 1950, hubiéramos ganado las aguas del lago Titicaca, en consecuencia, solucionado el problema energético chileno, en el norte del país, fundamentalmente, y en el de Charaña, una compensación en territorio, bastante contundente para Chile -. En ambas situaciones fue Perú el país que impidió el Acuerdo.
Ha sido tan contundente la estrategia del gobernante de Bolivia y la diplomacia de los “doctores de Chuquisaca” que han logrado el apoyo de la mayoría de los países del mundo, incluso, el Papa Francisco, en su reciente visita a ese país sostuvo en el diferendo entre Chile y Bolivia debería “predominar el diálogo franco y entendimiento entre los dos países – ¿qué otra cosa podría expresar el Papa? -.
Arrinconada nuestra “nacionalista” Cancillería, sólo se le ocurre repetir la propuesta del “pavo real”, Ricardo Lagos, de “establecimiento de relaciones diplomáticas aquí y ahora”, una laudable idea, sólo en teoría, y se ignora a qué conduce si los dos países no cuentan con una hoja de ruta para solucionar el conflicto.
A mi modo de ver, como lo he reiterado en columnas anteriores, la solución es tripartita, pues sin la participación de Perú en las conversaciones es impensable una salida al mar para Bolivia, en la línea del Valle de Lluta.
Estoy convencido de que ha llegado el momento de desarrollar e implementar una integración económica, cultural y humana que involucre el norte de Chile, el norte Argentina, el altiplano boliviano y el sur de Perú, que deje de lado las diferencias y que permita aprovechar a estos países el enorme potencial energético, de minerales no metálicos – como el litio – y de la riqueza cultural y turística de la zona.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
13/07/2015