Hace algunos días me llamó un amigo de un país muy importante de América Latina. Me preguntó sobre la corrupción política en Chile, que nos ha sorprendido a los chilenos, pero mucho más a los que nos miran desde el vecindario.
Cuando le conté a sobre los montos involucrados sus risas se hicieron inocultables. Eso acá se lo afana un alcalde me comentó.
Trate de explicarles el porqué de nuestra consternación y que va rumbo a la indignación en tren expreso.
Carlos Ibáñez del Campo fue un oficial de caballería del ejército que ejerció una dictadura entre 1927 y 1932, no derrocó a nadie ni le asesinó, al presidente Emiliano Figueroa lo echó de un empujón. Formó su propia guardia pretoriana (Carabineros de Chile), reprimió por igual a las izquierdas y a las derechas, Agustín Edwards y Arturo Alessandri al exilio, también Marmaduke Grove, Elías Lafertte relegado. La muerte de un estudiante de medicina y un profesor de historia desató la ira popular. Abandonó la Moneda de madrugada, el ministro de Defensa general Carlos Sáenz y una escolta de la Escuela de Caballería le esperaban para subirse al automóvil rumbo a Mendoza. Sáenz le recomendó que se fuera más lejos, Buenos Aires o mejor aún Europa. El dictador omnipotente le dijo, no tengo cómo ir a Europa, no tengo dinero no he hecho negociado alguno, ahora sólo me queda mi pensión, sus ojos se humedecieron, si me la quitan no tendré que comer. Repítalo mi general le dijo Sáenz, que se sepa, se nos puede haber ido la mano al gatillo pero no a la caja fiscal.
Bernardo O’Higgins era hijo del Virrey del Perú, no pudo reconocerlo pues había nacido cuando su padre era gobernador de Chile. Le dejó una hacienda de mar a cordillera, de allí salió Bernardo en busca de hacer nacer la patria con doscientos huasos a caballo. Casi 15 años después, con la patria ya nacida como es, mal agradecida, debió partir al exilio del Perú que él había liberado, Nuestros hermanos peruanos le dieron un pequeño terreno agrícola, Chile se avergonzó y le empezó a mandar su pensión. Todo era poquito, un día, como no podía contratar peones, ayudaba a subir sacos de papas a una carreta cuando se le abrió una herida mal curada del combate del Membrillar, allí murió desangrado.
Cuando se supo que el general Augusto Pinochet tenía millonarias cuentas en bancos extranjeros la derecha política lo abandonó. A la derecha le duele más que le digan ladrón que asesino.
Era un viejo autoritario, un derechista de tomo y lomo. Un millonario que vivía sólo a cuadras del palacio presidencial, llegaba caminando, no almorzaba en la casa de gobierno iba a su departamento. Apagaba luces y cuidaba todo gasto, las recepciones eran de austeridad máxima, galletas y agua mineral. Cuando Estados Unidos expulsó a Cuba en Punta del Este de la OEA, el gobierno del viejo anticomunista hasta el tuétano voto en contra. Su nombre; Jorge Alessandri Rodríguez gobernó Chile por la voluntad de su pueblo entre 1958 y 1964.
El almirante Jorge Montt encabezó una guerra civil contra el presidente legal y legítimo de Chile don José Manuel Balmaceda (1891).Los chilenos murieron por miles, incluido el presidente, los ingleses terminaron llenándose los bolsillos de dinero con el salitre chileno. Luego del triunfo Montt llamó a elecciones y dictó leyes de amnistía para vencedores y vencidos, que ambos bandos las necesitaban; en pocos años y envejecido ya, vivía en casa miserable y arrendada. Sus amigos juntaron dinero y le compraron una. Había sido dictador con el poder total.
Salvador Allende que a la hora de los sueños no se quedaba en poca cosa: una sociedad y un hombre nuevo. Me mostraron en un tribunal de Santiago lo que era su herencia material: una casa, de leyes sociales y una casa de veraneo, más obras de arte que el habían regalado artistas del mundo. Era médico e hijo de un notario público, había sido diputado, senador, ministro y presidente de la república. Nuestro gobierno puede meter los pies pero no las manos, repetía, no falto nunca a su palabra.
Por estas cosas es que la corrupción duele en Chile. Por esto es que quienes piensan que podrán engañar un pueblo entero y quedar sin sanción, están más que equivocados.
ROBERTO AVILA TOLEDO