El Gobierno izquierdista de Grecia expresó el martes su confianza en que el Parlamento apruebe un acuerdo de deuda con sus acreedores, a pesar de la furiosa reacción de algunos de sus propios legisladores, que lo acusaron de ceder a la presión para aceptar más austeridad.
Las concesiones ofrecidas por el primer ministro Alexis Tsipras, que incluyen subidas de impuestos y de los aportes jubilatorios, tuvieron una cauta bienvenida de los líderes de la zona euro pero generaron una furiosa reacción de algunos en el partido oficialista Syriza.
Un legislador dijo que el acuerdo equivale a una “lápida” para Grecia, tras las repetidas medidas de austeridad impuestas durante los cinco años de crisis.
El vicepresidente del Parlamento y diputado de Syriza Alexis Mitropoulos dijo que las concesiones “no se ajustan a los principios de la izquierda” y podrían causar una “masacre social”.
“Creo que este programa, tal como lo vemos (…) es difícil que lo aprobemos”, afirmó Mitropoulos al canal griego Mega TV.
No obstante, el ministro de Estado Nikos Pappas, uno de los aliados más cercanos de Tsipras, aseguró que confía en que el acuerdo sea aprobado.
“Estoy seguro de que el acuerdo será tal que será respaldado por la mayoría del Gobierno y del pueblo griego”, dijo Pappas en declaraciones a Mega TV.
Los líderes de la zona euro dijeron el lunes que la nueva propuesta del Gobierno griego es una base para seguir negociando un acuerdo que desbloquee la ayuda congelada de miles de millones de euros y evite una cesación de pagos la próxima semana que provocaría una salida de Grecia de la zona euro.
Los mercados bursátiles también celebraron, y las acciones europeas ampliaron la fuerte subida de la sesión anterior, tocando un máximo de tres semanas ante las crecientes expectativas de que Grecia esté a punto de cerrar un acuerdo.
No obstante, el euro retrocedió ante el temor a que la iniciativa enfrente obstáculos para ser aprobada en el Parlamento griego.
Tsipras, que asumió el cargo en enero con la promesa de revertir años de austeridad en un país golpeado por la recesión, debe conjugar el apoyo de Syriza y el de sus acreedores para que el compromiso se materialice.
El miércoles viajará a Bruselas para reunirse con el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, la jefa del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, y el jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, según un comunicado difundido por su despacho.
Subrayando el delicado equilibrio que enfrenta, miles de pensionistas y miembros del sindicato de filiación comunista PAME se manifestaron el martes por el centro de Atenas para protestar contra mayores medidas de austeridad.
“La gente que apoyó a Tsipras pensó que sería diferente, pero se está rindiendo simplemente a las demandas de los extranjeros”, dijo Panagiota Panayiopoulou, exprofesora de una escuela de enfermería de 34 años actualmente desempleada. “Voté por él y fue un voto perdido”, agregó.
Funcionarios de las tres instituciones que representan a los acreedores de Atenas -Comisión Europea, BCE y FMI- analizaban a fondo las propuestas griegas en Bruselas para determinar si permitirán que las finanzas públicas del país sean sostenibles.
Los acreedores podrían considerar que la oferta de Grecia no es suficiente y exigir más ahorros, alzas de impuestos o reformas para alcanzar un acuerdo el miércoles por la noche, cuando los ministros de Finanzas de la zona euro se reunirán para revisar el resultado de las conversaciones, según dijeron personas cercanas a las negociaciones.
Los comentarios del vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, advirtiendo a Grecia que sus acreedores no serán chantajeados, subrayaron que el progreso sigue siendo frágil.
Un portavoz de la Comisión Europea destacó que Grecia debe explicar qué acciones adoptará antes de que puedan ser liberados los fondos del rescate.
Si el Parlamento griego no respalda la última propuesta, Tsipras podría verse forzado a convocar elecciones anticipadas o a un referéndum que prolongaría la incertidumbre.
BRAVATAS
Atenas necesita con urgencia dinero para evitar el incumplimiento de pago la semana que viene de un préstamo de 1.600 millones de euros al FMI.
El nerviosismo ante el riesgo de un default que provocaría controles de capital llevó a los ahorristas a retirar miles de millones de euros de los bancos griegos, obligando al BCE a aumentar su Asistencia de Liquidez de Emergencia (ELA, por sus siglas en inglés) para mantenerlos a flote.
El BCE elevó el techo de los fondos de emergencia que pueden obtener los bancos griegos del banco central del país por cuarta vez en la semana, siendo ahora de casi 89.000 millones de euros, dijo una fuente bancaria a REUTERS.
Pero con Grecia al borde de la bancarrota, no está claro si en medio de tantas bravatas los diputados se atreverían a retirar finalmente su apoyo a Tsipras si logra un trato.
“Creo que el acuerdo será aprobado en el Parlamento y ratificará la mayoría con la que cuenta el Gobierno”, dijo a Reuters Dimitris Papadimoulis, un legislador de Syriza en el Parlamento Europeo.
“No creo que los principales legisladores de Syriza quieran ser responsabilizados por la caída de un Gobierno de apenas cinco meses y de un primer ministro que tiene un 70 por ciento de apoyo popular”, declaró.
Los sondeos de opinión sugieren que la mayoría de los griegos quiere permanecer en la zona euro.
Tsipras, cuya coalición tiene una mayoría de 162 de los 300 escaños del Parlamento, podría contar también con el respaldo de legisladores de la oposición, que desean garantizar el lugar de Grecia en el bloque del euro, incluso aunque el Gobierno diga que no podrá continuar a menos que sus diputados apoyen cualquier propuesta que lleve al Parlamento.
“Si (el Gobierno) no tiene la mayoría parlamentaria, no puede permanecer (en el poder)”, dijo Gabriel Sakellaridis, portavoz del Gobierno.
En su propuesta, Grecia prometió subir la edad de jubilación gradualmente hasta los 67 años y reducir el retiro adelantado, aunque evitó hacer concesiones en las llamadas “líneas rojas”, como recortes directos en las pensiones o un discutido aumento en los impuestos a la electricidad.
“Fue todo un montaje desde el principio”, afirmó Michalis Damianidis, de 75 años, que tuvo que vender su fábrica por la crisis. “Grecia está acabada. Están hablando de más contribuciones. ¿De dónde vendrán si la gente no está trabajando? No hay empleos”, concluyó.
Tsipras pasó horas con su gabinete antes de la cumbre de Bruselas en un intento de asegurarse el apoyo de sus ministros, pero volvió a casa entre acusaciones de algunos sectores de haber cedido.