El Imacec de abril, que reveló un crecimiento de la economía de sólo 1,7 por ciento, ha constatado una relación bastante íntima, y altamente peligrosa, entre el clima político y el devenir económico. Un momento que tiene sus orígenes en noviembre de 2013, que se ha extendido y profundizado con el tiempo. El anuncio del empresariado tras la publicación del programa de la Nueva Mayoría y sus reformas, que advertía de un freno en la inversión privada, se ha convertido en una clásica profecía autocumplida. La economía chilena, que el año pasado tuvo una expansión de un escaso 1,9 por ciento, parece que durante 2015 repetirá el guarismo. El Banco Central, que inicialmente había proyectado con discreto optimismo un crecimiento en torno al tres por ciento para el próximo diciembre, ha comenzado a rebajar la meta, ejercicio que ha quedado ratificado con el magro Imacec de abril.
En un informe del Banco Central presentado en la Cámara de Diputados a comienzos de mes se hacía hincapié en las expectativas económicas, las que han alcanzado un alto grado de pesimismo. Un mal clima que tiene sus efectos reales en un bajo nivel de consumo registrado a partir de abril, el cual se expresa también en los créditos, que siguen muy acotados pese a las bajas tasas de interés.
La caída de las expectativas tiene una directa relación con el clima de subjetividad económica, el que es fuertemente influido por los grandes medios de comunicación. Porque si se observa la evolución de los indicadores económicos, éstos habían marcado, y todavía lo hacen, una tendencia ascendente respecto a lo observado hace un año. La misma encuesta de expectativas económicas que realiza el Banco Central apuntó que la economía chilena va mejorando. Si el año pasado el PIB marcó aquel 1,9 por ciento, para este año la proyección oficial está aún en torno a 3 por ciento, en tanto los encuestados prevén un 2,7%, guarismo que aumentaría a 3,5 para 2016 y 3,7 para 2017.
Y si hablamos de empleo, que es el indicador más relevante para la población trabajadora, éste se ha mantenido en niveles estables. En abril pasado el desempleo nacional registró 6,1 por ciento, cifra similar al mes anterior e igual a abril de 2014.
Es una realidad que el escenario económico mundial está oscurecido, lo que incide de forma directa en el precio de commodities como el cobre, pero lo es también el excesivo temor al futuro, amplificado por los medios del duopolio y las voces empresariales. El Mercurio ha venido desplegando, como ha sido costumbre durante la tramitación de las reformas, titulares alarmistas en sus portadas. Hace poco aparecía una encuesta elaborada por el mismo diario en la cual afirmó que el 62 por ciento de los empresarios piensa que cambios a la reforma laboral estimularán a la economía, en tanto un 78 por ciento estima que debe reevaluarse la reforma tributaria.
No sólo El Mercurio. Además de editoriales que relacionan el bajón económico con las reformas tributaria y laboral, La Tercera, tras la publicación del Imacec de abril, ha dado por fracasada la posibilidad de “brotes verdes” en la economía, en tanto instala como pesada realidad el oscurantismo económico. Pero sin duda lo más relevante es que a las pocas semanas han cambiado su mirada hacia el nuevo hombre de las finanzas públicas.
Tras la llegada de Rodrigo Valdés a Hacienda, el empresariado no ocultó su júbilo por este tecnócrata con un pasado en el sector financiero privado y en el FMI. Pero al paso de los días, Valdés ha respaldado la reforma laboral, por cierto que con muchos matices y bastante desaguada, y no ha anunciado, hasta el momento, una revisión de la reforma tributaria ni ejercicios ultraneoliberales como la Agenda Pro Crecimiento levantada por la Sofofa y canalizada por el gobierno de Ricardo Lagos.
A menos de un mes de su llegada a Hacienda, el ultraneoliberal Instituto Libertad y Desarrollo critica que “las señales del ministro no han sido claras”, en tanto Andrés Benítez, rector de la conservadora Universidad Adolfo Ibáñez, se preguntaba si Valdés no era un nuevo Alberto Arenas en Hacienda. “El fantasma de que estamos en presencia de un Arenas más sofisticado, pero igualmente apegado al programa de gobierno, comienza a instalarse”, señala.
¿Le sirve al empresariado generar este mal clima económico? Lo ha hecho siempre. Los sectores más conservadores están dispuestos a sacrificarlo todo por mantener su proyecto. Así lo han hecho y así están actuando otra vez.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 830, 12 de junio, 2015