Diciembre 26, 2024

La agitada vida del movimiento por la educación

Los esfuerzos titánicos del duopolio que administra el modelo por mantener un sistema educacional que se cae a pedazos,  pero que sigue siendo un buen negocio, está íntimamente ligado al cariño que se le tiene a todo el resto del sistema. El empeño por defenderlo, más bien parece un acto de amor.

 

 

Las definiciones constitucionales tanto como la producción jurídica del último cuarto de siglo, demuestran que la educación es una actividad económica, expuesta como todo negocio a los vaivenes del mercado.

 

El diseño chileno, único en el mundo, es una vergüenza en muchos aspectos, pero no como negocio. Y, por cierto, notable como la cuna en la que se cría el habitante modelo de una sociedad en que lo que tiene valor, es lo que puede mostrar su precio.

 

Se pierde en la memoria de los tiempos el esfuerzo que tanto estudiantes como profesores viene desplegando para mostrar las razones que salen de lo más profundo del aula, que es donde se verifica el fenómeno educativo y se encuentran ambos actores.

 

Y lo que se ha recibido por parte de los mandamases ha sido un profundo desprecio para ambos. Se adjudica al profesor la responsabilidad por la mala calidad de la educación y no se dice que esa mala calidad es esencial al modelo.

 

Y los estudiantes son en ese mercado que mueve números millonarios, clientes que si no les gusta lo que compran, pues que no compren o vayan a buscar en otro lado

 

La mala educación es inherente a esta sociedad modelada por los políticos de apariencia decente, los que, ha quedado demostrado, han sido serviles a quienes les han pagado desde el sueldo, hasta las cuentas de sus teléfonos.

 

Y han sido esos mismos millonarios, herederos legítimos del mismísimo tirano, ávidos de mano de obra barata, silenciosa, e ignorante, los que han impuesto su idea de escuela: que modele, reproduzca e inhiba el pensamiento. Que genere sujetos enchulados, admiradores de la fuerza y los brillos fatuos del blin blin.

 

Profesores y estudiantes no han bajado la guardia en los últimos veinticinco años, tal como no las bajaron en los tiempos del tirano. Y, cosa curiosa, las razones por las que salen a pelear hoy, no son tan distintas a las de antes.

 

Descontado el rasgo castrense de los fundadores del sistema educacional, las directrices constitucionales lo definen como una actividad económica más, son exactamente las mismas que antes.

 

Más bien las mismas, pero corregidas, aumentadas y perfeccionadas en veinticinco  años de ministros entregados en cuerpo y alma al neoliberalismo y de legisladores con evidentes intereses en ese negocio que ha dejado enormes ganancias.

 

La presión del mundo social, profesores y estudiantes, ha logrado avances de relativa importancia, en los cuales son más destacables las trampas que lo que se dice corregir.  

 

Cada vez que se ha debido negociar, tanto profesores como estudiantes se cruzan con sujetos que parecen odiar todo lo que huela a gente reclamando sus derechos. Asesores, jefes de gabinete, delegados, y turbios operadores, no ocultan su poca simpatía por docentes y estudiantes a la hora de buscar acuerdos.

 

Así, lo que el eufemismo llama negociación con los profesores, no fueron sino reuniones en las que los representantes de las autoridades escuchaban y tomaban notas para luego de ese estéril y estúpido proceso, sacar entre gallos y medianoche su pretendida ley de Carrera Docente, que sería en breve resistida por el 97% de los profesores.

 

Atrás, muy atrás, quedaba la martingala presidencial que el 21 de mayo del año 2014, avisaba que esa ley sería hecha con los profesores.

 

La verdad, es que de los planteamientos de los dirigentes no cooptados por el gobierno o los partidos de la Nueva Mayoría, el equipo de contención puesto por el Ministerio de Educación no consideró absolutamente nada.

 

Y así, estamos en medio de un paro indefinido del que se ha sabido se busca detener a toda costa. Numerosas  versiones, confirmados reservadamente por parlamentarios de gobierno,  hablan de operadores en reuniones con el equipo político de La Moneda y los presidentes de los partidos de la Nueva  Mayoría diseñando una táctica que liquide el paro en la próxima Asamblea gremial

 

En este escenario, es posible rastrear un malestar muy profundo y extendido en el magisterio. Y quizás, ni todas las operaciones ni todos los operadores puedan detener esa rabia contenida que amenaza con desbordar a la conducción oficial del gremio, como sucedió en año pasado.

 

El enojo docente que los ha hecho asumir un paro a pesar de los descuentos, las amenazas y las mentiras que se diseñan para desprestigiar su movimiento, quizás ya no se pueda contener y el régimen deba aceptar modificaciones reales.

 

Con todo, no se puede confiar en nada. Cada vez que se ha logrado algún avance nominal, en los hechos, la letra chica, los reglamentos y los procesos legislativos y administrativos, han dejado las cosas casi tal como eran.

 

Tal como sucedió con la Superintendencia, definida de manera magistral para fiscalizar al sistema educacional: la promulgación de la ley tramposamente llamada de Inclusión Escolar, que se supone pone fin al lucro al copago y la selección escolar, tiene tantas trampas, que al final, la cosa no va a ser tan distinta de lo que es.  

 

No hay que esperar mucho en esta pasada. Manos negras se han movido para traicionar de nuevo al magisterio. 

 

 

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